Prostitución: ellas se van, el problema persiste

La lucha desde la raíz es la clave de la acción eclesial

Prostitutas(María Gómez) A día de hoy ya no hay prostitutas en el Raval, uno de los barrios más característicos y turísticos de Barcelona, y su alcalde respira tranquilo, al menos de momento: la imagen que el mundo tiene de esta ciudad es “muy buena”, aunque “debemos tener cuidado con las imágenes que colectivamente queremos emitir”, declaró Jordi Hereu a un programa de la televisión TV3, después de la puesta en marcha de una medida para sacar a estas mujeres de las calles.

Protesta-prostitutasApenas una semana después de que el diario El País publicara unas fotos muy explícitas en las que varias mujeres realizaban diversos servicios sexuales a hombres en el Mercat de la Boqueria, el problema parece resuelto. Aunque muchos temen que se trata sólo de un parche. Las fotos, que han escandalizado a gran parte de la opinión pública española, han dado voz a las viejas reivindicaciones de los comerciantes, cansados de luchar en vano contra las consecuencias de la prostitución callejera: mala imagen, suciedad, incomodidad de los viandantes… Ha vuelto a la lista de tareas pendientes de los políticos locales la revisión o no de la ordenanza cívica, puesta en marcha en enero de 2006 pero que no consigue atajar el asunto. Y se ha reabierto el debate, inevitablemente, sobre esta práctica, si hay que regularla o abolirla, si hay solución a largo plazo, cómo evitar que la prostitución ‘manche’ las calles…

Algunos colectivos, por su parte, entienden estas polémicas como un obstáculo en su larga lucha contra el tráfico de mujeres. Una asociación barcelonesa que desea permanecer en el anonimato confirma a Vida Nueva su malestar ante estas “fotos incendiarias”, porque este tipo de tratamiento informativo “no es la mejor manera de abordar un problema que se da desde hace mucho tiempo, que no es una cosa de ahora”. Critican también el “montaje político” que hay de fondo y aseguran que, al final, todo lo que está ocurriendo mediáticamente “va en detrimento de las mujeres”. Cuando se apaguen los focos de las cámaras de los telediarios, seguirá habiendo mucha gente, y mucha de Iglesia, que se esforzará para que las mujeres no se vean obligadas a prostituirse.

Realidad lacerante

“Si lo que se pretende es ‘limpiar’ la ciudad, no es tan difícil: se las echa de la Rambla. Buscarán otros lugares y… se las volverá a echar. ¿Pero se habrá resuelto el problema? ¿Se habrá salvado a unas mujeres víctimas de las mafias que se enriquecen con estas nuevas esclavitudes?”, advierte Mª Victòria Molins, religiosa teresiana en el barrio del Raval. Ella lleva muchos años en contacto “con una realidad lacerante”, y aunque parezca que “esa realidad sólo existe cuando los medios de comunicación crean alarma social”, opina que “ésa es sólo una vertiente de la cuestión. Droga, prostitución, delincuencia degradan las ciudades, los barrios y las personas. Y es incómodo, no cabe duda. Pero el que se acerca a esas mujeres –no para utilizarlas [aclara]– y sabe de sus historias, no puede dejar de sentir un dolor profundo por lo que supone para ellas, más allá de lo degradante y desagradable que resulta para la sociedad convivir con todo ello”.

Protesta-contra-prostitució¿Qué es lo que demandan, qué necesitan las mujeres que ejercen la prostitución, más allá de que se las mueva de un barrio a otro (y da igual si se trata del Raval barcelonés, o de la calle Montera en Madrid)? “Yo distinguiría –responde Molins– entre las prostitutas ‘de toda la vida’ y las actuales víctimas de las mafias”. Las primeras dependen de los proxenetas, admite la teresiana, pero “poseían un cierto grado de libertad para ejercer lo que ellas veían como un ‘oficio’”. Para las segundas, no cabe hablar de ‘legalización’: “¿Cómo se va a legalizar la violencia de género que supone engañar, falsificar, inducir y abusar de unas jóvenes que dependen absolutamente de unos amos que las utilizan para su provecho? Si por legalización hablamos –continúa Mª Victòria– de exigir unas condiciones higiénicas, laborales y humanas para ejercer libremente el comercio sexual, tal vez transigiría… aunque siempre me parece terrible que haya personas que vendan su cuerpo. Y, sobre todo, que haya otras que lo compren para satisfacer sus instintos”.

Uno de cada cuatro hombres

No es cuestión baladí la que apunta la religiosa, y es que el cliente es un factor clave. En España, uno de cada cuatro varones ha recurrido alguna vez a una prostituta (Encuesta de Salud y Hábitos Sexuales, Instituto Nacional de Estadística, 2003). El ‘consumidor’ es una causa tan determinante (si no más) para que exista la prostitución como la pobreza o el deterioro en los países de origen de las chicas. “Siempre se habla de las víctimas y de los traficantes y se olvida que el ‘cliente’ es un colaborador fundamental para mantener ese degradante negocio”, se lee en la declaración El drama humano y moral del tráfico de mujeres, emitida por la Conferencia Episcopal Española en 2001.

Prostitutas-2Que no haya habido pronunciamientos desde entonces no le resta un ápice de validez a la reflexión de los obispos, que consideran, entre otras, dos circunstancias ‘favorecedoras’ en los países receptores: “La sociedad consumista en que vivimos, dominada por las leyes del mercado, y la banalización de la sexualidad”; y los medios de comunicación e Internet, que “a la vez que desempeñan la noble tarea de informar y denunciar estas situaciones degradantes de la persona humana, contribuyen, también, a favorecerlas mediante la publicidad, los anuncios sexuales y la pornografía”, convirtiéndose así en “cómplices de este mercado”.

No hay cifras claras sobre este negocio, pero la supresión de los anuncios ‘de contacto’ que acampan por las páginas de casi todas las cabeceras generalistas de nuestro país preocupa mucho: “Los medios serios españoles que han convertido esas páginas en sustanciosas fuentes de ingresos tienen un problema de coherencia editorial –escribía recientemente el presidente de la Asociación de la Prensa de Madrid–, que resuelven tirando por la calle de en medio, evitando preguntas y argumentando que esos ingresos son muy importantes”. Fernando González Urbaneja llegaba a pedir al Gobierno que no dé ayudas públicas a los periódicos que mantengan este tipo de publicidad.

“¿Por qué ha reaccionado la sociedad de esta manera al conocer el caso de las prostitutas del Raval? ¿Indiferencia, hipocresía, superficialidad al enjuiciar los hechos sin buscar las raíces? –se pregunta Mª Victòria Molins–. No lo sé, pero una sociedad consumista y falta de valores éticos que ha engendrado una crisis económica sin precedentes no puede quejarse ahora de que la gente se busque maneras de subsistir: con la venta ambulante ilegal, la reparación de coches en las calles sin permiso ni ‘papeles’, el trapicheo y hasta los robos… La multitud de gente desocupada en nuestro país es un peligro, pero sobre todo es una calamidad para los que padecen el desempleo, la marginación y la supervivencia”, remata la religiosa.

Víctimas de las mafias

Detención-prostitutasQuizá una de las causas de la poca visibilidad de este problema es la falta de cifras oficiales, y es tarea harto complicada dar con ellas. En el año 2007, el libro ‘Los amos de la prostitución’, del periodista Joan Cantarero, señalaba que cerca de 400.000 personas ejercían la prostitución en España, de las cuales 360.000 eran mujeres. De éstas, la mitad están en 3.600 clubes de alterne y burdeles, y el resto, en la calle, pisos, parques, polígonos industriales, etc. Según estos cálculos, el negocio movería unos 18.000 millones de euros al año.

No ha de confundirse prostitución con trata de personas, pero ésta segunda conlleva casi siempre la explotación sexual. Al respecto, más que cifras concretas, cabe decir que las operaciones policiales contra las redes de tráfico de personas se incrementan cada año y que cada vez hay más detenidos. Pero cada vez son más, también, las mujeres engañadas y extorsionadas.

Se puede trazar un somero perfil de las víctimas de estas mafias a partir de los datos facilitados por el Proyecto Esperanza (programa de atención integral de la Congregación de Religiosas Adoratrices, creado en 1999). De sus intervenciones a nivel de acogida, atención médica y psicológica, asesoramiento jurídico, etc., se pueden extrapolar rasgos de edad o procedencia: la mayoría de las chicas llegan de la Europa del Este, América Latina y África; la mayor parte tiene entre 18 y 25 años de edad; y casi todas son solteras.

“El tema de las chicas latinas, las del Este o las subsaharianas, cada vez más jóvenes, es tan complejo que va más allá de las ordenanzas políticas, de las fuerzas de seguridad de Barcelona y hasta del Estado español. Y lo sabemos todos. Se trata de mafias internacionales con las que es difícil luchar, como no sea desde instancias superiores y partiendo de unos principios éticos que no tienen aquéllos que están en la cúspide de esas mafias”, apunta Mª Victòria Molins.

En el nº 2.674 de Vida Nueva.

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