Shay Cullen:“El abuso sexual de menores tiene que ver con el abuso del poder”

Sacerdote irlandés “caza pederastas”

(Texto y foto: Carme Escales) Cuando Shay Cullen levantó en Filipinas una casa de acogida para niños y mujeres víctimas de la explotación y el abuso sexual, la prensa internacional empezó a referirse a él como “el cazador de pederastas”. Pero este sacerdote irlandés, que ingresó en el seminario después de haber finalizado sus estudios de Periodismo, no se considera cazador de nada. “Protejo y ayudo a reconducir sus vidas a mujeres, niños y niñas, a quienes la pobreza extrema hizo caer en manos de mafias que los explotaron en el mundo de la prostitución”, afirma. Las palabras de este sacerdote, nominado en varias ocasiones para el Nobel de la Paz, sellan su compromiso con los derechos humanos de mujeres y menores.

Desde que, en 1969, dejó su Irlanda natal para cumplir su primera misión en Filipinas, supo que deseaba trabajar cerca de la gente. Así fue como conoció de primera mano el negocio de la prostitución, paseando por las calles de Olongapo, una ciudad que durante años ha cosechado su reputación como uno de los destinos de turismo sexual más visitados de Asia. Una base naval norteamericana contribuyó a engendrar parte de ese negocio. Aquella instalación militar ya no existe. Gracias a una campaña liderada por él, fue desmantelada y transformada en un área de crecimiento económico.

Es sólo una de las acciones de un clérigo luchador que defiende la necesidad “de retornar al mensaje de Jesús. Él nos vino a decir que ayudáramos a los pobres y lucháramos por la justicia”, señala. Para promover el desarrollo de esa justicia y el bienestar de los más vulnerables, puso en marcha la Fundación Preda (People’s Recovery, Empowerment and Development Assistance Foundation, Inc. www.preda.org), en la que jóvenes adolescentes de la calle aprendían a fabricar cestos, sillas de mimbre y otros útiles para los hogares y, sobre todo, para su reconstrucción como personas. Su trabajo en las calles de Filipinas ha bordado en él un mensaje contundente: “El dinero de la prostitución viene de Europa y Norteamérica, y muchos de los que la alimentan están casados y tienen hijos menores. En todas partes hay pedófilos, también en las congregaciones religiosas, porque el abuso de menores tiene que ver con el deseo de imponer el poder, la necesidad de demostrar superioridad. Y de eso, Filipinas ha sufrido mucho desde su experiencia colonial”.

En los últimos años, el trabajo de este misionero columbano se ha centrado en ayudar a los campesinos más desfavorecidos a lograr precios justos por la venta de sus productos y garantías de crecimiento de sus plantaciones de mangos, bananas, piña y coco. Sabe que el equilibrio económico entre países pobres y ricos tiene en el comercio justo a un gran aliado. Cada vez que sube a un avión, lo guía la esperanza de que en Europa los establecimientos de comercio justo tomen su antorcha de la acción por la pobreza. Con su labor, se construye el puente hacia la dignidad en el campo que impedirá, en muchos casos, que nadie pueda utilizar esa pobreza como gancho para captar a menores y mujeres hacia las mafias que alimentan prostíbulos en las grandes ciudades. Cullen confronta a las autoridades y acompaña objetivos justos de políticos “buenos”, como llama a quienes hacen carrera política con deseos solidarios. Con ellos trata de implementar leyes que defiendan los derechos de la infancia. En el camino hacia un mundo mejor, aboga por grabarnos todos las palabras de su patrón, Santiago: “La fe, sin acción, es inútil”.

En esencia

Una película: Taken, de Pierre Morell.

Un libro: Passion and power (Shay Cullen).

Una canción: On the wings of freedom (Shay Cullen).

Un deporte: natación.

Un rincón del mundo: la Fundación Preda.

Un recuerdo de la infancia: la estricta educación.

Una aspiración: confrontar las mafias de internet con negocios sexuales.

Un deseo frustrado: no haber erradicado la corrupción política en Filipinas.

Una persona: Bono. Nos ha donado una canción para un documental.

Mi última alegría: esta entrevista.

La mayor tristeza: la muerte de mi madre.

Un regalo: música clásica.

Un valor: los derechos humanos.

Que me recuerden: por haber defendido durante toda mi vida los derechos humanos.

En el nº 2.703 de Vida Nueva.

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