José María Ábrego de Lacy: “la Palabra de Dios se reduce a poca cosa para esta sociedad”

Rector del Pontificio Instituto Bíblico

jose-maria-abrego(Texto y fotos: Darío Menor) El 7 de mayo, el Pontificio Instituto Bíblico (PIB) cumple cien años. Su rector, el jesuita español José María Ábrego de Lacy, destaca que la gran contribución de esta institución durante su primer siglo ha sido “acercar la Palabra de Dios a las comunidades cristianas”, y lamenta que cada vez menos gente lea la Biblia, un fenómeno que no sólo explica por el alejamiento de la religión. “Lo difícil es leer. La cultura del libro no existe ya en ciertos ámbitos”, dice.

¿Cómo van a celebrar el aniversario?

El 7 de mayo arrancan los eventos, que durarán hasta el 7 de mayo de 2010. Lo celebraremos de forma tranquila y recatada, pero con enorme alegría. Cien años no se cumplen fácilmente. Además son cien años con rostros muy conocidos. Por ejemplo, los cardenales Bea o Martini, entre otros muchos. Son figuras que han marcado el progreso en el estudio de la Biblia dentro de la Iglesia católica. 

El Instituto tiene dos sedes, Roma y  Jerusalén. ¿Cómo coordinarán las celebraciones?

El Instituto es uno, pero desde el principio contamos con una casa en Jerusalén porque pensamos que estudiar la Biblia y no conocer Tierra Santa era difícil de entender. En 1927, se abrió la sede de Jerusalén. Hubo dificultades, ya que la otra institución que existía entonces para el estudio de la Biblia, l’École Biblique, de los padres dominicos, consideró que les queríamos quitar el sitio. Nuestra casa allí ha organizado visitas a lugares arqueológicos e históricos de Tierra Santa, además de dirigir excavaciones. Ahora ya no hacemos excavaciones porque nos faltan arqueólogos y fondos. Somos un instituto pequeño, y las finanzas son nuestra cruz. 

¿Cuántos alumnos tienen hoy?

Algo más de 300. El 15% son mujeres. Y cada vez hay más laicos.

¿Los alumnos estudian la Biblia por creencia religiosa o también por una inquietud cultural? 

Ese perfil de estudiante se dirige a otras instituciones: las facultades de Teología. Aquí enseñamos a hacer exégesis católica. El objetivo del Instituto no es la divulgación de la Biblia, sino su estudio crítico. Esto nos ha causado problemas, ya que es mucho más fácil divulgar que hacerte preguntas sobre un texto. Nuestros alumnos suelen ser creyentes que quieren conocer la Biblia a fondo para luego enseñar o investigar.

Hablaba de los problemas que causaba el estudio crítico de la Biblia…

Uno de los que siempre hemos arrastrado -y que llega hasta el último Sínodo- es que algunos sostienen que el estudio de la Biblia hace perder la fe, no sirve ni da vida a la Iglesia. Esas voces se han oído pero, gracias a Dios, no han sido mayoritarias. Todos tenemos una experiencia de este problema, que nos ocurre cuando los grandes mitos de nuestra reflexión se vienen abajo. Por ejemplo, sucede en el caso de los Reyes Magos, que nunca podríamos haber fotografiado. Luego aparecen las pseudocreencias que dicen que eran tres, que eran magos… Todo esto nunca lo dice la Biblia. Nuestra postura es intentar ver qué dice originariamente el texto. El PIB ha tenido dificultades desde su comienzo con quienes pensaban que no se debía estudiar la Biblia. Cuando nació el Instituto, la Biblia no ocupaba un lugar importante en la Iglesia católica. Durante mucho tiempo, se la había identificado con los protestantes. Para nosotros quedaba el catecismo, la doctrina… Nos interesaban los conceptos. Sin embargo, la lectura de la Biblia en grupos y su proclamación es lo que produce vida en la Iglesia. Con el Concilio hubo un boom grandioso y fantástico que cambió la situación. Antes, la lectura de la Biblia estaba incluso prohibida porque había escenas que no se consideraban adecuadas. No estábamos acostumbrados a ver cómo se comunicaba Dios. El gran avance del Vaticano II fue conseguir que la Palabra de Dios sea mucho más cercana a la realidad eclesial, aunque sólo sea porque se proclama en la lengua del momento.

jose-maria-abrego-2¿El último Sínodo sobre la Palabra ha supuesto un nuevo impulso?

No. Ha pasado bastante desapercibido para la prensa. Es cierto que hacía falta una reflexión sobre la Palabra de Dios tras 40 años de Concilio. Me ha impresionado mucho el mensaje final. Ha sido muy libre. Es la primera vez que se han publicado las recomendaciones finales. Y me ha encantado, porque, primero, dice que la Palabra de Dios es mucho más que la Biblia. Se pronuncia en la historia, tiene rostro y se llama Jesús. La Palabra se hace carne y se hace libro, por lo que hace falta estudiarla. La Palabra se construye una casa, que es la Iglesia, donde vive y nos encontramos con todos los cristianos. El mensaje habla de cuatro columnas que mantienen la casa, utilizando una imagen muy bonita. Finalmente, la Palabra sale al mundo y camina por las calles de las ciudades manchadas de injusticia. Allí se encuentra con otras religiones. El mensaje es fantástico, abre unos horizontes muy importantes. Sin embargo, los medios de comunicación no han estado apenas interesados por este Sínodo. 

¿Quizás porque el Sínodo era de “consumo interno” para la Iglesia?

Si hemos hecho la Palabra de Dios de “consumo interno”, es que la hemos ahogado. En cierta forma es así. Para la sociedad actual, la Palabra de Dios se reduce a muy poca cosa. Pero podríamos preguntarnos, en esta crisis económica, qué dice la Palabra sobre dos faraones que han caído en este siglo, como el comunismo y el capitalismo. La Palabra tendemos a reducirla a un texto pequeño, pero es erróneo. Va mucho más allá. 

‘Lo díficil es leer’

¿Piensa que parte del problema puede venir del escaso porcentaje de católicos que lee la Biblia?

Es difícil leerla, pero es más difícil leer El Quijote. Lo difícil es leer. En la comunicación, hablar no es un problema, sino escuchar. En la Biblia ocurre lo mismo: el problema es leer, porque necesita que te pongas en una situación de tranquilidad y reflexión. Leer es dejar entrar y penetrar. Leer la Biblia en privado es importante, pero hacerlo en grupo y proclamarla lo es aún más. Lo que pasa es que en Occidente no estamos muy acostumbrados a vivir la fe de forma colectiva. 

¿Esta dificultad para leer puede nacer de la cultura más audiovisual que escrita de las nuevas generaciones?

Sí, se trata de un gran problema de difícil solución. La Biblia son libros que requieren una lectura. La cultura del libro no existe en ciertos ámbitos. No hay tiempo para leer y buscamos el hipervínculo. Dicen que el postmodernismo no se interesa por los grandes relatos. Si es así, hemos perdido la posibilidad de la fe, ya que la Creación, que nace de Dios y va a Dios, es un gran relato. 

¿Cómo valora estos meses al frente del Instituto Bíblico?

Me lo he encontrado casi igual que lo dejé cuando hice mi tesis aquí. El Instituto tiene gran necesidad de cambio y modernización. Por ejemplo, los títulos de licencia y doctorado debemos adaptarlos a la nueva clasificación tras el Plan de Bolonia. Tenemos que preguntarnos cómo hacer para que el Instituto colabore con profesores de Biblia de todo el mundo. Debemos ser punto de referencia para ellos y para los estudios bíblicos. Los que se forman aquí han de ser capaces de hacer avanzar la ciencia bíblica, de hacer exégesis. La gran contribución del Bíblico ha sido acercar la Palabra a las comunidades cristianas. Ha sido un servicio magnífico de estos cien años y que debemos continuar otros cien. Quiero que el Bíblico pueda continuar sus servicios, cada vez más moderno y más al día. Hay que cambiar los muebles, la casa, los métodos de enseñanza, los nombres de los programas… Necesitamos para ello la ayuda de todos y que la Iglesia quiera que alguien se dedique al estudio de la Biblia.

dmenor@vidanueva.es 

En el nº 2.658 de Vida Nueva.

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