Un viaje hacia la paz

El Papa, mensajero del diálogo en Tierra Santa

papa-tierra-santa(Antonio Pelayo– Enviado especial a Tierra Santa) Un viaje arduo, lleno de complicaciones y de peligros. Así sintetizaban la mayoría de observadores sus impresiones poco antes de que Benedicto XVI emprendiera su “peregrinación” a Tierra Santa el 8 de mayo. Con mayor autoridad que todos ellos, Joaquín Navarro Valls afirmaba, la víspera, en La Repubblica: “La situación es hoy mucho mas crítica que hace ocho años, en primer lugar porque entonces se había creado un clima de paz que parecía abrir nuevos caminos en la dirección de una solución diplomática; hoy, por el contrario, después de la turbulenta salida de la segunda intifada y después de la violenta guerra de Gaza del pasado mes de diciembre, no parece que se pueda esperar verdaderamente un resultado tan ambicioso”. En todo caso, entre los colaboradores más cercanos del Papa nadie vaticinaba un paseo triunfal en uno de los escenarios mas complejos y enrevesados del planeta, pero todos confiaban en la tradicional habilidad de la diplomacia vaticana, en las legítimas aspiraciones de los pueblos visitados y, sobre todo, en la ayuda de Dios.

Fuerza espiritual

papa-tierra-santa-2En sus manos, desde luego, se ponía el Papa cuando, el día 8, subía al avión de Alitalia que le iba a conducir a Ammán, la capital de Jordania. A pesar de la catastrófica experiencia de su anterior viaje a África, Benedicto XVI no quiso renunciar tampoco esta vez a su habitual intercambio de opiniones con el medio centenar de periodistas que le acompañan en el vuelo papal, si bien esta vez el director de la Sala de Prensa de la Santa Sede tomó sus precauciones, y entre las numerosas preguntas que le hicieron llegar por escrito nuestros colegas, el P. Lombardi escogió cuatro bastante obvias pero que resumían los mayores interrogantes del viaje.

La primera pregunta iba directamente al grano: “¿Piensa que va a poder contribuir a un proceso de paz que ahora parece empantanado?”. El Papa respondió: “Pienso contribuir a la paz no como individuo, sino en nombre de la Iglesia católica, de la Santa Sede. Nosotros no somos un poder político, sino una fuerza espiritual y una realidad que puede contribuir a los progresos en el proceso de paz”. Después de subrayar el papel de la oración (“una fuerza que abre el mundo a Dios”) y de la “formación de las conciencias para que conozcan los verdaderos criterios, los verdaderos valores”, reafirmó su convencimiento de que “justamente porque no somos una parte política podemos tal vez más fácilmente, también a la luz de la fe, ver los verdaderos criterios, ayudar a comprender todo aquello que favorezca la paz y a hablar a la razón, apoyando las posiciones verdaderamente razonables. Esto es lo que hemos hecho hasta ahora y lo que queremos continuar haciendo en el futuro”.

Sobre las perspectivas de diálogo entre las tres grandes religiones monoteístas, también se mostró firmemente convencido de que “el diálogo trilateral debe seguir adelante porque es importantísimo para la paz y también para que vivamos cada uno mejor nuestra propia religión”. A este propósito recordó que antes de ser Papa había cofundado con el metropolita Damaskinos y el Gran Rabino de Francia, René-Samuel Sirat, una fundación destinada a fomentar el diálogo entre cristianos, judíos y musulmanes, una de cuyas realizaciones fue coeditar el Corán y el Antiguo y el Nuevo Testamento.

papa-tierra-santa-3La llegada al aeropuerto Reina Alia revistió toda la solemnidad de una visita de Estado. Sus Majestades el rey Abdallá II y la reina Rania (muy elegante sin pretenderlo) saludaron a un Papa muy sonriente y relajado en presencia de otros miembros de la familia real, de todo el Gobierno, de las autoridades religiosas católicas y musulmanas y de un vistoso destacamento de la Legión Árabe con su famosa kefia blanca y roja. El rey -que, según la tradición, es el 43º descendiente directo del profeta Mahoma a través de la línea masculina de su sobrino- tuvo palabras muy elogiosas para el Pontífice, recordando los estrechos vínculos que unen a la Santa Sede con la monarquía hachemita, especialmente a través de su padre, el difunto rey Hussein, que recibió a Pablo VI en su primera peregrinación a Tierra Santa, y a Juan Pablo II en la suya en el año 2000.

El Papa, por su parte, elogió el clima de libertad religiosa que reina en el pequeño país medio-oriental y expresó su agradecida admiración por la contribución de Jordania al diálogo entre las diversas religiones gracias al llamado ‘Mensaje de Ammán’. “En efecto -añadió-, el reino de Jordania está desde hace tiempo en primera línea en las iniciativas para promover la paz en Oriente Medio y en el mundo, apoyando el diálogo interreligioso, sosteniendo los esfuerzos para encontrar una justa solución al problema israelo-palestino, acogiendo a los refugiados del vecino Irak y buscando frenar el extremismo”.

Desde el mismo aeropuerto, acompañado de su séquito -del que forman parte los cardenales Bertone, Sandri, Tauran, Antonelli y Foley, además del sustituto de la Secretaría de Estado, Fernando Filoni-, se dirigió al centro ‘Regina Pacis’ de la capital jordana, donde reciben asistencia enfermos y minusválidos de todas las religiones sin distinción.

Allí a todos los presentes les dijo: “Yo no vengo, como los peregrinos de otros tiempos, con regalos y ofrendas. Vengo sencillamente con una intención y una esperanza: rezar por el don precioso de la unidad y de la paz, más en concreto para Oriente Medio. Una paz para los individuos, para los padres y los hijos, para la comunidad, paz para Jerusalén, para Tierra Santa, para la región, paz para toda la familia humana; una paz duradera generada por la justicia, por la integridad, por la humildad, por el perdón y por el profundo deseo de vivir en armonía como única realidad”.

papa-tierra-santa-4La atmósfera era tan cálida y tan familiar que, además de varios ramos de flores, un joven matrimonio que se acercó a saludarle le puso sobre los hombros la tradicional kefia jordana, que Benedicto XVI aceptó complacido. La foto ha dado ya la vuelta al mundo.

El segundo día de su estancia, el Papa se trasladó al Monte Nebo, que se eleva 800 metros sobre el nivel del mar y desde el que, según la tradición, Dios mostró a Moisés la Tierra Prometida. Efectivamente, en los días más claros, desde su cima se divisa el Valle del Jordán hasta Jerusalén. Le recibió el Ministro General de los Franciscanos, el español José Rodríguez Carballo, quien le acompañó primero al interior de la antiquísima iglesia y después al promontorio, al que ya se asomó Wojtyla, que azuzaba su mirada para divisar el sugestivo horizonte. Benedicto XVI lo contempló extasiado largo tiempo mientras recibía discretas informaciones de los especialistas en arqueología e historia de la Iglesia primitiva, que vivió en estos parajes momentos muy significativos.

papa-tierra-santa-5A media mañana, el Santo Padre ya se encontraba de vuelta a Ammán para visitar el museo hachemita y la nueva mezquita, inaugurada en 2006 para perpetuar la memoria del rey Hussein, un imponente edificio construido con una sabia arquitectura que ha sabido integrar en la modernidad de sus estructuras elementos de la secular tradición musulmana. Saludado por el imán de la misma, se recogió unos instantes en un gesto muy similar al que ya realizó durante su visita a Estambul, en 2006, a la famosa Mezquita Azul de la capital turca.

Fuera ya del recinto estrictamente religioso y dedicado al culto, tuvo lugar su encuentro con las máximas autoridades de la religión musulmana del país, con los embajadores del cuerpo diplomático acreditado en Jordania y con los rectores de diversas universidades. Las palabras de saludo estuvieron a cargo del príncipe Ghazi bin Talal, primo carnal del rey Abdallá II y consejero del monarca para los asuntos religiosos, así como promotor de la famosa carta Una palabra común, que más de un centenar de personalidades del mundo musulmán dirigieron a otros líderes religiosos del mundo, entre ellos, el Papa.

Esfuerzo común

papa-tierra-santa-6El príncipe jordano agradeció al Santo Padre que hubiese manifestado su dolor por la interpretación que se había dado a algunas de sus palabras en la lectio magistralis que pronunció en Ratisbona en septiembre de 2006. E insistió en que era necesario un esfuerzo común para clarificar las enseñanzas y la vida de Mahoma, que no son las que circulan en muchos ambientes: “Esas representaciones deformadas por quienes no conocen ni la lengua árabe ni el Corán o ignoran el contexto histórico y cultural en que vivió el profeta son, por desgracia, responsables en una muy buena parte de las históricas tensiones que han reinado entre musulmanes y cristianos”. Benedicto XVI escuchó con suma atención cuanto afirmaba el príncipe y le agradeció sus “numerosas iniciativas por promover el diálogo y el intercambio interreligioso e intercultural”.

Después desarrolló su amplia alocución, que, sin autocitarse en ningún momento, era una versión “corregida” del núcleo de su discurso de Ratisbona: “Algunos con creciente insistencia consideran que la religión ha fallado en su pretensión de ser, por su naturaleza, constructora de unidad y de armonía, una expresión de comunión entre las personas y Dios. De hecho, algunos aseguran que la religión es necesariamente una causa de división en nuestro mundo y por esa razón, cuanto menos importancia se le dé a la religión en la esfera pública, tanto mejor. Ciertamente y por desgracia, el contraste de tensiones y de divisiones entre los seguidores de las diferentes tradiciones religiosas no puede ser negado. Sin embargo, ¿no se da también el caso de que con frecuencia sea la manipulación ideológica de la religión, a veces con intenciones políticas, el catalizador real de las tensiones y de las divisiones, y no tan raramente de la violencia en la sociedad? (…) Los musulmanes y los cristianos, a causa precisamente del peso de nuestra historia común tan frecuentemente teñida de incomprensiones, tienen que comprometerse hoy para ser identificados y reconocidos como adoradores de Dios fieles en la oración, misericordiosos y compasivos, coherentes a la hora de dar testimonio de todo lo que es justo y bueno, siempre recordando nuestro común origen y la dignidad de toda persona que sigue en el vértice del designio de Dios creador para el mundo y para la historia”.

papa-tierra-santa-7Un poco más adelante, Benedicto XVI afrontó un tema para él tan querido e importante como las relaciones entre fe y razón: “En realidad, cuando la razón humana humildemente consiente en ser purificada por la fe, no resulta por eso más débil; al contrario, se ve reforzada para resistir a la presunción de ir más lejos de sus propios límites. De este modo, la razón humana se ve vigorizada en el compromiso de seguir su noble fin de servir a la humanidad dando expresión a nuestras comunes aspiraciones más íntimas, ampliando más bien que restringiendo el debate público. Por lo tanto, la adhesión genuina a la religión -lejos de restringir nuestras mentes- amplía los horizontes de la comprensión humana. Esto protege a la sociedad civil de los excesos de un ‘ego’ ingobernable que tiende a absolutizar lo finito y a eclipsar lo infinito; se consigue que la libertad se ejercite en sinergia con la verdad y enriquece la cultura con el conocimiento de aquello que es verdadero, bueno y bello”.

Bajando con su impecable lógica a terrenos más concretos, afirmó que “justamente porque es nuestra dignidad humana la que da origen a los derechos humanos universales, éstos son válidos igualmente para todos los hombres sin distinción de grupos religiosos, sociales o étnicos. Bajo este aspecto debemos notar que el derecho a la libertad religiosa va más allá de las cuestiones de culto e incluye el derecho -sobre todo para las minorías- al equitativo acceso al mercado de trabajo y a las otras esferas de la vida civil”.

Como hiciera Juan Pablo II, también Benedicto XVI presidió una Eucaristía en el Estadio Internacional de Ammán, el domingo 10, donde se dieron cita decenas de millares de fieles del propio país (los católicos que viven en Jordania apenas superan los cien mil) y de los países limítrofes; formaban un compacto grupo los católicos, unos cuarenta mil, que se han visto obligados a huir de Irak y que han encontrado una fraternal acogida en territorio jordano (les acompañaba el patriarca de Bagdad, Su Beatitud Emmanuel III Delly, a quien el Papa saludó con especial afecto).

papa-tierra-santa-8En sus palabras de saludo al Papa, el patriarca latino de Jerusalén, Fouad Twal, con legítima satisfacción anunció que, dada la abundancia de vocaciones, había ampliado las instalaciones de su seminario, donde acoge a muchos seminaristas de Jordania, precisamente. Y subrayó que, a pesar de todas las dificultades, las comunidades cristianas eran fervorosas, caritativas y abiertas a la convivencia armoniosa con los fieles de otras religiones.

Respetar a la mujer

Durante su homilía, Benedicto XVI tuvo palabras agradecidas a la mujer: “¡Cuánto debe la Iglesia en estas tierras al testimonio de fe y amor de innumerables madres cristianas, hermanas, maestras y enfermeras, a todas esas mujeres que de maneras diferentes han dedicado su vida a construir la paz y a promover el amor!”. “Desafortunadamente -continuó-, esta dignidad y misión donadas por Dios a las mujeres no siempre han sido suficientemente comprendidas y estimadas”, y pidió a la Iglesia de Tierra Santa que dé un “testimonio público de respeto por las mujeres” para contribuir “a la construcción de una civilización del amor”.

Para sorpresa de algunos comentaristas, la etapa jordana ha resultado bastante más sustanciosa de lo que hubiera podido imaginarse. No era, en absoluto, un trámite. Quedando por delante las jornadas que se desarrollarían en Israel y en los territorios palestinos, estaban abiertos aún todos los interrogantes. Con cierta arrogancia, uno de los periódicos más influyentes -el Yedioth Ahronoth– titulaba el domingo a todo trapo: “Un papa que no es popular”.

La primera jornada en Jerusalén parecía desmentir tan acelerada previsión, porque al pisar tierra israelí Benedicto XVI multiplicó los gestos para demostrar al pueblo judío que, lejos de ser alguien hostil, conoce y ama su historia, comparte sus dramas y lucha con ellos para que un día se alcance esa paz que desean los hombres y mujeres de buena voluntad que viven en la tierra de Abraham, Isaac y Jacob.

papa-tierra-santa-9El avión de Air Jordan aterrizó en el aeropuerto Ben Gurion de Tel Aviv el lunes 11, y a saludar al Pontífice acudieron el presidente Simón Peres, el primer ministro Benjamin Netanyahu y numerosos ministros, como el titular de Asuntos Exteriores, Avigdor Lieberman, y el de la Defensa, Ehud Barak, así como la bien conocida ex jefa de la diplomacia, Tzipi Livni, quien actualmente está en la oposición.

Condena a la ‘shoá’

La atención estaba concentrada en el discurso del Papa alemán, y no defraudó. En uno de los primeros párrafos dijo lo que muchos esperaban: “Trágicamente, el pueblo judío ha experimentado las terribles consecuencias de ideologías que niegan la fundamental dignidad de toda persona humana. Es justo y conveniente que durante mi permanencia en Israel yo tenga la oportunidad de honrar la memoria de los seis millones de judíos víctimas de la shoá y de rezar a fin de que la humanidad no deba ser nunca más testigo de un crimen tan sumamente enorme. Por desgracia, el antisemitismo continúa levantando su repugnante cabeza en muchas partes del mundo y esto es algo completamente inaceptable. Hay que hacer todos los esfuerzos posibles para combatir el antisemitismo allí donde aparezca y para promover el respeto y la estima hacia los que pertenecen a cualquier pueblo, raza, lengua o nación en todo el mundo”.

Para completar la tradicional posición de la Santa Sede en el complicado tablero medio-oriental, añadió que “las esperanzas de innumerables hombres, mujeres y niños para un futuro más estable dependen de las negociaciones de paz entre israelíes y palestinos”. Una forma indirecta de confirmar que Roma sigue apoyando la solución de dos Estados soberanos que convivan pacíficamente en este territorio tan sacudido por sucesivas oleadas de violencia desde hace al menos 60 años.

apelayo@vidanueva.es

En el nº 2.660 de Vida Nueva.

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