Manuel López Pérez: “Se puede ser único siendo íntegro y verdadero”

El escultor ha creado la pila bautismal de la seo de Jaén y el altar mayor de la de Badajoz

Manuel-López-Pérez(Texto: Juan Carlos Rodríguez– Fotos: Juan V. Córcoles) Manuel López Pérez (Zamora, 1964) simboliza una tradición imperecedera. Es un escultor de Dios. Basta con atender a su incipiente y ya sólida trayectoria: autor del evangeliario y la pila bautismal de la Catedral de Jaén; de la sede y altar mayor de la Catedral de Badajoz; del sagrario, la reja monumental y la remodelación del presbiterio del Santuario de Nuestra Señora de la Cabeza en Andújar, entre otras intervenciones. Pero López Pérez es un escultor contemporáneo sin ser estridente, moderno sin ser inconsecuente, tradicional sin limitarse a reproducir irreflexivamente modelos peregrinos.

En él se conjugan lo contemporáneo, lo moderno y lo tradicional, en un diálogo artístico que, ante todo, busca insertarse en el aposento que lo acoge. Una escultura que, siendo del siglo XXI, sabe incrustarse en el altar gótico del templo catedralicio de Badajoz, de sumirse con naturalidad en el Renacimiento de la seo jiennense, y ser, ante todo, fiel al origen catequético del arte religioso. “Intento ser moderno, pero ejerciendo un arte figurativo clásico, dándole frescura, integridad y siempre respetando los espacios artísticos en los que intervengo”, explica.

Manuel-López-Pérez-2Es exactamente la sensación que produce la contemplación de la pila bautismal de Jaén, ejecutada en mármol blanco de Carrara –adonde él mismo fue a seleccionar la pieza–, de concepción claramente renacentista, pero que, en su simbolismo y en el detalle del trazo esculpido del san Juan Bautista, del Jesús que recibe las aguas, se rebela actual y renovadora. “Es una obra que me exigió años de trabajo y a la que le tengo especial cariño porque en ella está presente el origen, la materia y el hombre. Es un bloque de mármol blanco Statuario de Carrara en el que se cincela una alegoría simbólica del bautismo, desde el Antiguo Testamento hasta la propia resurrección de Cristo. Y que parece que siempre ha estado ahí”. Eso es. Insertado en el umbral del coro gótico tardío de la Catedral de Jaén, la pila deslumbra en el contraste de luz y sombra, pero, sobre todo, parece que lleva siglos instalada ahí, sin que otra fuera posible. Y sólo lleva cinco años. Desde 2004. “Para mí, toda obra nace del diálogo con la Iglesia y, por tanto, debe ser fiel a la catequesis y estar al servicio de la fe. Y, además, debe estar perfectamente encajada en el entorno”, añade López Pérez, entusiasmado por una obra que ha trabajado hasta la sublimación, demostración de oficio, de armonía y de estudio bíblico. Y, por supuesto, representa una de las claves de su maestría: “Después de dos mil años es difícil no repetirse, pero se puede ser único siendo íntegro y verdadero”.

Amor al trabajo

Pero el baptisterio de Jaén no es una intervención aislada en el templo catedralicio, en donde se estrenó hace una década con la ejecución del altar mayor y un evangeliario destinado a la inauguración del Año Jubilar del 2000, pieza que define como “extraña”, en barro cocido y esmaltado, pero que, de algún modo, define su trayectoria: “Simplemente soy alguien que siente amor por lo que hace y al que le gusta el trabajo bien ejecutado. Estoy al servicio de la fe porque mi trabajo busca siempre servir, ser útil, a los fieles. Parece que el arte religioso está muerto, pero no. Se puede mirar atrás con inteligencia para abordar el futuro. Con pasión, con verdad, con frescura, sin aburrir”. Ha dado muestras reiteradas –tanto en la sede o cátedra del presbiterio como en la cruz en plata y nogal destinada a albergar el Lignum Crucis– de que combinar materiales y colores forma parte de su propia definición como escultor. “Me gusta usar plata, mármol, madera, alabastro, bronce… toda la riqueza matérica y cromática que nos permite el milagro de la creación y que hace que la gente no se canse de mirar. Yo no invento nada, pero intento ponerlo de manifiesto en todas mis obras”. El modo de encarar la escultura de Manuel López encauza, dentro de los cánones tradicionales, una intención renovadora porque, según expone, “la tradición también puede ser un peligro cuando imita sin más porque la obra queda hueca”. El ejemplo que simboliza su obra es, sin ir más lejos, el altar mayor en la Catedral de Badajoz, reabierta al público a principios de año y en la que, además, se ha encargado también de la sede arzobispal. Y ese altar destaca por su concepción simbólica –uniendo Resurrección y Pasión al insertar el busto de un Resucitado en un sepulcro, entre una amplitud de detalles teológicos–, que incluye incluso los materiales –nogal embellecido con esculturas de bronce y una piedra pulida de ónice verde de Pakistán– a los que aludió el obispo de la Archidiócesis de Mérida-Badajoz, Santiago García Aracil, en la misa de consagración: “Con la armónica ordenación de todos estos materiales tomados de la creación, el altar se convierte, a la vez, en un signo de la naturaleza entera ordenada a Dios por el rey de la creación, que es el hombre, según el mandato divino: ‘Creced y multiplicaos y dominad la tierra’ (Gn. 1, 28)”. López Pérez lo ve así: “El mensaje es siempre por donde se comienza el edificio, y en escultura religiosa el mensaje debe encarnar siempre el mensaje de Cristo. Es básicamente lo que le diferencia de la escultura civil, que casi siempre carece de mensaje alguno y se queda en la superficie estética. Concebí un sepulcro que acogía el mensaje de la Resurrección porque, ¿qué es la eucaristía sin la resurrección?”.

Liturgista

Manuel-López-Pérez-3Manuel López Pérez vive y trabaja en Andújar, se licenció en 1989 en Escultura por la Facultad de Bellas Artes ‘Santa Isabel de Hungría’ de Sevilla, ciudad en la que comenzó a formarse en el taller del imaginero Antonio Dube de Luque, tarea que no olvida. De hecho, ha realizado tallas para la parroquia de la Sagrada Familia (Burgos) y la parroquia de San Eufrasio (Andújar), entre otras. En esta ciudad jiennense ha ejecutado, sobre todo, la remodelación del presbiterio del Santuario de Nuestra Señora de la Cabeza, en donde ha firmado el sagrario en barro esmaltado. “Aunque es fundamental para mí un constante diálogo con quienes me hacen el encargo acerca del mensaje teológico, me estoy especializando como liturgista, porque si no comprendes la liturgia no puedes crear este tipo de objetos”, añade. En cualquier caso, López Pérez termina actualmente, en el ámbito religioso, un Belén en barro policromado, en el que ya lleva más de doce años implicado, entregando cada año alguna figura. Su obra tiene, por tanto, registros muy amplios, que incluye, fuera del campo religioso, desde el diseño de joyas al de fachadas de edificios de nueva planta en Arjonilla y Andújar, introduciendo esculturas de barro esmaltado en ellas. Asimismo, practica la escultura de pequeño formato. “Sin embargo, creo que es en la escultura religiosa donde verdaderamente me siento apreciado y reconocido”, según manifiesta. Y eso pese a que, como opina, escultóricamente, en muchos casos, “el mensaje de la Iglesia se ha quedado en la Contrarreforma”, afirma nombrando la vacuidad de la Catedral de La Almudena. No es su caso, ni el del obispo García Aracil, que le confió la intervención en Badajoz y, anteriormente, en Jaén. Pese a ello, admite que “realmente, cuesta mucho encontrar en el siglo XX obra que merezca la pena, que para mí es la que exhibe calor, cariño y calidad. Así que prefiero seguir la estela del siglo XVI”. Y, si acaso, se defiende: “La intelectualidad cultural no comprende a veces una figuración como la que yo hago, pero lo realmente importante es que el público no se quede fuera, que comprenda y alcance la verdad, justamente lo que el arte contemporáneo no hace”.

jcrodriguez@vidanueva.es

En el nº 2.688 de Vida Nueva.

Compartir