Óscar Romero, bienaventurado y beatificado por el pueblo

Treinta años después de su muerte, se siguen poniendo obstáculos a la beatificación del arzobispo salvadoreño

peregrinación del pueblo en El Salvador por monseñor Romero

MARTIN MAIER, SJ, redactor jefe de la revista Stimmen der Zeit y autor del libro Óscar Romero. Mística y lucha por la justicia (Herder Editorial) | Las beatificaciones pueden revelar indicios de la dirección que toma la política eclesiástica. Hay que entender así la diligencia con que se procedió a la beatificación (1992) y la canonización (2002) de Josemaría Escrivá (1902-1975), fundador del Opus Dei.

Encarna un interesante contrapunto monseñor Óscar Arnulfo Romero, asesinado a tiros durante una eucaristía el 24 de marzo de 1980 –hace treinta años– por su resuelta dedicación en favor de la fe y la justicia en El Salvador. Este compromiso acercó a monseñor Romero, originalmente conservador y próximo al Opus Dei, a la Teología de la Liberación. Detrás de su muerte estaba Roberto D’Aubuisson, que dirigía el servicio secreto militar y los escuadrones de la muerte.

Inmediatamente después de su asesinato, se produjo algo así como una canonización espontánea por parte del pueblo de El Salvador. Cuando se pregunta a las gentes sencillas por el significado que tuvo Romero para ellas, la respuesta va siempre en la misma dirección: al igual que Jesús, dijo la verdad y nos defendió; por eso lo mataron. El obispo brasileño [de origen español] Pedro Casaldáliga lo expresó claramente en su famoso poema San Romero de América con estas palabras: “Pastor y mártir nuestro: ¡nadie hará callar tu última homilía!”.

A pesar de que el Gobierno siguió intentando callarle hasta fecha reciente, se ha convertido en un símbolo de la identidad nacional. Su imagen está en muchas chozas y casas. En una plaza principal de la capital de San Salvador, se eleva su busto en un lugar destacado.

Todos los años, en el aniversario de su muerte, se celebra una procesión conmemorativa en la que participan miles de personas y que culmina con una gran misa solemne en la plaza de la Catedral, donde el Ejército perpetró un baño de sangre durante su sepelio. Monseñor Romero sigue siendo actualmente un gran ejemplo también para los jóvenes de El Salvador.

Obstáculos por parte de ‘enemigos’

En 1990 se inició el proceso oficial de beatificación de Romero, cuya etapa diocesana se clausuró en 1996 y a continuación se elevó a Roma. Arturo Rivera y Damas, por entonces arzobispo, confiaba en que su predecesor fuese beatificado en el año 2000, con motivo del 20º aniversario de su muerte. Éste habría sido también un deseo personal de Juan Pablo II.

Sin embargo, desde diferentes frentes se han puesto y se siguen poniendo obstáculos a la beatificación de Romero. ¡Aún viven en El Salvador los miembros de la clase alta que brindaron con champán al recibir la noticia de su asesinato! También viven los instigadores pertenecientes al entorno de D’Aubuisson, responsables del asesinato.

Como los enemigos de Romero no consiguieron impedir en absoluto el proceso de beatificación, se empeñaron en falsificar su imagen. Con esta idea en mente, mezclaron su dedicación y las opiniones que vertió durante su etapa como arzobispo, con las anteriores a su conversión. Se le declaró “obispo piadoso y heroico protector”. Sin embargo, era evidente que la intención era llamar la atención hacia su solicitud caritativa por los pobres, a la vez que se ignoraba su profética condena de la injusticia.procesión popular en El Salvador en memoria de monseñor Romero

Desde 1988 hasta junio de 2009, el partido ultraderechista ARENA, fundado por D´Aubuisson, formó parte de todos los gobiernos. En agosto de 2009, el obispo auxiliar Gregorio Rosa Chávez se manifestó con sorprendente claridad acerca del papel que desempeñó este partido en el torpedeo de la beatificación: había “bloqueado de forma discreta, por todos los medios, el proceso de beatificación de monseñor Romero”.

No obstante, con el cambio de gobierno bajo el mandato del nuevo presidente Mauricio Funes, del partido FMLN surgido de la anterior guerrilla, se ha creado una nueva situación: “Esperamos que ahora cambien las cosas, pues todo el mundo sabe quién fue monseñor Romero; el pueblo ya lo ha canonizado y ahora sólo falta la palabra de la Iglesia”.

Opiniones divergentes también en la Iglesia

Las opiniones divergen también en la Iglesia y el Vaticano. Alfonso López Trujillo, cardenal de la Curia fallecido en abril de 2008, se pronunció con vehemencia hasta el final contra una canonización de Romero.

Por el contrario, Juan Pablo II insistió expresamente en que se mencionase el nombre de Romero durante un gran acto conmemorativo en honor de los mártires cristianos celebrado en el Año Santo 2000. Es evidente que en Juan Pablo II (que a comienzos de su pontificado había visto con censura y escepticismo el compromiso de Romero) se había producido un cambio en la manera de apreciar su persona.

¿Cuál es la posición de Benedicto XVI? Durante su viaje a Brasil en mayo de 2007, declaró a la prensa: “Ciertamente, monseñor Romero fue un gran testigo de la fe, un hombre de gran virtud cristiana, que se comprometió en favor de la paz y contra la dictadura, y que fue asesinado durante la celebración de la Santa Misa. Por tanto, una muerte verdaderamente ‘creíble’, de testimonio de la fe. Existía el problema de que una corriente política deseaba utilizarlo injustificadamente como figura de estandarte. ¿Cómo poner adecuadamente de manifiesto su persona, protegiéndola de esos intentos de instrumentalización? Éste es el problema. Las investigaciones están en marcha y espero confiado lo que diga al respecto la Congregación para las Causas de los Santos”.

Para Ricardo Urioste, quien fuera su vicario general, Óscar Romero sigue siendo hasta la fecha el ser más amado y el más odiado en El Salvador: “Es amado por los pobres, los humildes, los necesitados, por aquéllos que saben que él les sirvió; es odiado por los poderosos, los que detentan el poder económico, político y en un sentido más amplio. Por este motivo, creo que todavía va a pasar mucho tiempo hasta que sea canonizado. Quizás se le canonizaría más rápido si fuese a la inversa: si en vez de los pobres, le amasen los poderosos”.

¿Es posible que realmente exista, en este sentido, una diferencia entre ser bienaventurado y ser beatificado?

 

La Iglesia de El Salvador quiere que el proceso concluya pronto

VIDA NUEVA | En lo que fue su primera reunión de 2010, la Conferencia Episcopal de El Salvador decidió escribir una carta al papa Benedicto XVI para mostrarle su interés “por la pronta conclusión del proceso de canonización” de monseñor Romero. No fue ajena a esta decisión el hecho de que este año, concretamete el 24 de marzo, se conmemore el 30º aniversario del asesinato del arzobispo, que cayó fulminado cuando un francotirador le disparó mientras celebraba la eucaristía en el hospital de enfermos de cáncer La Divina Providencia. El mismo día en que se cumpla este aniversario, la Iglesia salvadoreña iniciará una serie de actos para recordar la memoria de monseñor Romero.

En este sentido, el actual arzobispo de San Salvador, José Luis Escobar, ha recomenado a sus compatriotas que oren y promuevan el “culto privado” para impulsar esta beatificación, sobre la que, aunque reconoció que “está avanzada” la causa, aún no hay nada concreto.

“Nosotros habríamos deseado que, en una fecha como ésta, se diera la grata noticia para todos de que monseñor Romero era declarado beato, pero no tenemos ninguna noticia”, afirmó el arzobispo.

En el nº 2.699 de Vida Nueva.

 

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