‘África no debe desesperarse, tenemos que trabajar unidos’

El Sínodo se clausura con un mensaje esperanzado

Clausura-Sínodo(Antonio Pelayo– Roma) Si el director de Vida Nueva, en un pasajero ataque de enajenación mental, me concediese todas las páginas de la revista para informar a nuestros lectores de las conclusiones de la II Asamblea Especial para África del Sínodo de los Obispos, ese generoso espacio resultaría aún insuficiente para hacerlo con la amplitud que el tema se merece. Pruebas al canto: el Mensaje al Pueblo de Dios que los padres sinodales han redactado ocupa 12 páginas, pero eso no es nada junto a las 83 que han necesitado para formular (en las cuatro lenguas oficiales: inglés, francés, portugués e italiano) las 57 proposiciones elevadas al Santo Padre por el Sínodo, y que, esta vez, han sido hechas públicas antes de la misa de clausura. Si a ello añadimos el largo texto de la homilía que Benedicto XVI pronunció en la Eucaristía final, el lector comprenderá muy bien que no exagero al referirme al angustioso problema de espacio. Al mismo tiempo, se predispondrá a ser indulgente con quien –yo, en este caso– se ve obligado a utilizar todo el poder de síntesis que Dios le ha dado para meter en las siguientes páginas lo esencial de este bienaventurado Sínodo africano, cuyas sesiones se han prolongado del 4 al 25 de octubre.

Clausura-Sínodo-2Comencemos por el final, por la impresionante celebración eucarística presidida por el Santo Padre el domingo 25 y concelebrada por 294 presbíteros, de los cuales 239 eran padres sinodales (33 cardenales, tres representantes de las Iglesias orientales, 75 arzobispos, 120 obispos y ocho sacerdotes) y los 55 restantes eran miembros o colaboradores de la Secretaría General, auditores, asistentes o traductores. La mayoría de ellos, africanos, naturalmente.

Dimensión internacional

La dimensión internacional del acontecimiento quedaba también resaltada por la nutrida asistencia de los miembros del Cuerpo Diplomático acreditado ante la Santa Sede, con su decano al frente (el embajador de Honduras, Alejandro Valladares, a pesar de las fuertes presiones de algunas cancillerías sobre la Santa Sede para removerle de dicho cargo), y entre los que estaba el de España, Francisco Vázquez. Desde el comienzo, un coro nigeriano de sesenta voces inundó la Basílica vaticana con sus rítmicos cantos, que se alternaban con el gregoriano de la misa de Angelis y la polifonía de la Capilla Sixtina dirigida por el maestro Giuseppe Liberto. Hay quien –entre ellos me encuentro– juzgó escasa esta presencia musical africana, pero menos es nada.

En su extensa homilía, Joseph Ratzinger destacó que estamos en un momento “de esperanza” para África, porque “los designios de Dios no cambian. A través de los siglos y de los cambios históricos, siempre apunta a la misma meta: el reino de la libertad y de la paz para todos. Y eso implica su predilección por los que se ven privados de libertad y de paz, por los que son violados en su propia dignidad de personas humanas. Pensamos, en concreto, en los hermanos y hermanas de África que sufren la pobreza, las enfermedades, las injusticias, las guerras y las violencias, las migraciones forzosas”.

Clausura-Sínodo-3Inspirándose en el ciego Bartimeo –cuya curación relataba el evangelio de ese domingo–, el Papa siguió: “Eso es la Iglesia en el mundo: comunidad de personas reconciliadas, operadoras de justicia y de paz; ‘sal y luz’ en medio de la sociedad de los hombres y de las naciones. Por eso el Sínodo ha remachado con fuerza –y lo ha manifestado– que la Iglesia es Familia de Dios en la que no pueden subsistir divisiones a causa de la etnia, la lengua o la cultura. Testimonios conmovedores nos han mostrado que, incluso en los momentos más oscuros de la historia humana, el Espíritu Santo trabaja y transforma los corazones de las víctimas y de los perseguidores para que se reconozcan como hermanos. La Iglesia reconciliada es una levadura poderosa de reconciliación en todos y cada uno de los países y en todo el continente africano”.

A continuación citó la Populorum progressio de Pablo VI para asegurar que “lo que el Siervo de Dios elaboró en términos de reflexión, los misioneros lo han realizado y continúan realizándolo sobre el terreno, promoviendo un desarrollo que respeta las culturas locales y el ambiente, según una lógica que ahora, cuarenta años después, aparece como la única capaz de hacer salir a los pueblos africanos de la esclavitud del hambre y de las enfermedades”. Marcando la continuidad con su preclaro predecesor, añadió: “Es lo que yo he querido profundizar en la reciente encíclica Caritas in veritate; es necesario renovar el modelo de desarrollo global de modo que se capaz de ‘incluir todos los pueblos y no sólo los convenientemente preparados’. Todo lo que la doctrina social de la Iglesia ha sostenido siempre desde su visión del hombre y de la sociedad es exigido hoy también por la globalización. Ésta –conviene recordarlo– no debe ser entendida fatalmente como si sus dinámicas fuesen producidas por anónimas fuerzas impersonales e independientes de la voluntad humana. (…) La Iglesia trabaja con su concepción personalista y comunitaria para orientar el proceso en términos de relación, de fraternidad y de participación”.

Reconciliación indispensable

Benedicto XVI ha valorado muy positivamente los trabajos sinodales, y por eso pudo concluir su homilía con esta invitación: “¡Iglesia de África, sé valiente, levántate! (…) La urgente acción evangelizadora de la que se ha hablado mucho estos días lleva consigo un llamamiento apremiante a la reconciliación, condición indispensable para instaurar en África relaciones de justicia entre los hombres y para construir una paz justa y duradera respetando a todos los individuos y a todos los pueblos: una paz que necesita y se abre a la cooperación de todas las personas de buena voluntad más allá de sus respectivas pertenencias religiosas, étnicas, lingüísticas, culturales y sociales. En esta comprometida misión, tú, Iglesia peregrina en el África del tercer milenio, no estás sola. Te está cercana con la oración y la solidaridad efectiva toda la Iglesia católica y desde el cielo te acompañan los santos y santas africanas, que, con su vida e incluso a veces con el martirio, han testimoniado su plena fidelidad a Cristo”.

Clausura-Sínodo-4Durante el Angelus, el Pontífice volvió a subrayar la riqueza del Sínodo africano y pidió a todos los fieles que le escuchaban a través de la radio y de la televisión, pero de modo muy particular a los que lo hacían desde el continente africano, que leyesen el Mensaje que los padres sinodales han dirigido al mundo y a la Iglesia universal como conclusión de sus trabajos, “un mensaje que parte desde Roma, (…) pero que también puede decirse en un sentido no menos verdadero que tiene su origen en África, de la que recoge las experiencias, las expectativas y los proyectos, y que ahora vuelve a África”.

El mensaje en cuestión fue presentado a los informadores el viernes 23 por el arzobispo de Abuja (Nigeria), John Olorunfemi Onaiyekan, que ha dirigido los trabajos de redacción del mismo con sus dos máximos colaboradores, el obispo de El Cairo de los Caldeos, Youssef Ibrahim Sarraf, y el obispo de Chimoio (Mozambique), Francisco João Silota.

El Mensaje, dividido en 42 apartados, ha sido redactado como resumen-guía de las tres semanas que han pasado en Roma los obispos provenientes de todos los países de África, “con todos los hermanos obispos y colegas de todos los continentes –como ellos mismos dicen–, juntamente con la Cabeza del Colegio Episcopal y bajo su guía, con la participación de algunos delegados fraternos de otras tradiciones cristianas”.

En uno de sus primeros párrafos se hace esta descripción nada complaciente pero muy realista del actual momento del continente: “África es rica en recursos humanos y naturales, pero muchos de nuestros pueblos se debaten en medio de la pobreza y de la miseria, de guerras y conflictos, entre crisis y caos. Muy raramente todo esto es causado por desastres naturales. Se debe, más bien y en gran medida, a decisiones y acciones humanas de personas que no tienen ninguna consideración por el bien común, y esto, con frecuencia, debido a la trágica complicidad y conspiración criminal entre responsables locales e intereses extranjeros”.

Clausura-Sínodo-5“Pero África no debe desesperarse –siguen–. Las bendiciones de Dios son abundantes y esperan ser aprovechadas con prudencia y justicia a favor de sus hijos. Donde las condiciones son justas, sus hijos han demostrado que pueden alcanzar y de hecho han alcanzado el más alto nivel de compromiso humano y competencia. Existen muchas noticias positivas en diversas partes de África, pero los medios de comunicación moderna prefieren, con frecuencia, las malas noticias”.

Protagonismo

Una de las características de este Sínodo –al menos así me lo parece– ha sido la asunción de un auto-protagonismo por parte de las Iglesias de África y, de modo particular, por sus obispos: “Como obispos, aceptamos el desafío de trabajar unidos en nuestras distintas conferencias episcopales, dando a nuestros países un modelo de institución nacional reconciliada y justa, dispuestos a ofrecernos como artesanos de paz y de reconciliación, en cada ocasión y en cada lugar que se nos pida (…). La unidad del episcopado es fuente de gran fuerza, mientras que su ausencia es un derroche de energías, hace vanos los esfuerzos y abre un espacio a los enemigos de la Iglesia para neutralizar nuestro testimonio. Un área importante en la que esa cooperación nacional y esa unidad son muy útiles es la de los medios de comunicación”.

El mensaje abre a continuación un abanico de llamamientos particulares a los diversos sectores de la Iglesia: sacerdotes, religiosas y religiosos, familias, etc. El siguiente se dirige a los católicos comprometidos en la vida pública: “Elogiamos a los muchos de vosotros que se han ofrecido para el servicio público en vuestros pueblos sin preocuparse por todos los peligros y de las incertidumbres de la política en África, pues se lo han tomado como un apostolado para promover el bien común y el reino de Dios (…). África necesita santos en puestos relevantes: políticos santos que limpien de la corrupción el continente, que trabajen por el bien de la gente y que sepan cómo animar a otros hombres y mujeres de buena voluntad fuera de la Iglesia para que se unan contra los males comunes que asolan a nuestras naciones (…). Por desgracia, muchos católicos en puestos de prestigio no han respondido adecuadamente al ejercicio de sus cargos. El Sínodo invita a esas personas a que se arrepientan o a que dejen el escenario público y que así dejen de perjudicar al pueblo y de crearle mala fama a la Iglesia católica”.

Clausura-Sínodo-6Advierten a las familias contra “los ataques de algunas venenosas ideologías procedentes del extranjero que pretenden ser cultura ‘moderna’”, y recuerdan que “el país cuya legislación destruye a la familia lo hace en detrimento suyo. La mayor parte de las familias piden sólo lo necesario para sobrevivir. Tienen derecho a vivir”. Más en particular, los padres sinodales se dirigen a las mujeres africanas: “La contribución específica de las mujeres debería ser reconocida y fomentada no sólo en casa, como mujeres y madres, sino de forma más general también en la esfera social”, al mismo tiempo que las exhorta a que “las buenas ideas (de algunos programas de la ONU, por ejemplo) no sean distorsionadas por los traficantes de ideas extranjeras y moralmente venenosas que afectan al género y a la sexualidad del hombre”.

‘Un buen trabajo’

En el discursito que Benedicto XVI dirigió a todos los sinodales, a los que invitó a almorzar en el Aula PabloVI (almuerzo pagado, por lo que hemos sabido, con dinero proveniente de la Conferencia Episcopal Alemana), constató que se habían evitado dos peligros: el primero, “politizar el tema, hablar menos como pastores y más como políticos con una competencia que no es la nuestra”; y el segundo, “retirarse en un mundo puramente espiritual, en un mundo abstracto, bello pero no real”.“Hemos llevado a cabo –concluyó–, con la ayuda del Señor, un buen trabajo”. También dijo que haber evitado ese doble escollo “facilita mucho la elaboración del documento postsinodal”.

Y así entramos en el inabordable –para nosotros, por el espacio– terreno de las 57 propuestas elevadas al Papa para que pueda escribir la exhortación apostólica fruto de estos trabajos sinodales. Son extremadamente variadas y de interés muy diverso, desde la pura reflexión ascética o mística, a la consideración de orden disciplinar o a las tomas de posición ya conocidas sobre algunos problemas mayores del catolicismo africano. Pongamos algunos ejemplos.

Clausura-Sínodo-7Sobre el diálogo con el islam, además de recordar que “hay que superar cualquier forma de discriminación, de intolerancia y de fundamentalismo religioso”, se recomienda de forma especial “dar prioridad al diálogo de la vida y a un partenariado sobre los contenidos sociales y sobre la reconciliación; tomar en consideración la variedad de las situaciones y experiencias; confrontar honestamente nuestros malentendidos y dificultades; ofrecer mejor información sobre el Islam en la formación de los sacerdotes, hombres y mujeres religiosas y fieles laicos, así como tomar iniciativas que promuevan el respeto, la amistad, la colaboración y la reciprocidad” (n. 12).

Cuando habla del comercio de armas, el Sínodo formula la propuesta de que “la planificación y la producción de cualquier tipo de armas sea drásticamente reducida para el bien del desarrollo de la instrucción y de la agricultura que respete el ambiente”. Sobre el fenómeno de las migraciones, consideran necesario y urgente “pedir a los Gobiernos que apliquen las leyes internacionales sobre la emigración de modo justo y conveniente sin discriminar a los pasajeros africanos”.

Punto importante el de la inculturación, sobre el que “la Iglesia, para ser pertinente y creíble, tiene que hacer un esfuerzo de discernimiento profundo para identificar qué aspectos de la cultura promueven y cuáles impiden la inculturación de los valores evangélicos”. En el campo de lo muy concreto piden “que se denuncie la simonía de un cierto número de sacerdotes que abusan de los sacramentales para satisfacer las peticiones de los fieles a los que les gustan los símbolos religiosos como el incienso, el agua bendita, el aceite de oliva, la sal, las velas, etc.”.

Clausura-Sínodo-8Volviendo a la pandemia del sida, ésta es abordada en la proposición n. 51: “Los enfermos de sida en África son víctimas de una injusticia porque no reciben la misma calidad de tratamiento que en otros países. La Iglesia pide que los fondos destinados a ellos sean realmente entregados con este fin y recomienda que los pacientes africanos reciban la misma calidad de tratamiento que en Europa. La Iglesia condena con decisión todo intento deliberado por parte de personas o grupos de difundir el virus o como arma de guerra o con el propio estilo de vida. Propone la abolición de todas las causas de difusión de la enfermedad, de destrucción de la vida familiar, de infidelidad conyugal, la promiscuidad y un estilo de vida que desprecie los valores humanos y las virtudes evangélicas; una pastoral que ofrezca a los enfermos de VIH y de sida la posibilidad de acceder a la terapia, a la alimentación, a un acompañamiento para cambiar conductas y una vida sin la marca de la condena; una pastoral que ofrezca a los huérfanos, a las viudas y viudos una verdadera esperanza de vida sin la marca de la condena y de la discriminación; un sostén pastoral de ayuda a las parejas de contagiados para informarles y formar su conciencia para que hagan las opciones justas, con plena responsabilidad para el mejor bien recíproco, su unión y la de su familia”.

Contra la pena de muerte

Por fin, como desarrollo de un proyecto favorecido entre otros por la Comunidad de San Egidio, el Sínodo escribe (n. 55): “La dignidad de la persona humana requiere que sus derechos fundamentales sean respetados aun cuando ella misma no respete los derechos de los otros. La pena de muerte hace que falle dicha intención. A veces la pena de muerte es usada para eliminar a los opositores políticos. Además, las pobres gentes que no pueden defenderse solas se ven más fácilmente sujetas a esta pena definitiva e inapelable. Este Sínodo pide la abolición total y universal de la pena de muerte”.

¿Valía la pena, pues, convocar este II Sínodo africano? Mi respuesta es positiva, sin sombra de dudas. Insisto, por enésima vez, en que el lamentable y torpe sistema de información ha facilitado que pase desapercibido para la casi totalidad de los medios que configuran la opinión pública. No nos cansaremos de repetirlo, aunque desconfiemos del éxito de nuestro lamento, pero ahí queda.

A PROPÓSITO DEL SIDA Y DE LA CRISIS

En la parte más directamente dirigida a la comunidad internacional, el Mensaje final toma posición sobre el candente tema del sida: “Con el Santo Padre Benedicto XVI, este Sínodo advierte que el problema no puede ser superado con la distribución de profilácticos. Pedimos a todos los que estén interesados de verdad en detener la transmisión sexual del VIH-sida que reconozcan el éxito obtenido por los programas que aconsejan la abstinencia entre los no casados y la fidelidad entre los casados. Este modo de proceder no sólo ofrece la mejor protección contra la difusión de esta enfermedad, sino que además está en armonía con la moral cristiana”. Tajante es, igualmente, la petición a los poderes económicos: “Tratad a África con respeto y dignidad. África desde hace tiempo reclama un cambio en el orden económico mundial en cuanto a las estructuras injustas acumuladas que pesan sobre ella. La reciente turbulencia en el mundo financiero demuestra la necesidad de un radical cambio de reglas. Pero sería una tragedia si las modificaciones se hicieran sólo en interés de los ricos y una vez más en perjuicio de los pobres. Muchos de los conflictos, guerras y pobreza de África derivan principalmente de estas estructuras injustas”.

DERECHO A LA VIDA


Sobre el llamado Protocolo de Maputo (al que ya se refirió Benedicto XVI en su discurso al Cuerpo Diplomático en 2007), que trató a nivel africano los problemas de la mujer africana y su “salud reproductiva”, el Sínodo “considera inaceptable la promoción del aborto en su artículo 14.2c que fue formulado en estos términos: ‘Proteger los derechos reproductivos de las mujeres autorizando el aborto terapéutico en los casos de violencia sexual, estupro, incesto o cuando continuar con el embarazo pondría en peligro la salud mental o física de la mujer o la vida de la mujer y del feto’”. Los sinodales consideran que ese artículo “está en contradicción con los derechos humanos y el derecho a la vida. Banaliza la seriedad del crimen del aborto y devalúa el papel de la maternidad. La Iglesia condena esta posición sobre el aborto proclamando que, por su valor y dignidad, la vida humana sea protegida desde la concepción a su muerte natural”.

apelayo@vidanueva.es

En el nº 2.681 de Vida Nueva.

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