Los semilleros del laicismo en España

Diversos colectivos cuestionan “los privilegios de la Iglesia” y piden al Gobierno “cambios profundos”

Laicismo(Miguel Ángel Malavia) ¿Qué sucede en la sociológicamente católica España –en la última encuesta del CIS, el 70% de los españoles así se declaran– para que cada vez se escuchen más voces que reclaman que “se ponga fin a la situación de privilegio de la Iglesia católica”? ¿Por qué ahora se empieza a hablar de bautizos laicos, comuniones laicas y calendarios laicos? ¿Qué ocurre para que, bajo el argumento de la prevalencia de “discriminaciones por razón religiosa”, se pida potenciar el laicismo frente a la laicidad como solución más eficaz? ¿Es España hoy un Estado efectivamente aconfesional y laico? ¿Debe encaminarse hacia el laicismo? ¿Se entiende este paso como la transición desde una concepción neutral del hecho religioso, aunque valorando y apoyando su influencia positiva en la sociedad, a una beligerancia activa ante la manifestación pública de la fe?

Laicismo-2El primer paso eclesial en el debate confesionalidad-laicidad-laicismo lo ofreció Pío XII (1939-1958), el primer papa que apeló a “la legítima y sana laicidad del Estado”, aceptando el hecho de que Iglesia y Estado podían ser entes independientes entre sí. Y así, tras su posterior y auténtico impulso con el concilio Vaticano II (1962-1965), fue cuando se fijó definitivamente que el modelo más justo e idóneo era que los sistemas políticos de los países mantuvieran una clara separación Iglesia-Estado. Algo que se desarrolló en todos los países de Europa. De hecho, salvo “minúsculos” y simbólicos como Malta o Mónaco, ya no hay países confesionales católicos en nuestro continente –cristianos, sí: el anglicano Reino Unido, la ortodoxa Grecia o las luteranas Noruega, Suecia, Islandia, Finlandia y Dinamarca–.

Hoy en España, el instrumento que garantiza que vivimos en un Estado “aconfesional” es la Constitución de 1978. La Carta Magna, vigente en la actualidad, así lo refleja con claridad en su artículo 16: “Ninguna confesión tendrá carácter estatal. Los poderes públicos tendrán en cuenta las creencias religiosas de la sociedad española y mantendrán las consiguientes relaciones de cooperación con la Iglesia Católica y las demás confesiones”. Así pues, esta aconfesionalidad, desde el punto de vista conceptual, equivale en espíritu y contenido a la definición de “laicidad positiva” defendida por la propia Iglesia. Así, Benedicto XVI, en el viaje que realizó a Francia en septiembre de 2008, recogió el guante de Nicolás Sarkozy y, en el país más laico de Europa, afirmó en un histórico discurso en el Elíseo: “En este momento histórico en el que las culturas se entrecruzan cada vez más entre ellas, estoy profundamente convencido de que una nueva reflexión sobre el significado auténtico y sobre la importancia de la laicidad es cada vez más necesaria. (…) Es fundamental, por una parte, insistir en la distinción entre el ámbito político y el religioso para tutelar tanto la libertad religiosa de los ciudadanos, como la responsabilidad del Estado hacia ellos”.

“Sana laicidad”

Laicismo-3Dos meses después, en un discurso en el Vaticano, el Papa volvió a animar a extender la “sana laicidad”, debiendo estar ésta basada en “la colaboración mutua” y en el hecho de que “cada realidad temporal se rija por sus propias normas, las cuales, sin embargo, no deben olvidar las instancias éticas fundamentales, cuyo fundamento reside en la propia naturaleza del hombre”.

Constatada la tendencia general imperante, que marca que hoy ya no hay países oficialmente católicos en Europa y que la laicidad en sentido positivo es vista como garantía de la libertad religiosa y la ausencia de toda intromisión de lo religioso en la esfera pública –más allá de la legítima opinión y el particular juicio crítico–, resulta llamativa la cada vez más significativa presencia de voces que reclaman la sustitución de la laicidad por el laicismo, siendo particularmente observable esta cuestión en nuestro país.

Laicismo-4Una clave aclaratoria la aporta el director del departamento de Teología Moral de la Universidad Pontificia Comillas, Luis González-Carvajal, en su libro Los cristianos en un Estado laico (2008, PPC), donde resalta el hecho de que la palabra laicidad ni siquiera figure en el Diccionario de la Real Academia. Allí sólo aparece el término laicismo, definido como: “Doctrina que defiende la independencia del hombre o de la sociedad, y más particularmente del Estado, respecto de cualquier organización o confesión religiosa”. Así, el concepto laicidad sólo aparece en algunos diccionarios, pero identificándola sin más con el laicismo. Consciente de esta confusión, el autor ofrece su particular definición de ‘laicidad del Estado’: “Un Estado que, por no ser confesional, no se vincula con –ni protege de manera especial a– ninguna religión particular; pero valora positivamente el hecho religioso y apoya la labor de las distintas confesiones por su contribución al bien común”.

Beligerancia

Otros autores especializados, como el dominico y doctor en Teología Jesús Espeja, otorgan al laicismo un sentido muy diferente al de laicidad. Así, en su libro ¿Ser todavía cristianos? (2009, San Pablo), apunta: “A diferencia de la laicidad, el laicismo no es mera renuncia u olvido de lo religioso como manifestación pública; es la laicidad pervertida en agresión explícita y sistemática contra lo religioso, considerado perjudicial para la convivencia ciudadana. En consecuencia, trata de impedir cualquier influencia de la religión en la interpretación de la vida, de la existencia de las personas y de la organización de la sociedad”. En esa dicotomía, González-Carvajal recoge unas palabras del ex diputado socialista y también presidente de la Fundación Cives y la Liga Española de la Educación, Victorino Mayoral, en las que éste defiende la falta de sentido a la hora de establecer una diferencia de contenido entre ambas palabras: “Empecinarse en diferenciar laicismo y laicidad, sosteniendo que la laicidad sería la cara buena y neutra de la idea y el laicismo la dimensión sectaria y negativa, es una manipulación interesada propia de ciertos bienpensantes de la ortodoxia liberal confesional”.

Laicismo-5El caso de Mayoral es altamente significativo, pues pertenece al sector que, dentro del PSOE, el partido en el Gobierno, apuesta con mayor beligerancia por el laicismo. Basta un simple paseo virtual por la página web del PSOE para comprobar la estrecha relación, a través de la sección ‘Movimientos Sociales y Relaciones con las ONG’, dirigida por Pedro Zerolo, con los colectivos apoyados por esta corriente: Fundación Cives, Movimiento Laicista, Movimiento hacia un Estado Laico (MHUEL), Observatorio Laicidad, Europa Laica o Humanismo Laico. Todos ellos aparecen en una red creada por Zerolo en su blog, inserto en la web socialista, a través del llamado ‘Espacio Laico’.

¿Y qué es lo que reclaman estas entidades defensoras del laicismo? Las campañas por la escuela pública y laica, por la retirada de símbolos religiosos en actos oficiales, por no costear con fondos públicos del patrimonio eclesiástico o en contra de la asignación tributaria a la Iglesia son algunas de las más habituales. Ésta última, por ejemplo, ha sido apoyada por la coalición IU-ICV, que ha presentado esta semana una enmienda al proyecto de ley de los Presupuestos Generales 2010, solicitando la retirada de la casilla del IRPF por la que los contribuyentes pueden otorgar voluntariamente el 0,7% de su contribución a la Iglesia.

Escasez de diálogo

Laicismo-6González-Carvajal reconoce a Vida Nueva que, “en este sentido, el actual es un contexto más difícil que el de la Transición”, a causa del “menor espíritu de diálogo por ambas partes: los poderes públicos y la Iglesia”. A su juicio, “es un hecho que la actual dirección del PSOE, encabezada por Zapatero, cuando en el año 2000 ganó las primarias socialistas al católico Bono, lo hizo con el laicismo como una de sus señas de identidad. Pero no hay que olvidar que hay muchos más grupos laicistas independientes del PSOE”. En su opinión, “éstos son más radicales que los de Francia e Italia, donde el debate es mucho más profundo y se ha avanzado en el sentido de la laicidad positiva. Allí ya se habla de enseñanza religiosa en la escuela pública, mientras que en España la evolución es justo la contraria”. El profesor encuentra el origen de esta mayor beligerancia “en la represión de esta corriente durante muchos años [por el Franquismo], tiempo en el que la Iglesia ocupaba un lugar preeminente”.

De este modo, nos encontraríamos ante un nuevo capítulo en la histórica confrontación confesionalidad-laicismo, con el riesgo de volver a caer en los excesos que ambos han manifestado cuando han estado vigentes. Finalizaría así una etapa, la actual, en la que, pese a sus imperfecciones, la laicidad positiva se adapta tanto a las pretensiones de la Iglesia como a las reivindicaciones de los principales colectivos laicos de Europa. No así en el caso de algunos grupos españoles, que reivindican con vigor “un verdadero cambio”.

Este mismo sentimiento lo recogió el cardenal de Barcelona, Lluís Martínez Sistach, en una conferencia pronunciada en el Club Siglo XXI de Madrid, el 17 de abril de 2008 (‘Pliego’ de Vida Nueva, número 2.612): “Aquí hemos sido –y en parte seguimos siendo– antes clericales o anticlericales que religiosos o antirreligiosos, creyentes o ateos. La herida profunda de las dos Españas, por desgracia, aún no ha sido cicatrizada”.

 

“ANTE LA OFENSIVA NEOCONFESIONAL…”

Aparte de las campañas que reclaman aspectos concretos, a nivel teórico, los grupos laicistas exigen una acción concreta que lleve a un verdadero cambio de modelo: “Ante la ofensiva neoconfesional y neoconservadora reafirmamos la necesidad de una sociedad laica”. Así comienza el Manifiesto en Defensa de una Sociedad Laica, promovido por la Fundación Cives, en lo que es un claro ejemplo del espíritu de las reivindicaciones laicistas. Otras asociaciones igualmente representativas, como Europa Laica, insisten en que la anunciada reforma de la Ley de Libertad Religiosa debería de ser sustituida “por el establecimiento de una auténtica Ley de Libertad de Conciencia, que no excluya ni discrimine en derechos y deberes a ningún ser humano”. Desde la web del Movimiento hacia un Estado Laico (MHUEL) se ofrece toda la información y la documentación para  obtener un “certificado de renuncia a la fe católica”. De hecho, el pasado 30 de octubre organizó ante el Arzobispado de Zaragoza “la primera campaña de apostasía colectiva”, presentando las solicitudes de más de 200 ciuadadanos.

En el nº 2.682 de Vida Nueva.

Compartir