África, la reserva vocacional de la Iglesia

seminario-en-africa(José Carlos Rodríguez Soto) En el seminario nacional de Gaba, a las afueras de Kampala (Uganda), están de obras. En los verdes terrenos a orillas del lago Victoria donde se encuentra enclavado, se construyen hoy más dormitorios porque sus instalaciones se han quedado pequeñas para albergar a los 151 seminaristas procedentes de las 19 diócesis del país, más algunos del Sudán meridional. Todos ellos cursan allí el último ciclo de tres años de sus estudios teológicos tras haber realizado los tres primeros en uno de los otros dos seminarios nacionales (Katigondo o Alokolum). Y hace diez años, la congestión era tal en Gaba que la Conferencia Episcopal del país tuvo que abrir otro centro de segundo ciclo en Kinyamasika, donde hoy estudian otros 130 candidatos al sacerdocio. A todos ellos hay que sumar los 132 seminaristas de la archidiócesis de Kampala, que tiene su propio centro, donde cada año salen un promedio de diez nuevos sacerdotes. 

religiosos-en-africaEsta estampa es, sin duda, muy diferente a la de España, donde grandes edificios que antaño albergaron a cientos, o decenas, de jóvenes que se preparaban para el sacerdocio están vacíos y sus diócesis intentan venderlos para otros fines. Es muy raro oír que África lidera en algo bueno, pero en este caso, las estadísticas cantan: es el continente donde aumentan más las vocaciones sacerdotales. De 2000 a 2007, el número de seminaristas diocesanos aumentó en un 21%, y el de sacerdotes diocesanos en un 2,5%. Hoy son 272.000 en todo el continente, a los que hay que sumar otros 135.000 sacerdotes pertenecientes a órdenes religiosas. Estos hechos contrastan con el panorama vocacional en Europa, donde, salvo Polonia, las vocaciones sacerdotales siguen cayendo en picado, lo mismo que en los Estados Unidos. Son datos de la última edición del Anuario Estadístico de la Iglesia, que publica el Vaticano, el cual asegura también que África es el continente donde más crece también el número de católicos: un 3% en ese mismo periodo. Con estos datos, parece que la Iglesia católica tiene motivos para mirar a África como el lugar donde tiene más futuro. Allí la preocupación de los rectores de seminarios no es cómo llenarlos, sino de dónde sacar el dinero para construir más aulas y dormitorios. 

Según este mismo Anuario, la mitad de los sacerdotes africanos se concentran en Nigeria, Uganda, la República Democrática del Congo y Tanza- nia, Iglesias apenas centenarias, pero donde los primeros misioneros hicieron de la formación del clero nativo su prioridad. Baste pensar que, por ejemplo, en naciones como Uganda, Ruanda y Burundi las primeras ordenaciones sacerdotales tuvieron lugar en 1920. Con todo, en otros lugares la situación es menos prometedora. Angola, Mozambique y la República Centroafricana, empezaron a tener sus primeros sacerdotes locales, con cuentagotas, en 1960.

Causas del ‘boom’

misa-en-ugandaLas causas de este boom vocacional son diversas. La gente en África, en general, tiene una cultura más religiosa que en el mundo occidental, y allí la Iglesia católica tiene bastante prestigio y no raramente es la única institución que funciona y presta valiosos servicios a la población más pobre, como escuelas, hospitales y centros sociales. En países como Mozambique, Congo, Uganda, Sudán y otros muchos, se ha destacado también por su labor a favor de la paz.

Pero hay otras causas (ver recuadro abajo). Como sucedía en España hace décadas, cuando la gente vive en situación de pobreza y la cultura predominante está impregnada de religiosidad cristiana, para muchas familias mandar a un hijo al seminario es la única oportunidad para que tenga una educación de calidad. Esto explica que en África haya un auge de seminarios menores. 

Tampoco hay que olvidar que en muchos lugares, el sacerdote es visto como una figura importante, con poder y prestigio, lo que atrae a muchos. Los formadores en seminarios se quejan de que es difícil discernir los verdaderos motivos por los que un joven pide el ingreso, sobre todo porque muchos seminaristas desarrollan un carácter reservado durante su estancia. “Es como si se pusieran una máscara, y una vez ordenados, se muestran tal y como son”, lamentan muchos formadores, quienes apuntan a otra mentalidad que crea situaciones difíciles: una vez que uno entra en el seminario, se asume que la ordenación está garantizada. En estas circunstancias, abrir la puerta para que un candidato poco adecuado se vaya es un riesgo que pocos quieren asumir.  

seminaristas-africanosPuede que esta manera de pensar tenga mucho que ver con una idea de sacerdocio bastante ligada al poder. “En ningún lugar como en África se celebran las ordenaciones sacerdotales con tanta pompa y solemnidad -escribía hace pocos años el padre blanco alemán Wolfgang Schonecke– y esto tiene el peligro de hacer que el joven que recibe la imposición de las manos acabe pensando que no tiene que rendir cuentas ante nadie”. Algunos rituales litúrgicos introducidos en nombre de la inculturación, donde se presenta al cura como un jefe o un rey, incluso con su penacho de plumas al comienzo de la misa, han contribuido a afianzar este concepto.  

Problemas económicos

Pero independientemente de la idea que uno tenga del sacerdocio, tal vez el problema más inmediato y difícil para la mayor parte de las diócesis africanas sea el mantenimiento económico de su clero. En la diócesis de Gulu, en Uganda, el sueldo oficial de un sacerdote es de 15 dólares al mes, cantidad que reciben de una diócesis alemana cuyos curas aceptaron donar una parte de su salario. En cualquier parroquia rural es raro que la colecta dominical pase de los 10.000 chelines (cuatro euros). Sólo las intenciones de misas, que reciben de la Ayuda a la Iglesia Necesitada, pueden sacarles algo a flote, añadiendo unos ingresos equivalentes a 100 euros al mes. Además, un sacerdote necesita un seguro médico y medios de transporte para poder desplazarse por su propia parroquia, donde no raramente tendrá que visitar comunidades cristianas a más de 60 kilómetros de la sede central. Por si fuera poco, en muchas ocasiones los curas diocesanos en África se ven ante un alud de peticiones de ayuda por parte de muchos de sus familiares, cosa que es lógica para el contexto cultural de familia extendida en el que funciona el “hoy por ti, mañana por mí”. Si ayer fueron sus tíos los que se rascaron el bolsillo para pagarle los estudios en el seminario, hoy le recuerdan al joven cura que le toca echar una mano a su parentela. 

sacerdote-africanoUn buen número de sacerdotes africanos amplían sus estudios en países extranjeros. Este hecho, en sí positivo al dar la oportunidad de tener un personal mejor preparado, a veces genera situaciones incómodas. Quienes vuelven con licenciaturas o doctorados en Italia, Alemania o Bélgica, suelen esperar que su obispo les recompense con un destino como profesor o como coordinador de una oficina diocesana donde es fácil tener acceso a fondos enviados por agencias de ayuda, y uno puede esperar tener una vida más atractiva que en una parroquia rural. Muchas tensiones en el seno del clero en diócesis africanas  tienen su origen en este fenómeno, que crea también situaciones de clericalismo asfixiante, y suponen un dolor de cabeza para más de un obispo al que una parte de sus curas acusa de trato discriminatorio. En otros casos, no es raro encontrar curas africanos que alargan indefinidamente sus estudios en el extranjero para, finalmente, no regresar. En 2001, Propaganda Fide dirigió una carta a todos los obispos bajo su jurisdicción advirtiendo de que los estudios del clero nativo en otros países no deberían convertirse en una vía de escape por la que se termina perdiendo un personal muy necesario en sus diócesis de origen.

El impulso misionero es otro de los desafíos para el clero africano. En un mismo país puede ocurrir que en una zona haya diócesis muy desarrolladas y con gran número de sacerdotes, mientras que a pocos cientos de kilómetros de distancia se encuentre uno con situaciones de primera evangelización. Desde hace años, por ejemplo, la diócesis ugandesa de Masaka -con un promedio de 12 ordenaciones al año- ha enviado sacerdotes fidei donum a Karamoya, región semiárida donde apenas hay clero. Otros curas ugandeses trabajan en países como Burundi, Sudáfrica, Mozambique y Sudán, después de que sus obispos visitaran Uganda en busca de misioneros. Tal y como está el tema vocacional, para un obispo africano hoy puede ser más rentable buscarlos en el país vecino que en Europa, donde las vocaciones no florecen como antaño. 

Tal vez también sea así para más de un obispo europeo. En España ya hay casos. Este año, los de Oviedo y de Ciudad Rodrigo han nombrado a curas de Guinea Ecuatorial y Ruanda párrocos de iglesias que llevaban años sin nadie a su cargo. Es más que probable que en los próximos años, la imagen de un párroco africano celebrando misa en una iglesia española sea habitual.

“EN ÁFRICA, NO ES EXTRAÑO QUE DE UNA FAMILIA CON OCHO HIJOS, DOS SE OFREZCAN A DIOS”

El P. Paul Masolo, es, desde el año 2000, rector del Seminario Nacional de Gaba (Uganda). En este entrevista con Vida Nueva explica su punto de vista sobre las vocaciones sacerdotales en el continente negro.

¿A qué cree que se debe el gran incremento registrado en los últimos años en las vocaciones sacerdotales en África?

La primera razón es bastante obvia: África tiene más hijos que Europa, donde las tasas de nacimiento son muy bajas. En mi país, una mujer tiene un promedio de ocho hijos. Además, el cristianismo es aún nuevo en África, y los africanos tenemos una tendencia a abrazar con entusiasmo todo lo que nos llega nuevo, como también sucedió durante los primeros siglos de expansión de la Iglesia en Europa. Uganda, por ejemplo, es un país donde la gente está muy convencida de la importancia de los valores cristianos. Si ponemos estos dos factores juntos, no es de extrañar que si una familia católica tiene ocho hijos, uno o dos de ellos decidan ofrecerse al servicio de Dios, y que sus padres les den todo su apoyo.

Naturalmente, tampoco podemos olvidar el atraso económico de África. Cuando la gente es pobre, suele rezar más, y cuando la gente tiene dinero, creen que ya no necesitan a Dios. También en Europa, hace algunos años, cuando la gente no tenía tanta prosperidad económica, las iglesias -y los seminarios- estaban llenas y hoy están vacías. Debido a esta situación de pobreza en África, muchos jóvenes no tienen perspectivas de conseguir un puesto de trabajo decente, y tampoco podemos descartar que esto sea una causa.  

¿Qué retos tiene delante de sí una persona como usted, que se dedica a la formación de futuros sacerdotes en un país africano?

El más importante es discernir si un joven que ha entrado en el seminario tiene una vocación auténtica. Aquí tenemos a 150 seminaristas, y con tanta gente a veces no sabes quién tiene motivaciones genuinas y quién no, sobre todo teniendo en cuenta que los futuros sacerdotes se preparan para una vida de celibato que no es fácil de vivir para nadie. Tampoco podemos olvidar el aspecto económico, ya que la mayor parte de nuestros jóvenes vienen de familias pobres y no todos pueden pagar el equivalente a 200 euros al año que les pedimos, aunque el coste real de su mantenimiento sería no menos de 1.000 euros. Para hacer frente a estos gastos recibimos ayudas de la Obra Pontificia de San Pedro, de Missio (Alemania), y de algunos donantes privados.

Cuando un seminarista es ordenado sacerdote, ¿está preparado adecuadamente para afrontar sus responsabilidades pastorales?

Por lo que se refiere a la formación que impartimos aquí, creo que es adecuada. Si uno es serio, ocho años de estudios y práctica pastoral es más que suficiente, y creo que sería injusto que si algo no funcionara después le echáramos la culpa al sistema de formación en el seminario. Naturalmente, la sociedad moderna tiene muchos retos, y algunos aspectos negativos de la sociedad moderna pueden tener una mala influencia en los nuevos sacerdotes, aunque una persona madura debe ser capaz de saber discernir y aprender de la experiencia, aún de la más negativa que se pueda encontrar.

jcrsoto@vidanueva.es 

En el nº 2.669 de Vida Nueva.

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