La “secularización interna” es el gran problema eclesial

Juan José Asenjo dedica su primera carta pastoral como arzobispo de Sevilla a los sacerdotes

Ordenaciones-Asenjo(M. Á. Malavia) Muchos de los males de los que en tantas ocasiones nos lamentamos están en nosotros mismos, los sacerdotes. (…) Si fuéramos más santos, más celosos, más ejemplares y apostólicos, místicos y testigos al mismo tiempo, con una fuerte experiencia de Dios, florecería más la vida cristiana de nuestro pueblo, que necesita del acompañamiento cercano de sacerdotes santos”. Ésta es la propuesta que Juan José Asenjo, el nuevo arzobispo de Sevilla, ha lanzado al clero diocesano en la que sido su primera carta pastoral desde que es el titular hispalense.

Fechada a finales del pasado mes de diciembre, y con una extensión de 44 páginas, el también administrador apostólico de Córdoba ha querido señalar con su texto el que, a su juicio, es “el problema principal al que se enfrenta la Iglesia en España: la secularización interna”. Así, avisa el prelado de que no son “la sociología o las tendencias culturales del momento presente las que deben marcarnos el paso fijando nuestra identidad y nuestro papel en la Iglesia y en la sociedad, pues lo harán siempre a la baja, laicizando o desnaturalizando la sacralidad de nuestro ministerio”.

De este modo, Asenjo señala aspectos concretos con los que fomentar “la santidad de vida que exige nuestro sacerdocio”, tales como el examen diario de conciencia, la oración personal, la práctica de ejercicios espirituales o el cuidado de la fraternidad sacerdotal. En cuanto a la predicación, enfatiza que la doctrina transmitida ha de ser “genuina y sin reduccionismos”: “La Palabra es de Dios, no es nuestra, como no es nuestra la doctrina, que es de la Iglesia. El Pueblo de Dios tiene derecho a escuchar de los labios de sus sacerdotes la Palabra íntegra, sin adulterarla, sin arrancar páginas”.

Finalmente, demanda a sus curas un esfuerzo por “estar en el mundo sin ser del mundo”, debiendo ser la suya una presencia que los haga “identificables y reconocibles tanto por el juicio de fe como por las virtudes personales, e incluso por el vestido”. Del mismo modo que, les avisa, “no todo lo que pueden hacer lícitamente nuestros hermanos seglares, lo podemos hacer los sacerdotes”. Así, por ejemplo, “los jóvenes sacerdotes no pueden frecuentar, ni siquiera con una intención buena y apostólica, los lugares que ordinariamente, especialmente los fines de semana, frecuenta la juventud”, siendo la razón la propia “desvitalización de nuestra existencia sacerdotal”.

En el nº 2.690 de Vida Nueva.

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