Peter Turkson: “La pobreza no es sólo falta de dinero”

Presidente del Pontificio Consejo Justicia y Paz

Turkson(Darío Menor) El cardenal ghanés Peter Kodwo Turkson, flamante presidente del Pontificio Consejo Justicia y Paz, es uno de los africanos más respetados en la Iglesia. Arzobispo emérito de Cape Coast y relator del último Sínodo para África, es un hombre de su tiempo, con valor para señalar a Occidente como culpable de algunos de los problemas que sufre África. Reclama la justicia social, no la caridad, y exige límites morales y éticos al capitalismo, que gobierna el mundo con su avara búsqueda del beneficio por encima de cualquier otra consideración. Este cardenal sin miedo a la sonrisa aporta una nueva explicación al recelo del Primer Mundo frente a la inmigración: la angustia por un cambio en la sociedad debido a la bajísima natalidad de los locales y al gran número de hijos de los extranjeros.

¿Qué impacto puede tener el reciente Sínodo para África en aquella Iglesia?

Turkson-2La Iglesia africana afronta diversos desafíos, de los que hemos hablado en profundidad durante el Sínodo. El desafío religioso viene del encuentro con el islam, con las creencias tradicionales, entre ellas el vuduismo, y con los movimientos cristianos evangélicos, que cuentan con el apoyo de grupos de los Estados Unidos. La población se siente, en cierta manera, atraída hacia estas Iglesias, que cuentan con importantes fondos económicos. En el Sínodo, la Iglesia universal se ha reunido para considerar la situación de la Iglesia africana. No fue, por tanto, un asunto sólo de los católicos de África, sino de todo el mundo. La cuestión de base es ser y hacer Iglesia. Nada más y nada menos. Hay que hacer Iglesia a través de lo que siempre ha hecho: la predicación del Evangelio y encomendarnos a Dios a través de la oración. Cuando el Santo Padre dice que la Iglesia tiene que crecer en África, y se refiere a ella como un pulmón, debemos tener en cuenta que la Iglesia debe saber ser ella misma. Hay que saber transformar el ambiente actual a través de la gracia de Dios. Esto se hace, primero, con la conversión, que es una experiencia de base. En África, como también ocurre en Europa y en otros lugares, existe el riesgo de sustituir la experiencia de la conversión por el estudio del Catecismo. Son dos cosas diferentes. Debemos darnos cuenta de la importancia de la conversión, de que la persona acepte la llamada evangélica de Jesús. En el Sínodo hemos renovado las cuestiones tratadas en la anterior Asamblea de los Obispos para África, hemos subrayado la unión como pueblo de Dios entre las distintas tribus y nacionalidades.

Justicia sanadora

¿Cómo se han tratado las cuestiones de la reconciliación y de la justicia?

No merece la pena hablar de comunión si no existe una reconciliación previa. Para ello, hay que alcanzar primero la justicia, que es la que sana las heridas. Cada relación humana tiene sus exigencias. Si somos capaces de satisfacerlas, nos dirigiremos sobre la vía de la justicia. Hemos hablado de estas cuestiones en el Sínodo sin olvidar tratar otro nivel, como es la relación entre la población y los empresarios, entre los obreros y los patronos. Estas relaciones deben ser justas y conducir hacia la paz. El objetivo de este Sínodo es intentar estudiar los elementos que pueden ayudarnos a vivir como una Iglesia en comunión con el Papa y entre nosotros como familia de Dios.

Uno de las responsabilidades del dicasterio que usted preside es la lucha por la justicia social. ¿De dónde vienen las principales dificultades en este trabajo?

Cuando se describe una cultura como pobre debemos prestar atención. La pobreza no es sólo falta de dinero. Hay personas que no tienen recursos económicos pero que disfrutan de una vida llena de satisfacciones. Son felices y no sienten que padecen necesidades. Visto desde fuera, se concluye que es pobreza todo lo que no sea vivir con los parámetros occidentales. El bienestar no sólo se identifica con la presencia de dinero: hay muchos ricos que no están contentos con sus vidas y también  hay personas que no tienen una cuenta corriente y son felicísimas. La situación podría ser más favorable en estas naciones en donde no hay tanto dinero si existiese seguridad alimentaria y fácil acceso a las medicinas.

¿La cuestión clave es, entonces, la justa distribución de la riqueza?

Turkson-3Durante mucho tiempo hemos luchado para que los agricultores tengan acceso con sus productos al mercado mundial. Tanto en Europa como en los Estados Unidos ayudan a sus campesinos con subvenciones que no existen en las naciones menos desarrolladas. Aunque hagan el mismo trabajo y cultiven los mismos productos, el acceso al mercado no es igual de fácil para los agricultores occidentales que para los africanos. Además de las subvenciones, está la cuestión de los aranceles. El comercio mundial está marcado por estas consideraciones, en las que los productores de los países pobres están en desventaja. Este desequilibrio es una de las causas de la pobreza.

Ética y capitalismo

¿Quién tiene la culpa de estos desequilibrios, el sistema capitalista?

Sí, se puede decir eso en parte. El sistema económico mundial está gobernado por la búsqueda del beneficio: ésta es el alma del capitalismo. Hay que controlar este ansia por las ganancias por medio de la moralidad y la ética ya que, de lo contrario, se convierte en algo exagerado. Cuando la búsqueda del beneficio es la ambición principal, la persona no llega ni a darse cuenta de los efectos que esa ambición provoca. La falta de atención a las consecuencias es otra de las grandes causas de pobreza. Por ejemplo, cuando una compañía minera va a un país africano y tala un bosque, ni se plantea que, cuando acabe la explotación, deja allí un enorme agujero donde la gente ya no puede vivir ni obtener recursos. La compañía sólo se lleva la riqueza, el mineral, y deja un medio destrozado, donde la población ya no puede ganarse la vida y depende de las ayudas exteriores para poder alimentarse. Es así también como se siembra la pobreza.

¿Son los llamados Estados fallidos, como Somalia o Haití, consecuencia extrema de esta situación?

No soy especialista en política somalí o haitiana. En Somalia, sus problemas pueden tener, además, la influencia de la falta de autoridad central, que tal vez está relacionada con su religión. Les resulta muy difícil a los distintos jefes ponerse de acuerdo para construir juntos el país. Cada imán es el líder de quienes van a su mezquita, pero resulta difícil crear una autoridad por encima.

¿Y en Haití?

Allí, la situación es diferente. Debemos recordar que ese país se encuentra en una parte de una isla; en la otra mitad, la República Dominicana, no existen los problemas haitianos. Hay que intentar explicarse por qué las cosas van bien en una parte de la isla y no tan bien en la otra. Tiene que ver con la historia de la política haitiana y con la falta de recursos. Ahora, con el terremoto, la situación es todavía más difícil. La mejor forma de ayudar a los haitianos tras el seísmo es establecer una suerte de Plan Marshall. Así, esta tragedia podría convertirse en una bendición. Haití podría tener un nuevo inicio, con viviendas e infraestructuras nuevas y capaces de soportar terremotos. Si el mundo estuviera dispuesto a poner en marcha un plan de estas características significaría un cambio importante para los haitianos.

¿Sería ésta la mejor estrategia para combatir la pobreza crónica de tantas otras naciones?

Turkson-4Es imposible hacer un Plan Marshall para cada país. Hay tantísimas naciones en una situación como la que vive Haití… El terremoto nos ha ofrecido la posibilidad de hacer algo nuevo, de marcar un punto de inflexión. De esa manera, muchos países pobres podrán ver que se puede ir en esta dirección para cambiar las cosas. Hace falta un cambio en el liderazgo para provocar un cambio en las naciones subdesarrolladas. Si los políticos tienen realmente una visión positiva del país se puede mejorar mucho la situación. De esto también hemos hablado en el Sínodo. Hay que centrarse en el bienestar de la gente, desempeñando un liderazgo que impulse medidas en este sentido.

Una de las consecuencias de la pobreza es la emigración. ¿Qué le parece la postura que Occidente tiene hacia los inmigrantes?

Siempre ha existido la inmigración. Es un fenómeno universal que es sólo percibido como problema cuando una determinada zona del mundo la encuentra inconveniente. ¿Cuántos antiguos europeos forman hoy parte de la población de Argentina o de los Estados Unidos? El movimiento de personas de un lugar a otro ha sido algo que ha existido desde siempre en la historia de la humanidad. Lo que pasa es que, ahora, algunas naciones reaccionan de manera diferente respecto a los inmigrantes de un país o de otro. No hay más que ver las diferencias al pasar el control de pasaportes en los Estados Unidos siendo africano o siendo europeo… La emigración siempre ha estado en curso; sólo ahora se diferencia entre las poblaciones que son aceptables y las que no lo son.

¿De dónde nace la criminalización de los inmigrantes?

Las nuevas leyes sobre la inmigración están relacionadas con la demografía. El sistema demográfico está creando ansia y preocupación en Occidente. Ha caído drásticamente la natalidad, que es la que sostiene a una población. Se teme que ésta cambie con la llegada de inmigrantes, que tienen, además, muchos hijos. Existe esta preocupación, aunque aún no se la ve como un motivo para estar en contra de los inmigrantes. En el pasado, nadie se planteó que fuese un problema que los musulmanes construyesen mezquitas en Europa con minaretes. Ahora sí que lo es. Hay otro factor, que es la conexión que se hace entre ciertos países pobres y terrorismo. Eso contribuye a que las puertas se cierren aún más. El motivo para la criminalización, pues, no es único.

El Pontificio Consejo Justicia y Paz trabaja también por la promoción de las mujeres. ¿Cree que éstas cuentan hoy con suficiente representación en la Iglesia? ¿Cómo se las puede promocionar en la sociedad?

Turkson-5Si se identifica la situación de las mujeres como injusta, entonces es responsabilidad de este dicasterio. Le respondo a su pregunta hablándole de África. Allí, la administración de la Iglesia no incluye a muchas mujeres, aunque en la sociedad sí que ocupan cada vez un papel más importante. Esto se debe, en parte, a la educación que se exige para desempeñar puestos de decisión. Tradicionalmente, las mujeres han tenido menos acceso a la educación que los hombres, pero ahora que ha empezado a crecer, también aumenta su presencia en cargos importantes. La situación mejorará en los próximos años. Hay, además, una paradoja: la economía doméstica en las familias africanas está gestionada por las mujeres.

¿Cuál es la situación del catolicismo hoy en África?

Muchas veces se habla de África como si fuera un pequeño país, por lo que es importante reconocer el hecho de que este continente es, tras Asia y América, el tercero más grande. Este tamaño supone una enorme diversidad, que también es evidente en el catolicismo africano. Al hablar de la Iglesia hay que tener en cuenta tres contextos regionales.

¿Cuáles?

El primero es el norte, donde la mayoría de la población es de origen árabe y su religión es el islam. Allí la Iglesia existe casi sólo como una Iglesia para extranjeros. El carácter del ministerio del apostolado es de presencia. No se intenta realizar la evangelización y la conversión porque, además de ser difícil, está prohibido por ley. La Iglesia tiene frente a sí esta situación y debe mantener su presencia. Más al sur se llega a la zona tropical; hablo de los países subsaharianos. Allí hay un crecimiento de la Iglesia. Cuando se habla de la expansión de la Iglesia africana, de la Iglesia de mañana, se tiene en cuenta esa zona. Es cierto que el catolicismo crece, pero eso no significa que no deba afrontar desafíos. Uno de ellos es el islam, también en expansión y que pretende hacer de toda África tierra musulmana. Otro desafío es el de las religiones tradicionales. Los seguidores de estas creencias siguen existiendo. La Iglesia debe moverse entre estos dos movimientos.

¿Y el tercer contexto?

Es el de la parte más meridional del continente, especialmente Sudáfrica. Hay que recordar que esta zona estuvo durante muchísimo tiempo dominada por el régimen del apartheid. La Iglesia con mayor presencia era la Iglesia refor- mista holandesa. El catolicismo existe allí, pero es una pequeña minoría con unas enormes ganas de crecimiento. Espera poder ocupar un espacio más destacado en la vida y en la sociedad de aquel país.

dmenor@vidanueva.es

En el nº 2.697 de Vida Nueva.

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