Antonio Paolucci: “En los Museos Vaticanos reside la identidad de la Iglesia”

Director de los Museos Vaticanos

Antonio-Paolucci(Texto y foto: Darío Menor) Octubre es tal vez el mes más hermoso de Roma. Atrás queda ya la húmeda fritura estival y todavía no ha llegado el frío de los tiempos más severos del otoño. Las noches ganan cada vez más la partida a los días, pero éstos responden magnánimos mostrando las delicias de su repertorio. La luz refulge en los charcos formados por la lluvia del día anterior. Los adoquines (o “sanpietrini”, como se les conoce en la Ciudad Eterna), algo húmedos, nos conducen entre las estrechas y serpenteantes calles del centro histórico que mueren al llegar al Tíber. Al otro lado se abre, majestuosa, la Vía de la Conciliación, cordón umbilical que une Roma con el Vaticano y acaba en San Pedro.

Algo más allá, siguiendo los muros que rodean al Estado más pequeño del planeta, se halla la puerta que da acceso a un espacio que trata de igual a igual al Prado, al Louvre o al British. En este octubre romano de terrazas y paseos, los viernes ya no se hace nunca tarde para visitarlo. Gracias al empeño de Antonio Paolucci, experto en Historia del Arte, ex ministro de Cultura y director, desde finales de 2007, de los Museos Vaticanos, las galerías donde se exponen las mejores colecciones de arte de la Iglesia están abiertas hasta las once de la noche.

“Por primera vez en cinco siglos, los Museos fueron abiertos al público por la tarde-noche en julio. Visto el éxito que tuvimos decidimos abrirlos todos los viernes de septiembre y octubre”. Con voz radiofónica, Paolucci describe satisfecho la respuesta tan positiva que ha tenido esta iniciativa y descarta que tenga ambiciones cuantitativas. “No lo he hecho para aumentar el número de visitantes al final de año, sino para que venga el pueblo de Roma. Los papas han dado siempre a los Museos un carácter universal, porque la Iglesia es universal por definición”.

Esta dedicación a los ciudadanos de la cuna de la cristiandad está atestiguada hasta en indelebles inscripciones en piedra. “Existen placas antiguas que así lo muestran”, asegura Paolucci. La decisión de abrir los Museos Vaticanos por las tardes va, además, en consonancia con lo que están haciendo sus pares en Europa. “Los vecinos de las capitales donde están ubicados los grandes museos sienten que les han expropiado estos espacios, que son de todo el mundo menos de ellos”.

Ayuda

Aparte de los viernes, los trabajadores de la institución que dirige Paolucci han trabajado un domingo adicional a lo planeado para ayudar a los damnificados de una de las mayores tragedias que ha sufrido Italia en los últimos años, el terremoto de la región de los Abruzos. “Los empleados ofrecieron su trabajo gratuitamente y dedicamos la caja de ese día para las víctimas del seísmo. De los trabajadores de los Museos Vaticanos no podía esperarse menos”, afirma orgulloso el director.

Es obvio que dirigir los Museos Vaticanos supone una gran responsabilidad. El mayor desafío, sin embargo, lo constituye una misión aparentemente sencilla pero inalcanzable en muchos casos. “El reto más grande y dificultoso es hacer entender qué son los Museos Vaticanos a los 4,5 millones de personas que nos visitan cada año. Más allá de Miguel Ángel y de la Capilla Sixtina, son los museos donde reside la identidad de la Iglesia católica. Representan la historia y el destino. Pocos saben, por ejemplo, que además de Miguel Ángel y Rafael, en los Museos Vaticanos está también la colección egipcia, etrusca, las artes menores, el arte moderno y contemporáneo, la etnografía…”, relata Paolucci.

En esencia

Una película: me gustan mucho Pedro Almodóvar y Federico Fellini.

Un libro: Guerra y paz, de Leon Tolstoi.

Una canción: Azzurro, de Adriano Celentano.

Un rincón del mundo: la cripta de la basílica vaticana donde está el sepulcro de Pedro y la tumba de los Papas de nuestro tiempo.

Un lugar en el mundo: mi ciudad natal, Rímini.

Un deseo frustrado: no tengo ninguno. Siempre he trabajado mucho y con gran alegría.

Una gran alegría: el pasado 4 de julio, cuando el Papa inauguró la restauración, guiada por mí, de la Capilla Paulina de Miguel Ángel.

Un sueño: que la gente entienda qué son los Museos Vaticanos.

Unas persona: mi mujer.

Un valor: la cultura. Cuando un hombre es culto entiende todo.

Que me recuerden: por lo que hice en 1996 para la restauración de la basílica de San Francisco en Asís.

Una aspiración: he conseguido ya el máximo en mi carrera. He sido ministro de Cultura, superintendente en Florencia, director general de Cultura y, ahora, me ha llamado el Papa. No puedo ambicionar más.

dmenor@vidanueva.es

En el nº 2.680 de Vida Nueva.

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