Víctor René Rodríguez Gómez: “Todos somos responsables del deterioro del tejido social”

Secretario General del Episcopado Mexicano

Víctor-René-Rodríguez(Texto y fotos: José Luis Celada) La Conferencia del Episcopado Mexicano (CEM) acaba de hacer pública una exhortación pastoral (Que en Cristo Nuestra Paz, México tenga Vida Digna) sobre la misión de la Iglesia en su país, que no sólo analiza las posibles causas y consecuencias de la actual situación de violencia, sino que –como afirma su secretario general, Víctor René Rodríguez Gómez– reconoce que “todos somos responsables del deterioro del tejido social”. De éste y otros temas ha hablado para Vida Nueva el también obispo auxiliar de Texcoco y durante tres años responsable de la dimensión Fuerzas Armadas de la CEM.

El estado de violencia, dolor y muerte que sufre su país, ¿está encubriendo otros problemas, o es sólo la punta del iceberg?

En el documento sobre la violencia y la inseguridad en México recién publicado, partimos de una visión de la realidad en la que observamos una descomposición, un deterioro del tejido social del que todos somos responsables, pues ha rebasado a la familia, la escuela, la Iglesia, el Gobierno… Por tanto, es un problema de México, de muchos países de América Latina y del mundo que debemos enfrentar como un problema de salud social.

Cuando el año pasado sufrimos la influenza, sumamos esfuerzos (escuelas, empresa, Iglesia, Gobierno…), y se vio la fuerza avasalladora de una sociedad unida, integrada, en la busca de solución a un problema grave. Como Episcopado, estamos buscando que las distintas instancias del tejido social seamos conscientes de que hemos compartido una responsabilidad; y, por tanto, la solución tiene que venir de una mayor participación de todos en la educación de las personas, pero también de las instituciones. Como Iglesia, estamos buscando que las familias, la escuela, las ONG y el Gobierno sumemos fuerzas para ese combate contra la violencia, que es el resultado de una descomposición del tejido social.

Efectivamente, la situación económica del país tiene mucho que ver con la necesidad de acometer reformas estructurales en educación, en lo económico… Pero si uno le pregunta a cualquier ciudadano por sus prioridades, qué espera recibir de un buen Gobierno, le dirá que seguridad; en segundo lugar, necesita empleo, salarios bien remunerados, que den oportunidad de educación a las nuevas generaciones y que garanticen que los que egresan de las escuelas puedan tener en un futuro un trabajo de acuerdo a su preparación. Es una tarea en la que toda la sociedad debe participar. Por ahí lo estamos orientando nosotros, reconociendo también una gran responsabilidad como Iglesia, para que la mayoría de los bautizados asuma su papel con una presencia cristiana en la solución de los problemas de la sociedad.

Pastoral militar

Y usted, que ha sido hasta hace poco responsable de la Pastoral castrense, ¿cómo se plantea esa presencia de la Iglesia entre los militares?

En México, tenemos una historia de separación Iglesia-Estado desde el siglo XIX. Al formar parte de un Estado laico, con un Ejército laico, en la mentalidad de la mayoría del pueblo y de algunos agentes de pastoral, las relaciones se plantean más bien todavía en términos de oposición que de complicidad. La experiencia es bastante nueva, y la ley reconoce que cada ciudadano tiene derecho a tener la religión que le parezca, pero reservándola prácticamente al fuero interno, lo cual establece unas condiciones muy concretas para la Pastoral militar en México. Sin embargo, a la apertura a la realidad de otros países, se unen el impulso misionero del Concilio Vaticano II y el desarrollo del Magisterio latinoamericano, que nos han hecho tomar mayor conciencia de que no se puede atender sólo a los fieles que vienen y nos piden un servicio pastoral, sino que hay que ir en busca de los que, siendo bautizados, tienen poca práctica de la vida cristiana.

¿Hasta dónde llegan las posibilidades evangelizadoras en ese ámbito?

Víctor-René-Rodríguez-2En la gran mayoría de la población católica de México hay mucho más de tradición y de herencia familiar que de un protagonismo real de cada  bautizado como miembro de la Iglesia. Lo mismo sucede en el Ejército, pero, dadas las condiciones de la ley, tenemos vetada la posibilidad de acceder a las instalaciones y a la vida de los militares. Nuestra relación es, pues, totalmente misionera. Estamos llegando a través de los niños que buscan los sacramentos de Iniciación, de las familias de los militares y de ellos mismos en sus horas fuera de servicio.

Las ‘narcolimosnas’, el oscuro episodio del asesinato del cardenal Posadas… ¿Por qué las constantes denuncias de la Iglesia contra la violencia que generan el narcotráfico y el crimen organizado, como este nuevo pronunciamiento de la CEM, no han acabado con la sombra de la duda y la sospecha sobre su supuesta implicación en esos sucios negocios?

Definitivamente, son sospechas gratuitas. Se piensa que la muerte del cardenal Posadas tuvo que ver con su oposición al narcotráfico. De hecho, tenemos algunos sacerdotes mártires anónimos que, por su lucha directa contra el ‘narcomenudeo’, han sido atacados en su integridad física, desprestigiados y calumniados. Comprendemos que es una fuerza demasiado grande, en la que hay involucradas muchas personas (desde el ‘narcomenudeo’ hasta los grandes distribuidores), pero la Iglesia siempre ha sido clara en la denuncia del fenómeno, aunque no tenemos a veces los elementos, ni nos toca ser policías para denunciar a nadie.

En cuanto a las ‘narcolimosnas’, son acusaciones gratuitas, sin fundamento. En México, la Iglesia y sus ministros han vivido siempre de la voluntad del pueblo, pequeños óbolos de gente sencilla, que, sumados, permiten la formación de ministros, los programas asistenciales o la difusión del Evangelio por distintos medios. Pero ni dependemos del Gobierno ni de grandes empresarios, ni mucho menos de ofrendas oscuras.

¿Qué opina de la creciente militarización y del incremento del gasto militar del continente latinoamericano?

Si lo que alimenta el narcotráfico es el consumo, eso hace también que sea una fuerza económica demasiado fuerte, que ha penetrado no sólo en las policías, sino también a ciertos niveles de Gobierno o de cargos públicos. Una de las instituciones de mayor credibilidad en América Latina y, concretamente, en México, juntamente con la Iglesia, es el Ejército. Y en este momento puede hacer una labor de blindaje frente a la corrupción, el narcotráfico y la delincuencia organizada, pero somos conscientes, como la mayoría del pueblo, de que los militares no han sido preparados como policías y de que su labor, por tanto, es paliativa y temporal.

Misión permanente y global

¿Cómo puede la Iglesia mexicana servir mejor a su pueblo en este 2010?

El Magisterio latinoamericano y, fundamentalmente, la Gran Misión Continental nos marcan el camino: una misión diferente, que es permanente y global. Es la toma de conciencia de que la Iglesia es, sobre todo, misionera. Y en México eso tiene que ver con la búsqueda de los bautizados que no están practicando, pero que representan un gran potencial para influir positivamente en la cultura y la historia del país. Y tiene que ver con aportaciones como el documento que hemos sacado, que no sólo denuncia los hechos, sino que recoge una serie de propuestas, y en el que los obispos somos los primeros en reconocer la necesidad de una participación más activa. En él aportamos elementos para que el Gobierno y las instituciones puedan valerse también de lo que percibimos en nuestro contacto diario con el pueblo. Ahí tenemos un papel muy importante, porque la Iglesia sigue siendo una de las instituciones con mayor credibilidad del país. Y estamos tratando de ser responsables con esa encomienda y esa confianza del pueblo.

En el nº 2.697 de Vida Nueva.

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