Los exilios palestinos

La sal de este mar

la-sal-de-este-mar(J. L. Celada) Una joven neoyorquina regresa a la tierra de sus antepasados en busca de sus raíces, deseo que contrasta con el de un joven palestino, que tan sólo aguarda el momento de huir de allí rumbo a Canadá en pos de un futuro mejor. Y en Ramala, donde ambos cruzan sus destinos, hasta se topan con alguien dispuesto a ser cineasta. Aunque, lejos de rodar “locas historias de amor”, deberá conformarse con retratar lo que ocurre a su alrededor, una realidad poblada de soldados, muros y puestos de control (600 se contabilizan actualmente en Cisjornadia).

Un personaje que, cámara en mano, no sólo representa el tercer vértice del triángulo protagonista de La sal de este mar, sino que bien podría ser la prolongación en pantalla de los anhelos frustrados y las abiertas intenciones de su guionista y directora, Annemarie Jacir. El debut en el largometraje de esta treintañera nacida en Belén viene a engrosar el catálogo de títulos y nombres que, ya sea por su autoría femenina (Persépolis, Caramel…) o por el interés de su propuesta narrativa (Los limoneros) y formal (Vals con Bashir), conforman una cinematografía digna de reclamar nuestra atención casi tanto como lo hace a diario el convulso panorama de la región.

la-sal-de-este-mar-2A medio camino entre el documental y la ficción, Jacir emprende una road movie por la Palestina ocupada sin recurrir a los habituales episodios de violencia que depara el secular conflicto armado en la zona. Su mirada se detiene en esas otras circunstancias “normales” del devenir cotidiano: interrogatorios y cacheos humillantes, detenciones arbitrarias y todo un sinfín de prácticas invasoras que traspasan los límites de lo geográfico hasta instalarse en el mismísimo fortín de la dignidad personal.

Aquel éxodo obligado que emprendió en 1948 la familia de Soraya, la chica de Brooklyn, lo experimentan hoy sus descendientes y miles de compatriotas, pero en su propia casa. Es el exilio interior de quienes se sienten extranjeros en los lugares donde un día vinieron al mundo, a expensas de que el vecino (ahora ya, por desgracia, enemigo declarado) decida si son o no ciudadanos de pleno derecho.

La visita al que fuera hogar de sus antepasados en Jaffa acaba convirtiéndose en la mejor metáfora de lo que viene sucediendo en su país desde hace décadas. Allí, en unos pocos metros, se escenifica el desencuentro con la nueva inquilina (israelí), empeñada en ejercer de ejemplar anfitriona mientras su visita la considera una usurpadora de la propiedad.

Será una de las muchas paradas en su viaje hacia el mar, depositario último de sus sueños y recuerdos y máxima expresión de esa libertad por conquistar, a la postre auténtica sal de la vida. Una libertad que pasa por descubrir Jerusalén con ojos ingenuos, pero que también –superando no pocas dificultades y “restricciones legales” durante su rodaje– ha hecho posible el pequeño milagro de esta película.

FICHA TÉCNICA

TÍTULO ORIGINAL: Salt of this sea

GUIÓN Y DIRECCIÓN: Annemarie Jacir

FOTOGRAFÍA: Benoit Chamaillard

MÚSICA: Kamran Rastegar 

PRODUCCIÓN: Jacques Bidou y Marianne Dumoulin

INTÉRPRETES: Suheir Hammad, Saleh Bakri, Riyad Ideis, Iman Aoun

En el nº 2.657 de Vida Nueva.

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