Marco Antonio Órdenes: “Hay que cuidar el equilibrio sano entre fe, fiesta y feria”

Obispo de Iquique (Chile). Responsable de la Sección de Santuarios y Religiosidad Popular del CELAM

Marco-Antonio-Órdenes(José Luis Celada) Hace ahora un mes, Marco Antonio Órdenes presidía en el santuario de Nuestra Señora de la Merced, en Quito, la Eucaristía de clausura del Encuentro Bolivariano de Rectores de Santuarios, organizado por la sección de Religiosidad Popular del Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM), que está a su cargo. Del trabajo pastoral en este campo y del protagonismo de esos espacios de acogida y oración en la Misión Continental habla para Vida Nueva el prelado chileno.

¿Qué papel juega la piedad popular en la Iglesia latinoamericana y en esa nueva evangelización impulsada desde Aparecida?

Cuando se inició Aparecida, el mismo Santo Padre, en su discurso inaugural, destacó la piedad popular del continente como un “un rico y precioso tesoro donde aparece el alma de los pueblos latino-americanos”. Y añadía que este catolicismo inculturado representa la dimensión más valiosa de la cultura latinoamericana. Estas palabras fueron, sin duda, un gran impulso a lo que dijo Aparecida, formulando la presencia de la piedad popular como una auténtica y legítima espiritualidad, aunque de otro modo al que estamos acostumbrados.

Fue un aporte y un avance muy grandes en el desarrollo del pensamiento pastoral de las conferencias generales del episcopado latinoamericano. De esta forma, es posible comprender el importante rol que juega, pues está presente en las más diversas dimensiones de la vida de nuestros pueblos. Atraviesa todos los estratos sociales, marcando profundamente los modos de comprender la fe y la cercanía al misterio de la presencia de Dios, y el santuario se convierte como en el punto de su más grande expresión. Por ello, al realizar un renovado proceso de la evangelización a través del impulso misionero de Aparecida, la piedad popular –especialmente a través de los santuarios– tiene mucho que aportar.

¿Y qué aporta en concreto esa piedad popular a la experiencia creyente?

Contiene la síntesis entre la fe cristiana y la honda expresión del pueblo latino-americano. Es necesario profundizar en este acontecimiento que marcó la identidad misma de América Latina, hasta tal punto que, en los lugares donde esta síntesis es vivida con intensidad, muchas situaciones contrarias a la fe y los valores del Evangelio se ven disminuidas.

La piedad popular nos ofrece la oportunidad de introducirnos en una experiencia que nos muestre los rasgos de una Iglesia acogedora, que saber recibir, acompañar y animar la fe de un pueblo no siempre culto, pero muy hondo en lo que busca. Nuestros pueblos, como la humanidad en estos nuevos tiempos de culturas emergentes y aceleración despersonalizada de la vida, buscan espacios que sean recreadores de una vida que se experimenta como fatiga y muchas veces, más bien, decaída y triste. La piedad popular puede ayudar mucho a mostrar el corazón misericordioso y esperanzado de la Iglesia que vive del Evangelio.

¿Es esta expresión de la religiosidad uno de los cauces más adecuados para contrarrestar el creciente influjo de la sectas?

Órdenes-2El fenómeno creciente de las sectas va llevando a muchas personas a realizar una experiencia de fe en otros espacios religiosos, donde muchas veces son instrumentalizados para fines comerciales. Éste es un fenómeno que afecta crecientemente a América Latina; y nuestras respuestas habituales desde la pastoral no parecen siempre saciar esa “sed de Dios” que hay en tantas de estas personas.

La piedad popular establece en las personas un vínculo con la experiencia de la fe que no queda sólo en la comprensión racional de la misma, sino que va más allá. Abarca la dimensión sensible y simbólica del ser humano, lo que sin duda contribuye a que sea una experiencia de fe muy arraigada en la identidad misma de la persona. Está guardada en la memoria de la experiencia significativa de los diversos momentos de la vida. Podemos decir que la piedad popular es una fe que marca el alma y la costumbre de un pueblo, implicando la dimensión comunitaria, incluso masiva, pero siempre acompañada de una dimensión personal. Estos elementos contribuyen, sin duda, a enfrentar el fenómeno de las sectas, porque permiten que la experiencia de la fe no sea una mera costumbre heredada, sino una experiencia vivida intensamente. Desde aquí se vislumbra toda una tarea y desafío para la pastoral que acompaña a la piedad popular y los santuarios.

Enraizada en la cultura

¿Cómo evitar que estas manifestaciones de fe se decanten más por lo lúdico o lo cultural que por lo religioso?

La piedad popular es una manifestación profundamente unida a la identidad de un pueblo, por tanto, enraizada en la cultura misma; y esto es todo un tesoro extraordinario, pues entrega una fe con identidad y arraigo. Por supuesto que, si esto no está bien acompañado, se puede correr el riesgo de que la experiencia religiosa quede absorbida por la dimensión profana, lúdica o folclórica que acompaña a la mayor parte de estas expresiones. La clásica trilogía de las “tres F” (fe, fiesta y feria) ha acompañado a lo largo de la historia muchos de los momentos de la piedad popular; incluso el mismo testimonio bíblico lo revela así. Hoy, también no siempre resulta fácil distinguir estos elementos.

¿Hay algún modo de conjugar esas tres dimensiones para que no se vea perjudicada o alterada la vivencia de la fe?

Órdenes-3Es un desafío buscar los equilibrios, para que la expresión de la fe cristiana en la piedad popular no se vea atrofiada por lo lúdico o lo cultural, en el sentido casi folclórico de la misma. Es una tarea muy importante para cuantos acompañamos estas expresiones. Es necesario cuidar el sano equilibrio entre lo religioso y lo profano que en ella se da. En cuanto constituye una expresión que abarca la totalidad de la expresión humana, la feria y las diversas expresiones festivas y lúdicas estarán presentes; pero éstas no pueden desarrollarse de tal forma que reduzcan lo religioso a lo mínimo. La participación de la organización civil es una necesaria y muy buena ayuda, pero hemos de estar muy atentos a que la expresión de la piedad popular no se vea encauzada para que sea una mera fuente de mayores ingresos por el fomento, por ejemplo, del turismo. No siempre son coincidentes los intereses de la dimensión misma de la piedad popular y los que puedan promoverse sin la búsqueda de la expresión y el testimonio de la fe. Una vez más, se vuelve muy necesario el celo del pastor para acompañar a quienes viven estas experiencias, porque lo que la gran mayoría
de las personas busca es, sin duda, expresar su fe, y si no hay pastores que las acompañen, las ovejas avanzan como pueden, pero van entrando en muchas confusiones también.

¿Cómo debe realizarse este acompañamiento por parte de los pastores y de la propia pastoral de la Iglesia en este campo?

El acompañamiento pastoral debe ser desde una propuesta positiva, y no negativamente crítica. Éste es uno de los aportes del Documento de Aparecida. Al ver con los ojos de Dios y juzgar con los criterios del Evangelio, se descubre en las diversas manifestaciones de la piedad popular una búsqueda sincera de Dios y su paso por estas expresiones. Nos hacemos contemplativos del Dios que viene a la fiesta que celebra con su pueblo. Entonces, allí, los diversos agentes pastorales estamos llamados a ser servidores de esta fiesta de profunda fe. No somos críticos, sino que acompañamos el encuentro con Jesucristo, animando la experiencia de una fe viva. Desde aquí, van surgiendo muchas experiencias de hondos cambios en la vida y opciones de nuevos horizontes, acordes a las enseñanzas del Evangelio. Pero esto requiere, sin duda, paciencia, diálogo y espacios de acogida y fraternidad. Éstas son características muy necesarias hoy para cuantos servimos al Evangelio.

Lugares privilegiados

¿Qué misión están llamados a cumplir los santuarios en el contexto de la Misión Continental?

El santuario es un lugar privilegiado para la Misión. A él llegan multitudes de peregrinos que vienen animadas por una búsqueda. Su decisión de partir hacia el santuario es ya la expresión de un anhelo y de su fe. Acude un número muy importante de peregrinos que normalmente no participan de la pastoral de la Iglesia, incluso de la Eucaristía dominical. La Misión Continental consiste en volver a presentar el gozo del Kerygma y de la identidad cristiana. El santuario, en la medida que acoge al peregrino, le facilita espacios de oración, le proporciona hermosas celebraciones litúrgicas, le muestra una clara preocupación por los más necesitados, le entrega experiencias catequéticas significativas y adecuadas a la realidad de los peregrinos, le ofrece buenas homilías, le acoge y fortalece las expresiones religiosas propias, se vuelve un testimonio de lo que es la Iglesia: Madre, Maestra y amiga de los hombres, como signo de Jesucristo y su Reino; y esto es ya un gran aporte de anuncio permanente: que en Cristo se tiene vida, y en abundancia. Los santuarios, en el contexto de la Misión Continental, son lugares de acogida y llamadas al corazón de las personas a cuestionarse por la presencia de Dios en sus vidas cotidianas.

En el nº 2.679 de Vida Nueva.

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