Camino y albergue de la esperanza

Los franciscanos menores de Santiago de Compostela reabren el Centro Social Juan XXIII para los sin techo

(Texto y fotos: José Ramón Amor Pan) Estos días, fray Honrubia anda atareado buscando algo tan prosaico, pero tan necesario, como son calzoncillos y camisetas para que los hombres que acuden al albergue que él dirige a escasos 500 metros de la catedral de Santiago de Compostela puedan ducharse y mudarse. “Es impresionante –asegura Honrubia a Vida Nueva– cómo les cambia el humor una vez aseados y vestidos con ropa limpia. Se sienten mejor con ellos mismos, su autoestima sube y eso es algo fundamental. Por eso teníamos tantas ganas de poder facilitar este servicio. Es algo que hemos conseguido con las obras de remodelación”. Bajo el auspicio de los franciscanos menores, el Centro Social Juan XXIII viene prestando sus servicios en la ciudad del Apóstol desde 1969.

En el verano de aquel año, un grupo de franciscanos jóvenes, encabezados por fray Antonio Peteiro, entusiasmados y deseosos de prestar servicio, decidieron adecentar las instalaciones que habían albergado el noviciado, por entonces vacías, al haber sido trasladadas al convento de Ponteareas.

Busto de Antonio Peteiro

 

Fray Peteiro se refería así a la obra que acababa de comenzar: “Es una puerta abierta de nuestro convento hacia el mundo más pobre y sencillo. Que todos los necesitados que pasen por Santiago lo conozcan y utilicen y no duerman a la intemperie”. Actualmente, un busto situado a la entrada del centro recuerda a su fundador. Le recuerda hoy más que nunca, pues aquel joven franciscano que posteriormente llegaría a ser arzobispo de Tánger (1983-2005) y que sin duda fue un hombre de gran corazón que siempre tuvo como referencia a los más necesitados, falleció el pasado 25 de marzo.

Corría el 7 de marzo de 1971 cuando el albergue abría sus puertas a los más necesitados, con capacidad para 15 personas. A partir de 1983, cuando Peteiro se trasladó a Tánger, cogió el relevo de la dirección del centro fray Enrique Roberto Lista García. Éste fue viendo cómo año tras año el albergue se quedaba más y más pequeño y cómo se pasaban apuros para atender las necesidades de los sin techo. En 1988, con una inversión de seis millones de pesetas, se procedió a hacer unas obras que permitieron duplicar la acogida: de 2.000 personas atendidas por año, se pasó a más de 4.500, gracias, sobre todo, a la Obra Social de Caixa Galicia.

En 1998 asumió la dirección del centro fray Francisco Javier Honrubia Bonnín, un simpático asturiano que entró en la Orden cuando tenía ya 38 años (pasó de ser el jefe de Personal de la empresa familiar metalúrgica familiar, con más de 600 empleados, al convento), que anda siempre entre papeles (actualmente es el abogado de la Provincia franciscana de Santiago) y que confiesa que el Centro Social es la niña de sus ojos, porque “me hace sentir auténticamente franciscano”.

Un lugar caliente y acogedor

Constructor y arquitecto del centro

 

A finales de 2004, y en reconocimiento a tantos años de labor solidaria y trabajo social, el albergue recibía del Ayuntamiento compostelano el premio Vagalume, instituido para reconocer el trabajo que personas individuales y colectivos de la ciudad realizan con una clara vocación social. Por aquel entonces, los frailes empezaron a pensar en dar otro paso más en el camino: crear un centro de día donde los indigentes pudieran permanecer en un lugar caliente y acogedor, con un periódico que leer, una taza de leche caliente para tomar, una conversación agradable…, así como un servicio de orientación interdisciplinar y algunos cursillos, para que pudieran retomar las riendas de su vida. Todo ello requería una reforma de gran envergadura, que se inició en enero de 2009.

Finalmente, fue el pasado 5 de diciembre cuando el Centro Social Juan XXIII volvió a abrir sus puertas, aunque no sería hasta el 11 de enero cuando todas las obras se diesen por finalizadas completamente. Se han gastado en total 321.000 euros, el 60% a cargo de la Provincia franciscana de Santiago.

Inauguración del Centro Juan XXIII

 

En un recorrido por las instalaciones de la mano de fray Honrubia, quien desborda pasión en todas y cada una de sus palabras, se respira funcionalidad, modernidad y buen gusto por todas partes. “La sencillez y la austeridad no están reñidas con la estética ni con hacer las cosas lo mejor posible”, asegura Honrubia.

Y sigue explicando: “Los pobres no se merecen sólo lo que nos sobra, al contrario. Queremos tratar a las personas que usan nuestras instalaciones con la máxima dignidad posible, que se den cuenta de que son importantes para nosotros, así ellos aprenderán a respetarse y valorarse a sí mismos”.

El P. Honrubia, en uno de los dormitorios

 

“Queremos –explica Paco Castro Miramontes, el Superior del convento franciscano compostelano, que se suma también al recorrido de Vida Nueva por este recinto– superar lo meramente asistencial y tratar de construir un verdadero hogar, un sitio en donde las personas sin techo estén a gusto y podamos brindarles todos los apoyos que necesiten y que se merecen. Una labor más en profundidad. El bien vence al mal”. Impresiona oír esas palabras tan llenas de sabiduría en boca de un franciscano tan joven.

De repente, en medio de uno de los pasillos, un pequeño cuadro llama la atención: “El amor es el camino y el albergue de la esperanza”, se lee en el rótulo. Nada más apropiado para definir esta casa. Y es que en ella, al igual que la modernidad que se ha pretendido en las nuevas instalaciones, se respira fraternidad, mucha fraternidad. “Que estas personas no se sientan excluidas, queremos dignificar su propia vida para que se sientan miembros activos de la sociedad”, insisten.

Entre los usuarios que hay esta tarde por el centro está Manuel, un barcelonés de 44 años con ganas de encontrar pareja, que confiesa haber encontrado aquí mucho más que parada y fonda. Guitarrista a ratos, como él mismo se define, Manuel es un dibujante excelente (como podrán comprobar los lectores de Vida Nueva en la viñeta que acompaña este reportaje) y todo un crack de la informática (ahora mismo está dando un par de cursos financiados por el INEM sobre la materia), plenamente autodidacta y que está construyendo la página web del centro.

Los franciscanos menores de la ciudad compostelana no podían haber encontrado mejor forma para celebrar el recién terminado VIII Centenario de la Orden fundada por san Francisco, ni haberse preparado de manera más excelente para este Año Santo Jacobeo 2010, que con este renovado y ampliado espacio de caridad cristiana en acción.

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Carencias más allá de lo económico

El renovado Centro Social Juan XXIII tiene una superficie de 1.407,82 m2, distribuidos en tres plantas, con dormitorios para 25 personas (incluyendo uno para personas con discapacidad física), duchas y aseos, una sala de estar, un gran salón, consignas y taquillas para que los usuarios puedan guardar sus cosas, cuarto de lavandería y planchado, dos aulas de informática y otras dos para clases teóricas, dos despachos y una sala office. Sin olvidar una pista de deporte (de 1.238,54 m2).

Con una dotación presupuestaria anual de 250.000 euros, el centro cuenta con una trabajadora social, una administrativa, un encargado, un vigilante nocturno y dos empleadas de la limpieza, además de tres franciscanos y un importante grupo de voluntarios (una psicóloga, una abogada, un médico, una enfermera, un dentista y una peluquera) que llevan adelante las tareas del centro. Son profesionales que ponen su tiempo y su pericia gratuitamente al servicio de la promoción humana de los sin techo que aquí recalan. “Están al quite de nuestras demandas, en una dinámica de acción-reacción: lo que vemos, tratamos de solucionarlo lo antes posible”, señala Paco Castro.

Por si esto fuera poco, en este mes de abril comenzaba a funcionar un nuevo grupo de voluntarios especializados en el acompañamiento en el duelo. “Hay pobrezas más allá de lo económico y lo cultural, y vemos que se imponen vertiginosamente en la actualidad: queremos acompañar en el sufrimiento y la soledad”.

jramor@vidanueva.es

En el n º 2.703 de Vida Nueva.

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