“Laicos y sacerdotes no se anulan, se complementan”

En pleno Año Compostelano, Santiago alberga las XXX Jornadas de Apostolado Seglar

Jornadas-apostolado-seglar(Miguel Ángel Malavia) Coincidiendo con el Año Jubilar Compostelano, las tradicionales Jornadas de Apostolado Seglar, que este año han cumplido su 30ª edición, tuvieron lugar en Santiago de Compostela. Convocadas por la Comisión Episcopal de Apostolado Seglar (CEAS), entre los días 20 y 21 de febrero, fueron presididas por Julián Barrio, arzobispo de Santiago y presidente de la CEAS. Éste estuvo acompañado por los obispos Antonio Algora (Ciudad Real), Elías Yanes (emérito de Zaragoza), Manuel Sánchez Monge (Mondoñedo-Ferrol) y Atilano Rodríguez (Ciudad Rodrigo).

Como bien destacaron los presentes, 75 en total, uno de los puntos principales del encuentro fue la disertación sobre la formación laical. En este sentido, se analizó la situación actual del Itinerario de Formación Cristiana para Adultos, uno de los grandes proyectos de la CEAS en los últimos años. Además de una ponencia para tal fin, a cargo de Beatriz Pascual, coordinadora del Equipo General de Acompañantes del Itinerario, Elías Yanes recordó que éste es “un instrumento” y que “ninguna metodología puede suprimir el esfuerzo”, a la vez que ensalzó la importancia de iniciativas como ésta, que “significan una renovación profunda de la vida de los cristianos en la Iglesia”.

En declaraciones a Vida Nueva, Antonio Cartagena, director de la CEAS, hizo balance de las Jornadas con la perspectiva de estas tres décadas de trabajo, extrayendo los puntos más positivos y los que aún permanecen pendientes: “Los mayores avances han consistido en la creación de un ambiente de comunión eclesial y de trabajo sinodal, así como un mayor conocimiento entre las delegaciones y las asociaciones. Nos quedan pendientes el generar una comunión aún mayor y el tener una mejor presencia en todos los ámbitos sociales”. En su opinión, esta presencia pública “no se puede dar sin una formación básica seria, así como sin mirar más a lo común, a lo que nos une, que a lo específico de la delegación o del movimiento”. Esta actuación sería la idónea “para no encerrarnos en nosotros mismos, sino para dar un testimonio real y objetivo”.

La tarea de acompañar

Aparte del especial carácter jubilar de estas últimas Jornadas, las mismas también giraron en torno a otro gran acontecimiento eclesial de absoluta actualidad, el Año Sacerdotal. De ahí el lema del encuentro: Presbíteros y laicos, peregrinos hacia la Luz. Y el título de una de las ponencias, a medio camino entre estos dos grandes hitos eclesiales, El sacerdote peregrino-acompañante con los laicos, a cargo de Juan Bautista Andrés, delegado de Apostolado Seglar de Tortosa. En este sentido, Julián Barrio comparó el sentido de la peregrinación con la “consciencia clara de llegar a una meta, que tiene que orientar todos los pasos que estamos dando en la preocupación de que los laicos ejerzan el sacerdocio común que tienen, y que lo ejerzan con toda dignidad, conscientes de que el sacerdocio ministerial está en función y al servicio del sacerdocio común”.

Del mismo modo, Antonio Cartagena considera que, para el sacerdote, “acompañar no es ser el líder, ni el jefe, sino el que va al lado izquierdo, al derecho, por delante… Tampoco es el que ‘deja la llave de la iglesia al laico’ y él se abandona en otras tareas. El eje es Jesús con los discípulos de Emaús. El modo más eficaz es ser uno mismo, en la medida en que el laico es más laico y el sacerdote es más sacerdote. Uno a otro no se anulan, sino que se complementan”.

 

UNA PRESENCIA CRECIENTE

Con la vista puesta en el gran impulso que se originó en la etapa conciliar, Antonio Cartagena está satisfecho de la posición que los laicos ocupan hoy en la Iglesia: “Sólo en la CEAS, hay registradas 85 asociaciones de fieles laicos”. Claro que “hay mucha variedad y dispersión”, dice, pero “gracias a Dios, ahora ya se reconoce que ninguna puede, ni debe, ir por libre”. En cuanto al grado de responsabilidad de los laicos en la tarea evangelizadora, encuentra luces y sombras: “Laicos responsables y maduros en su fe hay muchos. Pero hay menos en el ámbito político, sindical, cultural o laboral. De ahí la necesidad de un laicado bien formado para poder ‘salir a la intemperie’. Siempre será mayor la labor que hace falta que los laicos que la realizan. Por eso, es necesario no conformarnos con ser pocos y buenos, sino que debemos ser muchos más y mejores”. “Lo que se testimonia es la santidad, no las planificaciones”, concluye.

En el nº 2.697 de Vida Nueva.

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