El martirio de los templos

Una exposición repasa la destrucción de las iglesias y de las obras  de arte religiosas en la Diócesis de Barcelona durante la Guerra Civil

bcn-1(Juan Carlos Rodríguez) La reconciliación sólo se hará si todos contamos la verdad”. Josep Maria Martí i Bonet, delegado de Patrimonio Cultural del Arzobispado de Barcelona, recrea, a partir de esta convicción, una exposición que ilustra elocuentemente la destrucción de las iglesias y del patrimonio cultural religioso durante la Guerra Civil española en la diócesis de Barcelona, El martiri dels temples. Reconciliación y verdad, dos caminos hacia una misma aspiración: “La ‘memoria histórica’ puede ser una buena autoterapia si se practica por las dos partes. Lo digo con total sinceridad”. Esto significa, según Martí i Bonet, que para hacer una “historia de perdón” también es necesario contar que la tragedia de la Guerra Civil causó, por ejemplo, la práctica destrucción de todas las iglesias de Barcelona y la desaparición -quemadas o requisadas para su posterior venta fuera de España- de su patrimonio artístico; lo que él denomina “el martirologio de las piezas de arte”.

bcn-2Este es el relato de una muestra que en el Museo Diocesano de Barcelona repasa la destrucción de 464 retablos (37 de estilo gótico, 44 renacentistas…) o de 172 órganos, “tontamente quemados”, entre ellos el de Santa María del Mar, que era uno de los mejores ejemplares de Europa, junto a otros miles de objetos artísticos. Barcelona fue una hoguera, víctima de una rabiosa ola de anticlericalismo en la que murieron trescientos sacerdotes y religiosos, pero que acabó con gran parte del patrimonio histórico y cultural que atesoraba la Iglesia. La exposición es fruto de tres intensos años de trabajo, igual que la publicación de un libro escrito por Martí i Bonet, director del archivo y museo diocesanos, en el que colabora la Generalitat de Cataluña y en el que se repasa detalladamente la persecución, además de rescatar 166 fotografías que documentan el estado en el que quedaron los templos. “Es bien cierto que los autores de aquellos destrozos buscaban, ante todo, la eliminación de cualquier señal religiosa”, añade. Orfebrería, indumentaria, pinturas o esculturas alimentaban las piras. La muestra refleja cómo el alcance de la destrucción fue masivo: sólo en la archidiócesis de Barcelona, 40 iglesias fueron totalmente destruidas, mientras que todo el resto de templos, hasta llegar a 500, y a excepción de 10, fueron parcialmente dañados, profanados o saqueados. En las otras diócesis catalanas, como en el resto del país, se corrió la misma suerte. 

bcn-3Tanto la exposición como el libro se fundamentan en las encuestas que mosén Manuel Trens recogió a partir de 1941 en gran parte de las diócesis de España, en la que cada rector informa sobre el estado de su Iglesia, el archivo y las obras de arte, durante y después del conflicto bélico. La amplitud de aquel proyecto quedó en utopía, pero en los Archivos Diocesanos de Barcelona quedaron depositados muchas de las respuestas que llegaron entonces. Martí i Bonet partió de la información que se logró reunir de la antigua diócesis barcelonesa y la fue completando con otros documentos históricos -entre ellos, informes confidenciales de la Generalitat en 1938- que dan fe de que fue una destrucción sistemática y planeada: “Todas en dos semanas, lo cual es imposible entenderlo si no hay antes un plan de destrucción”, dice, a la vez que insiste en que ha realizado una “obra científica, de un modo exhaustivo, y también testimonio de la restauración de, prácticamente, todas las iglesias”, emprendida obviamente a partir de finiquitada la contienda. 

Inventario de destrucción

bcn-4Un sistemático inventario de destrucción y muerte. Por ejemplo, Martí i Bonet ha rescatado informes anarquistas en los que “incluso se explica cómo se deben destruir las pinturas murales, para las que además de quemarlas se deben rociar con ácido sulfúrico”. El mayor desastre en la diócesis de Barcelona se produjo, aunque los informes obvian monasterios y conventos, en los templos: “Excepto seis o siete, el resto fueron expoliados y quemados, y una treintena completamente arrasados, como Santa María de Sants o La Bonanova, con todo lo que tenían dentro, obviamente, desde piezas románicas a barrocas. Aunque no todas. Porque Martí i Bonet ha detectado cómo algunas pasaron a manos de particulares y acabaron en las de coleccionistas norteamericanos. Entre las obras exhibidas destacan dos fragmentos de la capa hispanoárabe del abad Biure de Sant Cugat (siglo XIV), que se pensó que había sido destruida por las llamas pero que después apareció fragmentada en museos de EE.UU. y que fue devuelta en 1950. “No se sabe con certeza el destino de muchos objetos de orfebrería o platería y otras obras, pero sí se conoce, por algunas tesis doctorales, que el itinerario solía ser México y después EE.UU.”.

bcn-5No de todos. La custodia de la catedral de Barcelona, templo protegido por la Generalitat, así como el Monasterio de Pedralbes o Montserrat, regresó, junto con el Cristo de Lepanto, gracias a las gestiones del embajador francés ante Franco, el mariscal Pétain. Pero, por el camino, perdió 200 de las 260 gemas, esmaltes y perlas de gran valor que la adornaban. Son sólo ejemplos de los muchos que se pueden ver en la muestra y leer en el libro, en el que Martí i Bonet omite la identidad de los anarquistas que perpetraron algunos incendios, señalada en algún caso por los propios párrocos que sobrevivieron a los ataques. Es un ejemplo de la reconciliación, la misma que reclamaba la pastoral del cardenal Gomà, cuya máquina de escribir también se exhibe en el Museo Diocesano. Franco prohibió su publicación. Prefirió la venganza y la represión. Como afirma Baltasar Porcel, “en la Guerra Civil española no anidan razones, sino víctimas y verdugos a cada lado. Olvidemos sabiendo, no ignorando ni mintiendo”. Mosén Martí i Bonet alude a dos palabras, reconciliación y verdad, que él mismo define. Reconciliación: “Es un deseo, una necesidad, porque no podemos seguir con heridas abiertas y sangrientas de la Guerra Civil, setenta años después”. Verdad: “Únicamente siendo conscientes de que la verdad nos hará libres, podremos abandonar prejuicios y odios”. 

Memoria histórica

cartel-el-martirioLa sombra de la persecución se alarga hasta hoy, en las discusiones acerca de la Ley de Memoria Histórica, en el culto a los ‘mártires de la fe’ y en las ceremonias de beatificación. ¿Qué ocurrió? Incluso historiadores como Julián Casanova lo relatan de la siguiente forma: “Quemar iglesias o matar eclesiásticos es lo primero que se hizo en muchos pueblos y ciudades donde la sublevación militar fracasó. Al clero se le asesinaba sin necesidad de pasar por juicios o tribunales. El castigo fue de dimensiones ingentes, devastador, y no hay que dar muchas vueltas para hacer balance: 6.832 eclesiásticos fueron asesinados; una buena parte de las iglesias, ermitas y santuarios fueron incendiados o sufrieron saqueos y profanaciones, con sus objetos de arte y culto destruidos total o parcialmente. Tampoco se libraron de la acción anticlerical los cementerios y lugares de enterramiento, donde abundaron la profanación de tumbas de sacerdotes y la exhumación de restos óseos de frailes y monjas”. 

El arzobispado de Barcelona no ha sido el único en hacer recuento de la destrucción de sus templos y de sus obras de arte. Ya el año pasado, el cardenal primado de España y arzobispo de Toledo, Antonio Cañizares, inauguró la exposición Toledo. Ciudad mártir, 1936, que muestra más de cien fotografías conservadas por el Arzobispado. Otras diócesis, como es el caso de Santander, conocen con exactitud los 765 retablos y las 3.217 piezas de imaginería destruidas. 

En el nº 2.653 de Vida Nueva.

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