Diálogo y fe para las relaciones humanas

Parejas y sacerdotes aprenden a conocerse en el ‘Encuentro Matrimonial’

Encuentro-matrimonial(Carme Escales) El pasado 31 de octubre, la sala Barcelona 92, un gran espacio polideportivo anexo al Palau Sant Jordi de Barcelona, se transformó en templo. El cardenal Lluís Martínez Sistach, arzobispo de Barcelona, presidía en el improvisado lugar de culto una eucaristía muy especial. Su bendición cerraba la 12ª reunión de fin de semana de parejas de España y Portugal involucradas en el Encuentro Matrimonial (EM), un movimiento cuyo origen se remonta a los años 50, a las conferencias que el padre Gabriel Calvo ofrecía a matrimonios adscritos al Movimiento Familiar Cristiano, en Barcelona. En ellas, el sacerdote lanzaba a las parejas sugerentes cuestiones acerca de su compromiso.

Encuentro-matrimonial-3Entre 1962 y 1965, aquellas conferencias se transformarían en un fin de semana en el que el diálogo para encontrarse a sí mismos y descubrir el sentido de sus vidas dentro de la Iglesia serían la clave de un intenso “seminario de la comunicación humana” conformado por parejas, sacerdotes, religiosas y religiosos. En 1967, la iniciativa atravesó el Atlántico para arraigar rápida e intensamente en los Estados Unidos. Inspirado en la propuesta de Calvo, el jesuita Chuck Gallagher impulsaría el Worldwide Marriage Encounter, un movimiento con identidad propia, más actualizado y acorde a la realidad de las parejas y a la sociedad, en constante evolución. Hoy, el Fin de semana se celebra en más de 160 países de los cinco continentes, con una participación anual de 30.000 parejas. En España, hasta la actualidad, han vivido el Fin de semana 35.000 parejas y 2.100 curas.

Lejos de las obligaciones cotidianas, interrupciones de la vida diaria y horarios de padres e hijos, el Fin de semana del EM se plantea como un tiempo (dos días y medio) y un espacio (cualquier lugar o pueblo donde se organiza cada vez) exclusivos para la comunicación personal sincera, aquélla de la que afloran los sentimientos más profundos.

Técnicas de comunicación

Maite y Quim

Maite y Quim

“En cualquier relación auténtica, primero debemos conocernos nosotros. ¿Quién habla? Si no sabes quién eres, falseas tu expresión con el otro”, señala Quim Bosch, que en 1995 experimentó el Fin de semana del EM junto a Maite Mitjavila cuando aún eran novios. La introspección, por lo tanto, es una de las técnicas que se aprenden. “Después, hay que saber escuchar, un concepto fácil de decir y muy difícil de aplicar. Pero vas aprendiendo a atender al testimonio del otro, sin querer juzgar. Y, desde la sinceridad mutua, reconoces los puntos en común con la otra persona”, añade Quim.

“Sin descubrir nada nuevo, tomas consciencia de que, como pareja, puedes conocerte aún mejor, con mayor profundidad, y hacer más adulta y responsable la relación”, declara Casi Lois. Aunque su Fin de semana tuvo lugar hace 28 años, lo mantiene bien presente y renovado, además, cada vez que él y su esposa, Loli Cayuela, guían a nuevos participantes. “Deseamos que otros experimenten el beneficio de las técnicas de comunicación que nosotros aprendimos en su día. Y esa manera de compartirlo nos reta a mantener viva nuestra relación, nos volvemos a evaluar, vemos dónde estamos y hacia dónde queremos ir”, señala Loli.

Casi y Loli

Casi y Loli

“Impartir un Fin de semana –señala Casi– es una oportunidad para mejorar, aunque sólo sea por coherencia de vivir lo que transmitimos. Descubrimos que no hay que dar nada por sabido. El otro no podrá conocer aquellos aspectos tuyos que no compartas con él”. Casi califica el Fin de semana como la ITV de los vehículos, “la revisión que beneficia a la relación de pareja”, porque “pasamos de una cierta rutina y monotonía a reencontrar ilusión y alegría por la fortuna de poder hacer camino juntos”, recuerda ella.

A pesar del nombre con el que ha crecido este movimiento católico, Encuentro Matrimonial, el trabajo que se desarrolla durante el Fin de semana sirve por igual a las parejas y al sacerdote que participa en la experiencia. “A mí me ayudó a despertar mi sensibilidad interior para reconocer los sentimientos y necesidades profundas de toda persona, en proceso de crecimiento constante. Como sacerdote, pude avivar la cercanía con la gente, siendo una mejora para la comunidad. Como persona, me enseñó a estar atento a quién soy, en lo físico, lo relacional, lo psicológico y lo espiritual”, explica Javier Negro, provincial de los Hermanos Escolapios y miembro del EM desde hace 30 años. “Como educador –sigue–, estoy más atento a las necesidades de mis alumnos, y me siento más con los pies en la tierra en la relación con la gente, porque habiéndolo experimentado yo previamente, conecto más con las necesidades de los otros”.

Una cuestión antropológica

Encuentro-matrimonial-2Aunque el origen del EM está en una atmósfera católica, el Fin de semana está abierto a cualquier persona, porque “el objetivo es la vivencia humana”, afirma Joan Escales. En 1975, este sacerdote leridano vivía en Los Ángeles. Su formación en Teología y Psicología, pero, sobre todo, su gran inquietud por aprender sobre las relaciones humanas le llevó a buscar en EE.UU. algo que rebasara lo religioso para llegar a la persona. Y lo halló en el EM: “Es la fe encarnada en lo humano”.

Con las pilas cargadas tras haber vivido él mismo el Fin de semana, él y una pareja de Boston reintrodujeron en España la experiencia, renovada y con energía suficiente para llegar a muchos otros. “Aquí se habla de relación, no de religión. La relación con la comunidad, con la gente me toca de lleno en mi dedicación pastoral”, apunta Joan, párroco del pequeño pueblo de Enviny, en el Pirineo.

Maria Rosa y Jesús

Maria Rosa y Jesús

Para Maria Rosa Bellostas, otra de las participantes, “lo que hacemos no es un trabajo teológico, sino vivencial. Tratamos el significado de estar casados por la Iglesia, pero desde contenidos antropológicos, de una persona hacia la otra”. “Además –añade Loli Cayuela–, es un gozo haber podido conocer a sacerdotes desde la cercanía del trabajo conjunto, ayudándonos mutuamente a vivir nuestra vocación sacramental”. “Intrínsecamente –vuelve Bellostas–, el Fin de semana ofrece un camino para la evolución cristiana; de hecho, posteriormente, mi marido decidió estudiar Teología. Pero el papel del sacerdote es mostrarse como persona humana. Para ellos es un gran reto”.

“¿Qué es la fe, si no descubrir en lo humano la trascendencia? Aquél que está abierto al otro está abierto a Dios. Yo, como sacerdote, me acerco a las personas y descubro que en esa relación con ellos está Dios. Siempre establecemos paralelismos, pero en realidad, materia y espíritu separados no existen”, dice Joan Escales, que ha compartido el Fin de semana en la India con parejas hindúes. Porque el EM tiene vocación interreligiosa y ecuménica, y también lo viven judíos y protestantes; la base, la comunicación interpersonal, es la misma. Lo explica Javier Negro: “En Europa, hace tiempo que está descendiendo el número de participantes del Fin de semana. Pero en Asia, África o América del Sur, aumenta, y muchas veces gracias a la apertura hacia otras religiones”.

 

Profetas de esperanza


‘Matrimonio, profetas de esperanza’ fue el lema del encuentro nacional de octubre. Y así se refirió a los asistentes el cardenal Sistach: “En medio de la desesperanza en la que viven muchos, el amor de estas parejas es símbolo del amor de Cristo, con su ejemplo de espiritualidad sólida, contemplativa y activa, con sus retos profesionales y familiares. Eso es lo que el mundo de hoy necesita”. También el obispo de Liège, Aloys Jousten, en una carta reciente a los delegados del Encuentro Matrimonial (EM) afirmaba: “El Fin de semana es un estupendo lugar de enriquecimiento, de esperanza, de encuentro, de apoyo para todos los que están comprometidos, que, si no existiera habría que inventarlo. En él, los sacerdotes sacan fuerza y alegría para su ministerio y para su vida célibe. Gracias al EM, he profundizado en el encuentro conmigo mismo y con los otros. Mi percepción del ser humano se ha hecho más integral”.

Impulsados por la fe, con la mirada puesta en las personas, el Encuentro Matrimonial afronta el reto, sin embargo, del futuro. En un mundo donde la falta de compromiso marca muchos fracasos, al menos sabemos que existen experiencias de fe que caminan con ilusión, proyectándose en las relaciones humanas.

En el nº 2.689 de Vida Nueva.

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