Un español global

La ‘Nueva gramática’ enmarca por primera vez el uso del idioma en 22 países

Los directores de las Academias de la Lengua Española, durante la presentación de la obra

Los directores de las Academias de la Lengua Española, durante la presentación de la obra

(Juan Carlos Rodríguez) La historia viene a ser breve. La primera edición de la Gramática de la Real Academia Española se publicó en 1771, y hasta 1924 no se amplió y actualizó. Levemente modificada en 1931, desde entonces ha permanecido invariable. En 1973, publicó la Academia el Esbozo de una nueva gramática de la lengua española, un intento de renovación que no llegó a puerto alguno pero que tenía un único referente: el español hablado en España.

No fue hasta 15 años después, en el XI Congreso de las Academias de la Lengua Española, celebrado en Puebla de los Ángeles (México) en noviembre de 1998, cuando la Academia Chilena instó a la RAE a emprender con urgencia la redacción de una gramática académica que cruzara las fronteras y los mares del español: “En la que los hablantes del mundo hispánico y también los especialistas pudieran encontrar la descripción de las características gramaticales de la lengua española a lo largo y ancho de su territorio, así como la respuesta a posibles dudas sobre cuestiones normativas. Se diferenciaría de las anteriores en la atención que debería prestar al español de América, en la línea de la nueva política lingüística panhispánica impulsada por la Real Academia Española, y también en el grado de detalle con que se analizarían las construcciones gramaticales y los usos lingüísticos”. Y ése ha sido, exactamente, el resultado: por primera vez en la historia de la filología hispánica, se ha elaborado una Nueva gramática de la lengua española (Espasa), preparada conjuntamente por las 22 Academias de la Lengua Española.

Unidad

Es decir, según la propia lectura que hace el director de la RAE, Víctor García de la Concha: “Es una obra integradora que permitirá a los hispanohablantes comprobar lo que comparten con los demás y lo que es propio de su país, además de suponer un gran ejercicio de las 22 academias al servicio de la unidad de la lengua”. En otras palabras, según el académico Ignacio Bosque, que ha coordinado 11 años de ingente trabajo como ponente de la Nueva gramática: “Esta obra colectiva presenta un mapa de la unidad y de la variedad del español en el ámbito de la gramática, ilustra las construcciones con ejemplos que proceden de muy diversas fuentes y valora tanto la corrección como la propiedad de los usos analizados”. Es, por tanto, la primera gramática verdaderamente panhispánica, en consonancia con la Ortografía (1999), con el Diccionario panhispánico de dudas (2005) y con el Diccionario de la Lengua Española, que en la última edición (la 22ª) se ha visto enriquecido con voces y acepciones propias de los territorios ultramarinos.

¿Qué hay en una Gramática? Muy básicamente: la descripción de los sonidos de una lengua (fonética y fonología), de la estructura interna de las palabras y sus constituyentes (morfología) y de las relaciones entre palabras (sintaxis). Es decir, sin salir de la Real Academia Española, si el diccionario acoge las piezas con las que se construye el idioma –el vocabulario–, la gramática contiene la forma de modificarlas y combinarlas. Pero adentrémonos en ella por partes. Primero, las 3.885 páginas y los 120 euros de los dos volúmenes (Morfología y Sintáxis) presentados por la RAE y la Asociación de Academias de la Lengua, no deben asustar. El plan general de la obra comprende tres diferentes versiones, según el consumidor final. Esta primera entrega, más el futuro tomo tercero dedicado a la Fonética y Fonología –en principio, dentro de tres meses, y que se publicará junto a un DVD con las pronunciaciones del español en diferentes países–, es una obra detallada, incluso minuciosa; el referente dirigido, básicamente, al lingüista y a la enseñanza universitaria. A ella seguirá, en un segundo paso, un Manual de, aproximadamente, 700 páginas, previsto para la próxima primavera, a precio más asequible y dirigido a profesores y estudiantes de español de niveles no universitarios, así como a cualquier hispanohablante que quiera profundizar en el correcto uso de la lengua. Y, por fin, una Gramática básica para el gran público y el ámbito escolar, con unas 250 páginas, que saldrá antes de un año.

Nueva-gramáticaAsí que no hay que desesperarse, porque, como afirma De la Concha, “queremos llegar a todo el mundo”. Y la propia palabra “mundo” no es una metáfora: porque ésta es la primera gramática del español global. “El español es hoy lo que es por la cantidad de hablantes de los que dispone –describe Humberto López Morales, secretario de la Asociación de Academias de la Lengua– y por la relativa homogeneidad lingüística de la que goza. En efecto, se trata de una lengua hablada por muchas gentes en diversos países del mundo. Este hecho, sin embargo, no tendría demasiada importancia si todos estos hablantes —ya más de 400 millones— pertenecieran a una misma entidad política nacional, pero estamos ante una amplia dispersión que abarca 18 países que la tienen como lengua oficial única —aunque en algunos casos, como el de México, este hecho no tenga constatación en el texto de sus constituciones—, más otros tres, en los que es lengua cooficial”.

Es, por tanto, una gramática que cartografía el español hablado en estos 21 países más Estados Unidos, con sus variantes geográficas y sociales. “Ha supuesto la consolidación definitiva de la política lingüística panhispánica. Es una obra colectiva y consensuada. Las Academias americanas la consideran absolutamente suya”, asegura García de la Concha. A partir de ahí, el novelista y también académico Antonio Muñoz Molina es quien expresa la esencia de la Nueva Gramática: “Las gramáticas y los diccionarios no están para decirle a la gente lo que es o no es correcto, sino para mostrar cuál es el estado de la lengua, y cuál es la forma en que la lengua es hablada por la mayor parte de nosotros. La lengua la hace todo el mundo, no la gobierna la Academia, y no es un instrumento sagrado, sino una herramienta”.

¿Pero cuál es exactamente su contenido? No es una gramática teórica, sino que, básicamente, presta especial atención a la descripción de las principales variedades fonéticas, morfológicas y sintácticas de todas las áreas hispanohablantes, así como a los matices de significado y las condiciones de uso que caracterizan un gran número de construcciones lingüísticas. Todo ello, para hacer compatibles las recomendaciones de carácter normativo que contiene con la descripción de los usos particulares y de las variantes de registro. Así pues, su gran valor está implícito en la batería de ejemplos que posee: 40.000, la mitad de ellos construidos ad hoc. Los restantes, son citas entresacadas de 3.767 libros.

En cualquier capítulo hay un sinfín de pruebas de la diversidad del español, como sucede, por ejemplo, en el apartado de los adverbios adjetivales, que “poseen más vitalidad” en América que en España. “Una pena, porque cantaba bonito y en varios idiomas”, escribe Bryce Echenique en La vida exagerada de Martín Romaña. Esta cita ilustra el uso de adverbios adjetivales, presentes en expresiones como “bañarse sabroso”, “hablar claro y raspado” (con franqueza), que se usa en el área caribeña, o “claro y pelado”, como se dice en varios países centroamericanos. En el Río de la Plata se sueña “fiero” cuando se tienen pesadillas, pero en el área andina prefieren “soñar feo”. Son tan sólo pruebas de que la Nueva gramática responde, ante todo, a lo que Ignacio Bosque califica de “curiosidad”, pero que es aún un muro por derribar: el crudo desconocimiento ajeno entre países hispanohablantes. “Simplemente, uno sabe cómo habla uno mismo y los de su región o su país. Y poco más”, asegura. Ya no.

jcrodriguez@vidanueva.es

En el nº 2.690 de Vida Nueva.

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