Munilla: “Me presento ante vosotros pobre y humilde”

El nuncio demanda “acogida” para el nuevo obispo de San Sebastián en su toma de posesión

Nombramiento-Munilla(Vicente L. García– San Sebastián) Frío y calor podrían ser los términos que mejor resuman la jornada de la toma de posesión de José Ignacio Munilla como obispo de San Sebastián, el pasado día 9. Frío climatológico, con la nieve como protagonista y causante de retrasos y ausencias. Aún así, y ante la expectativa de una fría acogida, el abarrotado templo del Buen Pastor ofreció una reseñable acogida al nuevo titular,  que tuvo sus momentos más emotivos en la calurosa ovación, algo más de 10 minutos, que logró emocionarle, y en la prolongada procesión de fieles que se acercaron a estrechar la mano del nuevo prelado de San Sebastián.

En la celebración hubo continuos llamamientos a la comunión, en clara referencia a las diversas reacciones suscitadas por la designación de Munilla, y de manera particular, por las surgidas entre los propios sacerdotes guipuzcoanos (el 77% de los párrocos firmó una carta en la que no le consideraba “la persona idónea” para el cargo). Así, el propio nuncio Renzo Fratini, en su primera ceremonia de estas características que preside en España como legado papal, demandaba a los fieles de la diócesis vasca “acogida” para el recién llegado y hacía una llamada a “la unidad que se expresa en la concordia y la estima mutua”; o las palabras del obispo emérito Juan María Uriarte, quien ofreció a su sucesor “cercanía y apoyo”.

El momento más esperado era el de la primera homilía de Munilla como obispo de su tierra. Y no defraudó. No fue extensa, utilizó el euskera en aquellos párrafos en los que de manera más expresa se dirigía a sus nuevos diocesanos: “Gipuzkoako eliztar maiteok: queridos fieles de Guipúzcoa: Mi intención es la de entroncarme plenamente en el recorrido de nuestra diócesis”, les decía; en diversos momentos ofreció perfectos titulares: “Me presento ante vosotros pobre y humilde”; “Nada busco por mi cuenta y sólo le pido a Dios ‘acertar’, ser instrumento suyo en la construcción de su Reino”…

Por otro lado, el recurso epistolar y la cuasi fábula del borriquillo de la entrada en Jerusalén fueron dos golpes de efecto perfectamente ubicados en el discurso. Así, la lectura de una carta recibida con motivo de su nombramiento –y “que me ha llegado especialmente al alma”–, una “hoja de ruta” en la que un diocesano le apuntaba los que, a su juicio, deberían ser los focos de atención pastoral, y que Munilla asumió como propia, causó su efecto; lo mismo que la imagen del borrico utilizada para presentarse como portador de Cristo en la siguiente reflexión: “¡Qué absurdo hubiese sido que quienes salieron a las calles, aquel Domingo de Ramos, batiendo sus palmas y cantando cánticos de alegría, lo hubiesen hecho por el simple motivo de que el borrico les resultase simpático! ¿Y qué decir de los habitantes de Jerusalén, si se hubiesen resistido a recibir a Jesucristo, porque no les gustaba el asnillo sobre el que venía montado?”.

vlgarcia@vidanueva.es

En el nº 2.691 de Vida Nueva.

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