Santiago, punto de encuentro entre el Maestro Mateo y Picasso

La exposición resume diez siglos de arte y espiritualidad al enfrentar obras maestras de la Catedral compostelana con piezas emblemáticas del siglo XX

(Juan Carlos Rodríguez) “Una provocación y una sorpresa”. Ésta es la atinada definición del director general de Caixa Galicia, José Luis Méndez, de una exposición que aspira a convertirse en referente del Xacobeo 2010. Santiago, punto de encuentro es un diálogo entre el arte moderno y contemporáneo con la esencia del Románico, una exposición que enfrenta a Salvador Dalí y Pablo Picasso con el Maestro Mateo y que insiste en la búsqueda de lo espiritual como elemento común en mil años de pintura y escultura.

Estrictamente, la muestra –inaugurada en la sede de la Fundación Caixa Galicia de Santiago– realiza un recorrido a través de 57 piezas y diez siglos de creación contraponiendo el arte sacro de la colección de la Catedral de Santiago –es la primera vez que estas obras pueden verse fuera del marco catedralicio– con la plástica moderna y contemporánea reunida en la colección Caixa Galicia: tan variopinta que va de Goya a Chillida o, en la lectura gallega, desde Maruja Mallo a Francisco Leiro. Una muestra que arranca con una frase del historiador de arte Otto Pächt que expresa perfectamente el fin de la muestra: “En el principio fue el ojo, no la palabra”. Reflexión, liturgia, espíritu, fe, trascendencia, miradas que unen al hombre del siglo XII con el del siglo XXI. Juan Monterroso, uno de los comisarios de la exposición, afirma, por ello, que, más allá del diálogo, en sí misma, ninguna de las obras presentes en la muestra dejará “indiferentes” a los espectadores. Precisamente, este “despertar emociones y sentimientos” ha sido uno de los criterios utilizados para la elección de las piezas. “Cuando recibimos el encargo de esta exposición –afirma Monterroso– nos pareció una idea muy atractiva, pero nos sobrecogió porque se trataba de establecer un diálogo entre dos colecciones de signo contrario, la una religiosa y la otra profana, además de abarcar desde la Edad Media hasta obras de hoy en día, pero al final decidimos plantear un diálogo en busca de lo esencial de cada obra”.

Arte como cultura

Y en esa búsqueda está la clave de una exposición que está llamada a grandes cuotas de protagonismo y de visitantes: “Para poder poner en relación ambos grupos, en la exposición se habla del hecho artístico en sí, del arte como cultura –explica Juan Monterroso–. Intentamos ver qué hay de esencial en estas creaciones humanas, cuál es el sustrato común”.

Para ello, Monterroso ha dividido la muestra en diez salas, diez capítulos en los que la confrontación, este diálogo entre el arte sacro y la plástica moderna, es una constante que permitirá a los visitantes reflexionar sobre el sentido del arte y ver, por ejemplo, algunas de las piezas más importantes y desconocidas de la colección arzobispal, como el San Mateo esculpido por el Maestro Mateo en el coro pétreo, que en el siglo XVII fue sustituido por el famoso coro lígneo. Esta extraordinaria obra, junto a un tímpano anónimo de la capilla de Doña Leonor, del siglo XIV, por ejemplo, miran frente a frente a Picasso y a Chillida en la primera de las salas: ‘Tomando posiciones’. Así, el visitante ya sabe cuál es el reto: ahondar en el arte como camino de pensamiento y de espiritualidad. Lo verá en la segunda sala también, dedicada a ‘Imágenes incómodas’, con trabajos de dos artistas gallegos de renombre, sugestivos y polémicos, como son Castelao y Francisco Leiro, con el contrapunto del Santiago Matamoros, atribuido a Domingo de Uzal (s. XVIII). Mientras que en la tercera sala, ‘Estado de las pequeñas cosas’, destaca otro Santiago Matamoros, el de la duquesa de Aveiro, hermosa pieza de orfebrería, junto a distintas obras medievales, como la Reconvención de Adán y Eva, atribuido al Maestro de la Traición, o la Capa pluvial de Santa Isabel de Portugal, de Gonzalo Luaces, que exigen afinar la mirada hacia el detalle. ‘Con vocación de estilo’ es la cuarta sala, en la que el Santiago sedente del Altar Mayor de la Catedral de Santiago, de Juan Antonio García Bouzas, discípulo de Lucas Jordán, cobra protagonismo. Obra sorprendente de un pintor tan celebrado en su momento, el siglo XVIII, como ignorado hoy día. Isaac Díaz Pardo, Antonio Rodeiro o un surrealista tardío como Urbano Lugrís muestran aquí sus referentes, desde Goya y Caravaggio a Ferreiro.

Significados diferentes

El quinto paso, ‘La liturgia de lo cotidiano’, incluye la Traslación del cuerpo de Santiago de Iria a Compostela, del manierista Gregorio Español; el Pescador Napolitano, un cartón de finales del XVIII de José del Castillo, y el polémico retrato de Franco, de Tino Grandío, tres obras en busca de otras lecturas, de significados diferentes a los que aparentan. Mientras que la sexta sala, bautizada como ‘En el tiempo y en el espacio’, opone obras contemporáneas de Manolo Paz o Jorge Barbi con un fuste entorchado anónimo de la antigua fachada de la Catedral de Santiago o la Tabla de la Resurrección y Virgen con el Niño, ambos de Juan Bautista Celma (s. XV).

“No es posible ignorar el juego, lo mismo que no es posible ignorar la música. Ambos nacen con el ser humano y lo acompañan a lo largo de su existencia como elementos constantes y continuos”. Con este texto arranca la sala ‘Tiempo de Músicas y Juegos’, que acoge la obra de artistas como Goya (El majo de la guitarra) o Luis Seoane (Músico frente al mar), completados con una obra inesperada por su calidad como Juego de bolos, de David Teniers el Joven (s. XVII).

En ‘El origen del Mundo’, octava sala, se muestra cómo el arte siempre ha servido para reflejar y reproducir valores, pero, también, prejuicios compartidos por la sociedad, como los arquetipos de la mujer. Mujeres vistas por el arte por los siglos de los siglos: de la mirada desde distintos ángulos del siglo XX de Elvira Santiso, Julia Minguillón o Carlos Maside a otras más clásicas como la Chica del tiesto, de Fernando Álvarez de Sotomayor (s. XIX) y la Virgen de la Leche, de La Roldana (s. XVII). El místico, de Darío Villalba, expresa cómo la idea del dolor y la emoción es una constante en el arte como reflejo de la propia existencia del ser humano. La obra de Villalba da paso a la novena sala, ‘El dolor de una mirada’, en el que coinciden José Manuel Broto, Manuel Millares y Salvador Dalí (Les roses sanglantes) con un Martirio de san Andrés, atribuido a García Bouzas, y dos anónimos San Sebastián y Piedad. La exposición se cierra con ‘Sin escala’, última sala que atraviesa la idea de proporción y armonía, así como su ruptura hacia la exageración o la hipérbole. Es el referente del Coco y la Coca, las figuras que encabezan el tradicional paso de los cabezudos medievales de la Catedral, completadas con la mirada de Maruja Mallo, Valeska Soares o Rafael de la Torre Mirón. En definitiva, según José María Díez, deán de la catedral compostelana, este Año Santo “no está programada ninguna exposición comparable” a la que Caixa Galicia y el Museo Diocesano han concebido. “Esta exposición será para muchos inolvidable y batirá récords”, según los organizadores.

La intención es mostrar que existen nexos comunes a toda obra de arte independientemente de su procedencia. Y, singularmente, el origen espiritual del arte. Si había dudas, ahí está Santiago. Estará abierta hasta el 7 de noviembre.

jcrodriguez@vidanueva.es

En el nº 2.706 de Vida Nueva.

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