‘En cada alma hay anhelo de Dios y capacidad para encontrarlo’

Pese a la caída de Nochebuena, el Papa cumplió con su agenda e impartió su bendición navideña al mundo

El-Papa-en-Misa-del-Gallo(Antonio Pelayo– Roma) Fue un incidente lamentable pero que, gracias a Dios, no tuvo consecuencias graves para la persona del Santo Padre, aunque sí para uno de los cardenales “históricos”, Roger Etchegaray, presidente emérito del Pontificio Consejo ‘Justicia y Paz’, que ha tenido que ser operado de una fractura de fémur. Analizadas con detención todas las circunstancias del suceso, es evidente que algo ha fallado en los sistemas de seguridad de la persona del Pontífice. Es lo que, sin que por ello tengan que rodar cabezas, están intentado explicarse los máximos responsables de la Secretaría de Estado.

Vayamos a la descripción de los hechos. La noticia del adelanto de dos horas en la celebración de la tradicional Misa del Gallo había provocado un incremento de las, siempre numerosas, peticiones para poder asistir a ella (había un cierto morbo por comprobar de visu la salud de Benedicto XVI). Así se explica que la Basílica de San Pedro estuviese llena y que no pocas personas no fuesen aceptadas por los servicios de seguridad por carecer de las correspondientes entradas. Éstas las distribuye a través de sus canales habituales la Prefectura de la Casa Pontificia, a cuyo frente está el norteamericano monseñor James M. Harvey.

Los controles (metal detector e inspección corporal cuando es necesario) para el acceso a la Basílica se realizaron con la escrupulosidad de siempre, y son competencia de la policía italiana y del arma de los carabinieri. Dentro del templo había medio centenar de gendarmes pontificios, al mando del comandante Domenico Giani, y tres decenas de guardias suizos, a cuyo frente está el coronel Daniel Rudolf Anrig, más los responsables de los servicios de protocolo y de orden.

Misa del Gallo

A las 10 en punto –la ceremonia era ofrecida al mundo entero por las redes de Mundovisión– salió de la sacristía instalada al lado de la capilla de la Pietá de Miguel Ángel la procesión de los acólitos y celebrantes, al final de la cual figuraba el Santo Padre, precedido por los cardenales Angelo Sodano y Roger Etchegaray, decano y vicedecano del Colegio Cardenalicio, respectivamente. Como es su costumbre, el Papa bendecía a la multitud, e hizo la señal de la cruz sobre la frente de algunos niños; cuando se disponía a hacerlo una vez más, de repente, alzándose sobre una silla, una joven de 25 años italo-suiza –Susanna Maiolo es su nombre– dio un salto  (“como una gata”, lo definió uno de los prelados presentes) y traspasó la valla de seguridad. Mientras los agentes de vigilancia intentaron en vano retenerla, se aferró al palio que llevaba el Papa sobre su pecho, le hizo perder el equilibrio y lo hizo caer en tierra. Ya pueden imaginarse la confusión y el pavor que se apoderó de todos los presentes: la Capilla Sixtina enmudeció y se hizo “un silencio sepulcral” (ha relatado uno de los diplomáticos que vivieron esos minutos ) sobre el que reinaba el temor de un nuevo atentado.

Pero fue cuestión de pocos segundos. Atendido por sus agentes de seguridad y por su secretario personal, monseñor Georg Gänswein, el Papa se puso en pie y, recompuestos sus ornamentos litúrgicos con la ayuda de monseñor Guido Marini, prosiguió su curso hacia el altar de la confesión. Un sonoro “¡Viva el Papa!”, contestado a viva voz por todos y acompañado por un sonoro aplauso, descargó la tensión de la atmósfera y devolvió a todos la serenidad. Atrás quedaba la “persona desequilibrada” (así la definió una nota del padre Federico Lombardi), que pasó a manos de la gendarmería, y el cardenal Etchegaray, que fue evacuado en silla de ruedas y trasladado al Policlínico Gemelli (donde fue operado el domingo 27 de una fractura del cuello del fémur y donde permanecerá en terapia intensiva varias semanas).

Papa-en-Misa-del-Gallo-2“La Maiolo –aclaraba la nota de la Sala de Prensa de la Santa Sede a la que ya nos hemos referido antes– no iba armada, pero manifiesta signos de desequilibrio psíquico y ha sido hospitalizada en un centro sanitario para ser sometida a un tratamiento sanitario obligatorio”. Al día siguiente, se aclaraba que el caso “cae bajo la competencia de la magistratura vaticana” y que, analizados los informes de los médicos y de los gendarmes vaticanos, se tomarán las decisiones que se consideren más oportunas. Sucesivas informaciones han confirmado que la muchacha ya había intentado algo semejante el pasado 2008, también en la Misa de Nochebuena y, lo que es el colmo, vistiendo el mismo anorak rojo, pero no consiguió su objetivo. Es obvio preguntarse cómo una persona de esas condiciones, que debería figurar en los archivos policiales como “sujeto peligroso”, pudo conseguir la entrada para la Misa y burlar los servicios de seguridad.

A la espera de alguna respuesta, podemos volver a la Eucaristía de la noche de Navidad, que trascurrió como estaba prevista sin sufrir la más mínima alteración. El Papa no dejó traslucir en ningún momento signos de inquietud o desasosiego y dio lectura con su habitual voz a una larga y bella homilía, de la que queremos recoger, al menos, este párrafo: “La diferencia entre uno que sueña y uno que está despierto consiste ante todo en que quien sueña está en un mundo muy particular. Con su yo está encerrado en este mundo del sueño que, obviamente, es solamente suyo, y no lo relaciona con los otros. Despertarse significa salir de dicho mundo particular del yo y entrar en la realidad común, en la verdad, que es la única que nos une a todos. El conflicto en el mundo, la imposibilidad de conciliación recíproca, es consecuencia de estar encerrados en nuestros propios intereses y en las opiniones personales, en nuestro minúsculo mundo privado. El egoísmo, tanto del grupo como el individual, nos tiene prisioneros de nuestros intereses y deseos que contrastan con la verdad y nos separan unos de otros. Despertad, nos dice el Evangelio. Salid fuera para entrar en la gran verdad común, en la comunión del único Dios. Así, despertarse significa desarrollar la sensibilidad para con Dios; para los signos silenciosos con los que Él quiere guiarnos; para los múltiples indicios de su presencia. Hay quien dice ‘no tener religiosamente oído para la música’. La capacidad perceptiva para con Dios parece casi una dote para la que algunos están negados. Y, en efecto, nuestra manera de pensar y actuar, la mentalidad del mundo actual, la variedad de nuestras experiencias, son capaces de reducir la sensibilidad para con Dios, dejarnos ‘sin oído musical’ para Él. Y, sin embargo, de modo oculto o patente, en cada alma hay un anhelo de Dios, la capacidad para encontrarlo”.

Mensaje y bendición

A la mañana siguiente, a las 12 del mediodía, en la Plaza de San Pedro había lo que los romanos llaman un piennone (un llenazo), ya que la curiosidad había añadido algunos miles de personas a la multitud que se congrega todos los años para escuchar el Mensaje navideño del Papa y recibir luego la bendición Urbi et Orbi. Benedicto XVI apareció en la loggia della benedizione (balcón central de la fachada de la Basílica) flanqueado por los cardenales Agostino Cacciavillan y Francesco Marchisano.

El de 2009 es un mensaje más breve que el de años anteriores y se centra en la antífona del Misal Romano para el día de Navidad Lux fulgebit hodie super nos quia natus est nobis Dominus (Hoy brillará una luz sobre nosotros porque nos ha nacido el Señor).

“La Iglesia, como la Virgen María, –dijo el Santo Padre– ofrece al mundo a Jesús, el Hijo que ella misma ha recibido como un don y que ha venido para liberar al hombre de la esclavitud del pecado. Como María, la Iglesia no tiene miedo, porque aquel Niño es su fuerza. Pero no se lo guarda para sí; lo ofrece a cuantos lo buscan con corazón sincero, a los humildes de la tierra y a los afligidos, a las víctimas de la violencia, a todos los que desean ardientemente el bien de la paz. También hoy, dirigiéndose a la familia humana profundamente marcada por una grave crisis económica, pero antes de nada de carácter moral, y por las dolorosas heridas de guerras y conflictos, la Iglesia repite con los pastores, queriendo compartir y ser fiel al hombre: ‘Vamos derechos a Belén’, allí encontraremos nuestra esperanza”.

Bendición-Urbi-et-OrbeDespués hizo una síntesis menos detallada que en años anteriores de los lugares del planeta donde la Iglesia quiere hacer llegar este mensaje con especial énfasis: Tierra Santa, “para invitar a sus habitantes –proclamó– a que abandonen toda lógica de violencia y de venganza y se comprometan con renovado vigor y generosidad hacia una convivencia pacífica”. Extendió la misma petición a todos los países del Medio Oriente; se fijó de modo particular en Irak y “en aquel pequeño rebaño de cristianos que vive en aquella región. Sufre a veces violencias e injusticias, pero está siempre dispuesto a dar su propia contribución a la edificación de la convivencia civil, opuesta a la lógica del enfrentamiento y del rechazo de quien está al lado”. Citó otros países y zonas geográficas, como Sri Lanka, la península coreana y Filipinas; en el continente africano, se refirió a la República Democrática del Congo, a Guinea y Níger, y también a Madagascar.

A los habitantes de Europa y de América septentrional les invitó a “superar la mentalidad egoísta y tecnicista, a promover el bien común y a respetar a los más débiles, comenzando por los que no han nacido”.

Honduras fue el único país latinoamericano citado en el mensaje navideño de este año, y recordó que en él la Iglesia “ayuda a retomar el camino institucional”, mientras que en los restantes países del subcontinente latinoamericano “es factor de identidad, plenitud de verdad y caridad, que no puede ser reemplazada por ninguna ideología, un llamamiento al respeto de los derechos inalienables de cada persona y a su desarrollo integral, anuncio de justicia y hermandad, fuente de unidad”.

“Fiel al mandato de su Fundador –subrayó ya casi en la conclusión– la Iglesia es solidaria con los afectados por la calamidades naturales y por la pobreza, también en las sociedades opulentas. Ante el éxodo de quienes emigran de su tierra y a causa del hambre, la intolerancia o el deterioro ambiental se ven forzados a marchar lejos, la Iglesia es una presencia que llama a la acogida. En una palabra, la Iglesia anuncia por doquier el Evangelio de Cristo no obstante las persecuciones, las discriminaciones, los ataques y la indiferencia, a veces hostil, que más bien la permiten compartir la suerte de su Maestro y Señor”.

Antes de impartir la bendición desde la loggia (balcón desde el que se divisa verdaderamente el mundo, ya que en ese momento la audiencia potencial del mensaje superaba los mil millones de personas ), el Romano Pontífice felicitó las Pascuas hasta en 65 lenguas diferentes. “Feliz Navidad –dijo en español– que la Paz de Cristo reine en vuestros corazones en las familias y en todos los pueblos”. Un esfuerzo ímprobo para pronunciar en lenguas tan lejanas como el mongol, el etiópico, el malayalam o el samoano, pero que Joseph Ratzinger –como ya sucedía con Karol Wojtyla– realiza gustoso, consciente de la importancia que tiene para los cristianos de esas latitudes.

Nuestra crónica navideña podría finalizar aquí, pero quisiéramos reseñar un último hecho: el acuerdo entre La Razón y L’Osservatore Romano para distribuir todos los domingos gratuitamente la edición española del semanario vaticano junto a los ejemplares del periódico español. El hecho fue celebrado en una audiencia privada concedida el 23 de diciembre por Benedicto XVI al editor José Manuel Lara con su esposa, y a la que asistieron el cardenal Antonio Cañizares, prefecto de la Congregación para el Culto Divino, y el director de L’Osservatore, profesor Gian Maria Vian.

 

UN AÑO BAJO “EL SIGNO DE ÁFRICA”

Encuentro-con-la-CuriaEl 22 de diciembre, en la Sala Clementina, el Papa se reunió con sus principales colaboradores de la Curia Romana para hacer un balance del año trascurrido, que –dijo– “para la Iglesia y para mí personalmente ha estado marcado por el signo de África”, evocando con emoción su viaje a Angola y Camerún, así como la celebración en octubre del Sínodo africano. “Reconciliación –destacó en otro pasaje de su dicurso–, con esta palabra clave vuelve a mi mente el segundo gran viaje del año que se cierra: la peregrinación a Tierra Santa…, la visita a Yad Vashem (el monumento a las víctimas del Holocausto) ha significado un encuentro conmovedor con la crueldad de la culpa humana, con el odio de una ideología obcecada que sin ninguna justificación condenó a la muerte a millones de personas humanas y, en último análisis, quiso expulsar del mundo al Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, el Dios de Jesucristo”.

apelayo@vidanueva.es

En el nº 2.689 de Vida Nueva.

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