Un choque entre indígenas y policía deja 33 muertos en Perú

enfrentam-en-amazonia-peru(María Rosa Lorbés– Lima) El fatídico 5 de junio marcará un antes y un después en el Perú del siglo XXI: 33 peruanos murieron a manos de otros peruanos en un enfrentamiento que nunca debió ocurrir. En la mente de muchos se agolparon entonces los recuerdos de Uchuraccay, Accomarca, Lucanamarca, Putis y tantas otras masacres… de las pasadas décadas de violencia política.

Hace dos meses, los nativos de varias localidades de la Amazonía peruana se encontraban en huelga pidiendo la derogatoria de nueve decretos, aprobados por el Gobierno de Alan García para posibilitar la entrada en vigencia del Tratado de Libre Comercio con los Estados Unidos, pero que, a su juicio, constituyen un atropello (VN, nº 2.660). El Ejecutivo hizo oídos sordos a sus reclamos y dejó que el problema se empozara sin proponer ninguna solución, hasta que el 5 de junio decidió disolver a los huelguistas, que bloqueaban la carretera en Bagua, disparando desde helicópteros. Los primeros indígenas que cayeron fueron el detonante para que un grupo de pobladores tomaran como rehenes a varios policías que custodiaban una instalación petrolera y se ensañaran con algunos de ellos asesinándolos cruelmente.

Se sabe por el momento que hay 24 policías muertos, varios de los cuales fueron tomados como rehenes y asesinados por un grupo de nativos; por el lado de la población civil, hay nueve cadáveres, pero versiones no oficiales hablan de un elevado número de desaparecidos; corren rumores de que algunos cadáveres habrían sido arrojados al río y que otros habrían sido quemados, pero hasta el momento no hay evidencia cierta de tales manifestaciones. Como en toda guerra, la primera que muere es la verdad, por lo que se antoja difícil conocer lo que realmente pasó ese día. Lo que sí parece fuera de toda duda, a la vista de los hechos, es que la hipótesis del Ejecutivo, en el sentido de que se trataba de una conspiración internacional para acabar con la democracia en el país, carece de todo sustento.

Ahora lo urgente es pedir a todas las partes un ¡Alto a la violencia!, como lo hicieron en oportuno pronunciamiento el presidente de la Conferencia Episcopal y la Defensora del Pueblo. El primer mandatario peruano ha solicitado a la Iglesia que ayude en el proceso de negociación y diálogo, petición que ya ha sido aceptada por el obispo Miguel Cabrejos. Todo apunta a que los próximos días serán decisivos para que las aguas se calmen un poco y el diálogo para una solución justa y pacifica sea posible.

En el nº 2.664 de Vida Nueva.

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