Asenjo toma ya las riendas de la archidiócesis de Sevilla

El Papa acepta al cardenal Amigo la renuncia por edad

Asenjo-Amigo2(José Lorenzo) El pasado 5 de noviembre, Carlos Amigo y Juan José Asenjo escenificaron ante la prensa sevillana el traspaso de poderes para regir la Archidiócesis hispalense. Traspaso que, en realidad, había comenzado un año antes con la designación de este último como arzobispo coadjutor del primero. Así, apenas tres meses después de su renuncia por motivos de edad, el cardenal Amigo se despedía oficialmente de sus diocesanos tras 27 años de ministerio. El día 13 lo hizo ya como emérito con una eucaristía de acción de gracias en la catedral.

La puesta en escena de esta sucesión apostólica ha sido objeto de múltiples elucubraciones una vez que se conoció que el cardenal había recibido el 26 de octubre la carta en la que el Papa aceptaba su renuncia. La palabra “desplante” por este rápido desenlace –en comparación con el período de “gracia” a otros purpurados españoles– resonó con fuerza en algunos medios. Si embargo, la anormalidad (una vez decidida la figura de un coadjutor) estaría más bien en prolongarlo innecesariamente, toda vez que Amigo contaba ya con un sucesor que tomó posesión el 17 de enero pasado.

Con todo, no se ha podido evitar la sensación de que el cardenal se iba expiando una forma de ejercer el ministerio episcopal que le ha granjeado más admira- dores fuera que dentro de sus límites diocesanos. Y, sobre todo, entre la prensa y la opinión pública nacional, que valora sus juicios ponderados frente a la “rudeza y crudeza” de otros obispos. Como resume una fuente eclesial, “a Amigo, los sevillanos le han perdonado un poco la vida cuando ha conseguido el cardenalato, 20 años después de llegar a la Archidiócesis. Eso le ha reconciliado un poco con la gente”. Pero no con toda. Entre el clero, según otra fuente, no se percibía una clara sintonía con su pastor.

En todo caso, Amigo se lleva como mejor recuerdo de la histórica sede el “estar cerca de la gente, particularmente de la que sufre mucho”. Y deja en no pocos la imagen de un hombre cercano, gran comunicador, la cara amable de una Iglesia que no logra conectar con la sociedad y la de un espíritu dialogante que supo bregar con políticos de todos los colores sin prestarle la voz a ninguno.

Ahora, Sevilla ya tiene casi en cuerpo y alma a Asenjo. Lo tendrá definitivamente en un par de meses, cuando se le nombre sustituto para Córdoba. En este año, pese a su esfuerzo por situarse en un discretísimo segundo plano, ha dejado muestras de su buen hacer y capacidad de gestión. Ahora quiere, además, ser su pastor, con un celo particular por sus curas y seminaristas. Y mimar la formación que reciben en sus centros diocesanos. “Ha entrado con buen pie”, resume un colabora- dor. “Ha sido bien acogido”. Y eso, en Sevilla, no es fácil.

En el nº 2.683 de Vida Nueva.

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