México, la nueva diáspora de la migración centroamericana

El director de la Casa ‘Belén’, en Saltillo, relata para ‘VN’ el periplo de las miles de personas que acoge cada año

verja-frontera-mexico(Pablo Romo Cedano– México DF) El padre Pedro Pantoja, de la diócesis de Saltillo (Coahuila), quien durante años ha trabajado con migrantes centroamericanos en México, ha reiterado para Vida Nueva lo declarado semanas atrás en la prensa nacional, coincidiendo con la presentación del V Informe sobre la situación de los migrantes centroamericanos en su tránsito por México, que “los migrantes centroamericanos sufren persecución, abusos y crueldad ya no sólo de los funcionarios de migración y de las policías locales que los extorsionan, sino también por comandos armados presuntamente pertenecientes al cártel de los zetas”.

El padre Pedro fundó la Casa del Migrante ‘Belén’ en la ciudad de Saltillo, donde recibe cada año a miles de centroamericanos, “gente de Honduras, El Salvador y Guatemala, que llegan agotados, hambrientos y con historias de horror de todo lo que han sufrido”, relata en entrevista con Vida Nueva. “Vemos cada día -añade- más migrantes que quieren cruzar la frontera. Hace todavía unos años, eran fundamentalmente hombres, hoy son también mujeres, esposas que quieren alcanzar a sus maridos, y van con los niños, decididas a todo por cruzar y reencontrarse con sus maridos que se fueron hace tiempo”. Se trata de familias enteras, porque esta migración “ya es para no regresar”. “Se van de sus tierras habiendo ‘quemado sus barcas’ en su propio país -prosigue el religioso-, sabiendo que no podrán regresar, al menos en muchos años. Cargan con todo, con los hijos y, a veces, con los abuelos”.

Hambre y narcotráfico

Preguntado por los motivos de esa emigración, el director de la Casa ‘Belén’ reconoce que “la gente sigue dejando sus países ya no por el terror de las dictaduras y de la propia guerra, sino por el terror al hambre, al narcotráfico que se apodera día a día de sus tierras”. Más aún, lamenta que hayan perdido ya la esperanza de mejorar en su país, “hartos de promesas incumplidas”. De aquí que “la experiencia de los cientos de miles de salvadoreños, hondureños, nicaragüenses, guatemaltecos y panameños que viven del ‘otro lado’ les dé ánimo para hacer esta terrible travesía”.

En el citado informe sobre derechos humanos y migración recién presentado, Pedro Pantoja dio a conocer las cifras de los y las migrantes que pasan por los centros gestionados por la Iglesia católica, como la Casa ‘Belén’, que él dirige y que está integrada en la Pastoral Social de Saltillo, pero “el sufrimiento de quienes tienen que dejar su casa no se mide en números”. Claro que “las estadísticas ayudan a ver la proporción del problema”, matiza con contundencia.

Un dato sobre esta realidad refleja que más de una cuarta parte de los centroamericanos que pasan por territorio mexicano rumbo a los Estados Unidos sufren algún tipo de extorsión o maltrato por parte de delincuentes relacionados con el cártel del Golfo, es decir, por los zetas, cuando no es por la propia autoridad mexicana. Según el padre Pantoja, los delincuentes secuestran a los migrantes, les permiten hacer una llamada a sus familiares en los Estados Unidos y éstos deben depositar el dinero en los sistemas de envío de remesas. En pocos minutos, pueden obtener el dinero de la extorsión o del secuestro exprés sin ninguna cortapisa por parte de las autoridades mexicanas. Vale decir que estos sistemas de envíos rápidos, como Western Union, Money Gram o Bancomer -entre otros- cobran comisiones altísimas, de hasta un 18% o más, según el Banco Mundial.

casa-belenA pesar de estos hechos, los países más pobres de América Latina no pueden detener la migración. Más aún, en muchas partes, la alientan. Las remesas hacia América Latina y el Caribe alcanzaron casi los 60.000 millones de dólares durante 2007, cifra que convierte a la región en la primera receptora de remesas del mundo en desarrollo. En el caso de El Salvador, 2,5 millones de salvadoreños residentes en las diversas ciudades norteamericanas sostienen prácticamente la economía del país centroamericano, que el año pasado recibió 3.788 millones de dólares en remesas. Y es que, según fuentes oficiales, unas 180.000 personas salen cada año hacia los Estados Unidos, lo que supone cerca de 500 por día, en su mayoría jóvenes.

Los refugios que acogen y ayudan a los migrantes centroamericanos en México se encuentran distribuidos a lo largo de la ruta de tránsito, desde Chiapas hasta la frontera norte. La mayor parte de estos centros están administrados por religiosas, sacerdotes de las diversas diócesis, el Servicio Jesuita al Refugiado, los padres escalabrinianos y los dominicos, entre otros. El de Ciudad Juárez, regentado por la Orden de Predicadores, alberga tanto a centroamericanos como a mexicanos que han sido deportados de los Estados Unidos. A menudo, estas deportaciones se realizan por garitas diferentes a las que los migrantes utilizaron para cruzar: por ejemplo, se les detiene en Tijuana y se les deporta en Ciudad Juárez; es decir, se les traslada cientos o miles de kilómetros y se les arroja al lado mexicano sin nada en las manos. Las ciudades de frontera crecen en el número de personas que han sido “arrojadas” de esta manera y, por lo tanto, son fácil blanco de la delincuencia. Hay que agregar a esto que un porcentaje muy alto de mujeres centroamericanas que intentan cruzar hacia los Estados Unidos son víctimas de algún tipo de vejación sexual en territorio mexicano, como confirmó Jorge Bustamante, relator especial de Naciones Unidas para temas de migrantes, en su última visita a la región. “Es imperativo -dijo- tomar medidas para evitar los crímenes que se cometen contra las migrantes y, particularmente, para prevenir la trata de éstas”. 

Reunido en meses pasados con Bustamente, el obispo guatemalteco de San Marcos, Álvaro Ramazzini, señaló que la intención de la Iglesia católica en Centroamérica, México y los Estados Unidos es continuar con los procesos necesarios para lograr un cambio en la Ley de Migración norteamericana y apoyar a los migrantes, cuyos derechos humanos están siendo violados en las fronteras. El padre Mauro Verzeletti, secretario adjunto de la Pastoral de Movilidad Humana de la Conferencia Episcopal de Guatemala, por su parte, en recientes declaracioness a la prensa, manifestó estar “sumamente alarmado, porque autoridades de los Estados Unidos han afirmado que este año deportarán a 40.000 indocumentados guatemaltecos”.

Rechazo y deportación

Mientras tanto, los consulados de los países centroamericanos se concentran en atender sólo algún caso emblemático que trasciende a la opinión pública, y el resto los dejan en manos de las autoridades mexicanas, que los mantienen en la impunidad. Así, cientos de jóvenes que son una y otra vez rechazados y deportados en su intento por cruzar la frontera se incorporan a las pandillas locales mexicanas o engrosan las llamadas maras.

Aunque la Comisión de Migración del Episcopado de los Estados Unidos se ha congratulado con su Gobierno por la posibilidad de que los ciudadanos cubanos puedan visitar la isla sin restricciones, ha seguido exigiendo a la nueva administración del presidente Obama un trato digno para los migrantes centroamericanos y mexicanos y la suspensión de la construcción del muro que separa a los dos países. Sólo así, la nueva diáspora de migrantes centroamericanos en México mantendrá viva la esperanza de un futuro con más oportunidades.

promo@vidanueva.es

En el nº 2.664 de Vida Nueva.

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