Diálogo católico-anglicano: ¿y ahora qué?

Ilustración-anglicanos(Vida Nueva) Tras saber que la Iglesia va a acoger a varios grupos de anglicanos en la fe católica, es el momento de preguntarse: ¿de qué modo va a afectar esto a la relación entre ambas confesiones? En la sección de ‘Enfoques’, dos especialistas debaten sobre este asunto: Miguel de Olaiz, deán emérito de la IERE (Comunión Anglicana), y el teólogo agustino y ecumenista Pedro Langa.

El diálogo ecuménico no se verá interrumpido

Miguel-Olaiz(Miguel de Olaiz Fresno– Deán emérito de la Iglesia Catedral del Redentor de Madrid. Iglesia Española Reformada Episcopal, Comunión Anglicana) Entiendo la extrañeza que ha podido causar, especialmente en aquellas personas que no conocen suficientemente la Comunión Anglicana, la reciente noticia aparecida en los medios de comunicación sobre la invitación del Vaticano a acoger en el seno de la Iglesia católico-romana a obispos y grupos de fieles anglicanos.

Me gustaría, aprovechando la oportunidad que se me brinda de escribir este breve artículo, aportar algunos datos que espero sirvan para tener un conocimiento más amplio de la Comunión Anglicana y de las implicaciones que puede conllevar el ofrecimiento católico en relación con el diálogo ecuménico.

La estructura de la Comunión Anglicana no es piramidal, sino asamblearia, sinodal; por tanto, la máxima autoridad en los diferentes países donde se encuentra establecida es el Sínodo nacional. Por experiencia, en diferentes coloquios en España, con frecuencia se confunde la Comunión Anglicana con la Iglesia de Inglaterra, y al arzobispo de Canterbury como la máxima autoridad, aunque su autoridad es espiritual para la amplia fraternidad anglicana. Es sabido que él no tiene poder jurisdiccional, puesto que éste corresponde a los diversos sínodos nacionales. Dicho de otra forma, la Comunión Anglicana, como su nombre indica, es una comunión de Iglesias, que con una base común denominada Cuadrilátero Chicago-Lambeth, básicamente, acepta:

1. La Biblia como revelación de Dios y autoridad suprema para fundamentar la doctrina cristiana, conteniendo todo lo necesario para la salvación.

2. Los credos: el Apostólico, como mínima profesión de fe en el Bautismo, y el Niceno-Constantinopolitano, como declaración doctrinal.

3. Los sacramentos instituidos por Nuestro Señor Jesucristo: Bautismo y Eucaristía. Además de cinco ritos sacramentales.

4. El ministerio ordenado: obispos, presbíteros y diáconos.

Las distintas iglesias de la Comunión Anglicana tienen el libro de Oración Común o liturgia, para seguir los oficios divinos, con sus respectivos apartados para celebrar confirmaciones, ordenaciones, consagración de templos, etc.

En cuanto a lo que puedan afectar las recientes declaraciones desde el Vaticano al diálogo ecuménico, en la Comunión Anglicana siempre estarán en función de las directrices de las Iglesias en cada país donde se encuentren establecidas. El diálogo ecuménico, además de la oración anual por la unidad, no se verá interrumpido, pues –como es sabido– las diferentes comisiones internacionales, como la Comisión Internacional Anglicano Católica (ARCIC), la Comisión Internacional Anglicano Católica para la Unidad y la Misión (IARCCUM), etc., siguen trabajando para superar temas que han dividido a ambas Iglesias en siglos pasados, y elaboran documentos que, una vez consensuados, pasan a las respectivas Iglesias, como ocurrió con el BEM (siglas de Bautismo, Eucaristía, Ministerio), que tuvo bastante repercusión en los medios. Cabe destacar, asimismo, que expertos católicos y anglicanos trabajan juntos sobre el tema “Unidad y Misión”.

Por otro lado, la Comunión Anglicana ha sido definida como Iglesia puente para ayudar a la reconciliación entre Iglesias antagónicas. Dentro de la Comunión Anglicana se incide más en los planteamientos de conciencia, con objeto de que la persona siga a Nuestro Señor Jesucristo en aquella Iglesia en la que se sienta más identificado. Sin ejercer presión, apoya la plena libertad
de conciencia, sea hombre o mujer, y trata de ayudar a los desorientados en materia de fe.

Sabemos que la posibilidad de pasar de una a otra confesión cristiana no es una cosa actual, sino que de forma discreta se viene haciendo desde antiguo, aunque no se haya destacado de modo tan palpable en los medios de comunicación.

El ecumenismo sigue su curso; ya se ha anunciado la inminente visita del arzobispo de Canterbury al Vaticano el próximo noviembre, lo que nos confirma que continuará el diálogo ecuménico ya iniciado desde el Concilio Vaticano II.

Cualquier cristiano anglicano que practica el ecumenismo se siente hermano de un católico ecuménico; cualquiera de ellos, si ofrece su praxis en la otra Iglesia, no varía en nada su fe; es un cambio en las formas de adoración que quizás eche de menos. Así que, con sinceridad, como ya he tratado de expresar, no creo que las recientes manifestaciones desde el Vaticano entorpezcan el diálogo ecuménico.

Hacia la plena y visible comunión con Roma

(Pedro Langa Aguilar, OSA- Teólogo y ecumenista) El anuncio de una Constitución Apostólica con la que Benedicto XVI responde a las peticiones de numerosos grupos anglicanos que desean entrar en plena y visible comunión con Roma ha suscitado un sinfín de reacciones en todo el mundo. Afortunadamente, conocemos sus claves gracias al prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, cardenal William Joseph Levada, quien ha dicho que el documento representa una respuesta razonable e incluso necesaria a un fenómeno global, y está en consonancia con el compromiso ecuménico, prioridad hoy de la Iglesia católica; en particular a través de los esfuerzos del Pontificio Consejo para la Promoción de la Unidad de los Cristianos y, en cuanto iniciativa, “proviene de varios grupos de anglicanos que han declarado compartir la fe católica común y aceptar el ministerio petrino como elemento querido por Cristo para la Iglesia”. Ha insistido, asimismo, en que la unión con la Iglesia no exige la uniformidad que ignora las diversidades culturales, y no ha omitido tampoco precisar cómo las numerosas y diversas tradiciones hoy presentes en la Iglesia católica están enraizadas en el principio paulino de Efesios: “Un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo”.

A la misma hora que el acto en la Sala de Prensa de la Santa Sede, se hacía pública en Londres una declaración conjunta de los arzobispos de Westminster y Canterbury, respectivamente, Vincent Gerard Nichols y Rowan Williams, en la que afirman que el anuncio vaticano pone fin a “un período de incertidumbre para los grupos que nutrían esperanzas de nuevas formas para alcanzar la unidad con la Iglesia católica”, es “consecuencia del diálogo ecuménico entre la Iglesia católica y la Comunión Anglicana”, cuyas relaciones no se verán dañadas, pues sienta éste las bases para que la cooperación prosiga, dado que los acuerdos de la Comisión Internacional Anglicano Católica (ARCIC) y de la Comisión Internacional Anglicano Católica para la Unidad y la Misión (IARCCUM) establecen con claridad el camino a seguir. Proclaman ambos además su deseo de reforzar el mutuo compromiso actual y la consulta sobre éste y otros argumentos.

Un simple dato así viene a ser la prueba implícita de que las desafortunadas declaraciones de monseñor Carlos López, obispo anglicano de Madrid, nada tienen que ver con la realidad ecuménica en curso. El ecumenismo no persigue conversiones individuales –tipo Tony Blair o la duquesa de Kent–, sino algo bien distinto. El tiempo desde que dichas comunidades pidieron adherirse a la Iglesia católica demuestra, igualmente, que ésta no ha pretendido “aprovechar la situación de debate interno en el seno de la Comunión anglicana en su propio beneficio”, ni estaba “ansiosa de acoger a los anglicanos disidentes”. El Papa no ha hecho sino seguir el genuino ecumenismo: el que propicia por todos los medios que la caridad suscite –ordinariatos personales, por ejemplo– vías de entendimiento, reconciliación y unidad.

Un acto de gran bondad

Desde la misma ruptura en el siglo XVI nunca se descartó la reconciliación anglicano-católica. A mediados del XIX, con el Movimiento de Oxford. Al inicio del XX, por las Conversaciones de Malinas, animadoras de un anglicanismo “reunido pero no absorbido”. Desde el Vaticano II, a través de Unitatis redintegratio. Y ahora, mediante la Comisión Internacional Anglicano Católica (ARCIC), en cuyo contexto ha de ir enmarcada la nueva disposición.

La crisis anglicana surgió al abrirse a mujeres, y más recientemente aún a homosexuales, las puertas del presbiterado y del episcopado. No pocos disconformes con la iniciativa rompieron entonces con su Comunión y pidieron ingresar a título individual en la Iglesia católica. A veces, incluso grupos conservando cierta estructura “corporativa”, como en 1982 la diócesis anglicana de Amritsar en la India y algunas parroquias de los Estados Unidos. El obispo australiano John Hepworth, líder de la Traditional Anglican Communion, solicitó en 2007 la “plena comunión eclesial y sacramental”. Lo de ahora, según fuentes vaticanas, puede rondar el medio millón de fieles, un centenar de parroquias y unos 30-50 obispos. El espacio impide aquí afrontar las numerosas implicaciones ecuménicas que la iniciativa comporta. Ya se verán. De momento, sólo quería dejar claro que la medida es de todo punto ecuménica, concierne a la unidad misma, fue insistentemente pedida y ahora generosamente correspondida. Un “acto, en fin, de gran bondad”: hasta la fecha, sin duda, el más ecuménico de Benedicto XVI.

En el nº 2.681 de Vida Nueva.

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