Juan del Río: “El empresariado católico ha de jugar un papel más importante en los medios”

Presidente de la Comisión Episcopal de Medios de Comunicación Social

juan-del-rio(José Ramón Navarro Pareja) Arzobispo castrense desde el pasado año, Juan del Río es un obispo que conoce a los medios por dentro y que, además, empatiza con ellos. Preside desde 2005 la Comisión de la Conferencia Episcopal   de Medios de Comunicación Social y está convencido de que un medio católico puede ser capaz de reflejar que el ser creyente no está reñido con la modernidad.

Existe un eterno debate sobre si los medios de comunicación eclesiales deben tener un carácter generalista o, más bien, unos contenidos de marcado carácter confesional. ¿Qué opina de esta cuestión?

Que hay que huir de planteamientos adversativos o excluyentes y apostar, más bien, por ambas opciones, pero siempre con lealtad para con la naturaleza de cada medio y con cristiana coherencia institucional y personal. La confesionalidad católica de un medio es algo trasversal y no se reduce a unos determinados contenidos específicamente religiosos. Lo religioso no agota lo católico o confesional en un medio que así se califique, y el generalista católico no está dispensado de la visión cristiana de la realidad ni debe reducirla sólo a los contenidos religiosos, confinados éstos muchas veces en franjas o espacios marginales de la programación o paginación. 

¿Cómo valora los medios de comunicación con los que hoy cuenta la Iglesia?

Salvo excepciones y, por lo general, de una manera positiva en cuanto a su profesionalidad y desarrollo -de las que es un claro ejemplo Vida Nueva, a la que felicito por su medio siglo de servicio eclesial a través de la comunicación-, aunque, como todo lo humano, necesitados permanentemente de mejoras y de adecuar más y más sus contenidos y procedimientos a las exigencias de los respectivos idearios que nacen de su pertenencia eclesial.

La Iglesia, pionera hace años en las iniciativas comunicativas, parece haber perdido buena parte de su influencia a través de los medios de comunicación. ¿Sigue necesitándolos?

La Iglesia sigue necesitando a los medios como instrumentos y, sobre todo hoy en día, como ámbito cultural en el que anunciar el Evangelio. Suelo decir que es preciso encontrar un lugar para Dios en los medios y también un lugar para los medios en la Iglesia. En nuestra geografía política y social, la comunidad católica española necesita medios propios para restituir a la religión su presencia en el espacio público, gestionado principalmente por las comunicaciones sociales. Con ello, la Iglesia reforzará su significación, dando representación, con toda su especificidad, variedad y riqueza, al pensamiento público creyente en la pluralidad de ofertas de sentido que hoy concurren en la sociedad. 

¿Qué sentido tienen los medios católicos?

Como he señalado antes: dar representatividad social a la cosmovisión cristiana. Los católicos han de seguir manifestando que tienen respuestas actuales para las cuestiones que interesan a los hombres y mujeres de hoy. Por esto mismo, un medio católico ha de reflejar que ser creyente no está reñido con la modernidad y el progreso, por lo que en él se puede escribir o hablar de todo lo humano y lo divino, sin dejarse contagiar de la opinión extendida de que la religión es algo marginal, incluso en espacios tipográficos y bandas horarias. 

Se da la paradoja de que, numéricamente, la mayor parte de los medios de comunicación en España están en manos de la Iglesia (boletines, hojas diocesanas y parroquiales), pero su influencia es muy pequeña. A su vez, la Iglesia tiene muy poco peso en los generalistas ¿A qué se debe?

Discúlpeme si discrepo de su apreciación, pero pienso que el hecho religioso y la Iglesia, en concreto, tienen más peso en los medios de lo que, a primera vista, puede parecer, ya que es raro el día en que no hay noticias de la Iglesia u opiniones sobre ésta en los medios, abarcando desde la religiosidad popular hasta la vida eclesiástica. Lo que sí es cierto es el escaso peso en la opinión pública de la multitud de revistas y publicaciones religiosas. Creo que la causa está precisamente en la atomización endémica que padecen: muchas veces nuestros medios de comunicación y la información religiosa que se refleja en ellos están más preocupados por lo negativo y en remarcar los rasgos distintivos que nos diferencian, que aquellos otros que nos unen y son comunes. Todos tenemos que hacer un renovado esfuerzo para convertir la vida de la Iglesia en una “buena noticia” para el hombre del siglo XXI y la cultura que nos ha tocado vivir.

¿Cómo podría solucionarse este problema?

Con una comunicación más positiva y esperanzadora. Es algo esencial y básico. La gran contradicción de nuestros medios de comunicación es muchas veces la falta de comunión y sinergia entre ellos. El remedio está, como para muchas de las patologías que padecemos, en profundizar en espiritualidad y eclesialidad, no sólo en la profesionalidad.

¿Debe ser la Iglesia, como institución, empresaria de medios de comunicación o sería preferible que hubiera empresarios católicos detrás de los medios?

Una cosa no quita la otra. Es muy legítimo y necesario que la Iglesia posea medios de comunicación propios, pero en cuanto a su gestión, lo más conveniente, salvo situaciones especiales, es encontrar fórmulas jurídicas y empresariales para que ésta se lleve a cabo a través de patronatos o fundaciones. También ha de jugar un papel más importante el empresariado católico, que, desde su personal responsabilidad y profesional competencia, invierta en la producción de medios que sirvan a la causa del Evangelio.

¿Cómo valora la imagen de la Iglesia que llega a los fieles a través de los medios de comunicación?

He manifestado en más de una ocasión que muchas veces no es reconocible la Iglesia real -la que viven los fieles en sus diócesis, parroquias y asociaciones- en la que presentan algunos medios desde posicionamientos ideológicos o prejuicios que impiden una información veraz y respetuosa, sin que este juicio signifique reclamar privilegios de trato o la dispensa de la crítica que sea necesaria y justa. Hemos de hacer examen de conciencia de nuestras carencias informativas, pues una comunicación adecuada no es en nuestra época un asunto menor para los responsables eclesiales y, en consecuencia, no hemos de dejar, sin más, la imagen de la Iglesia a merced de opiniones ajenas interesadas, sino que hemos de elaborarla institucionalmente con profesionalidad, mediante una cuidada política comunicativa e institucional a todos los niveles eclesiales. Todavía nos queda mucho por hacer en la Iglesia, aunque se han dado pasos importantes.

En el nº 2.652 de Vida Nueva (especial 50º aniversario).

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