No todo vale para el “convento”

(Luis Alberto Gonzalo-Díez, cmf) Felicísimo Martínez, OP, nos animaba en la última asamblea de CONFER a no abandonar la reflexión sobre Dios. Añadía, además, que la formación teológica es para la vida consagrada una obligación moral. Y ofrecía claves para hacerla: desde los pobres, con una opción decidida por la vida, comunicando la libertad de Dios creador, en diálogo permanente con la cultura y, siempre conscientes de estar en búsqueda. Cosas sabidas, pero no por ello menos importantes. El momento lo está pidiendo.

Se da en algunos sectores sociales, también en la información religiosa, cierto reduccionismo a la hora de hablar de los consagrados. Se nos viene a definir como ese grupo de hombres o mujeres que, viviendo al margen de “la preocupación social”, pretendemos, con ingenuidad, sembrar un “buenismo” poco menos que estéril.  

La vida de las instituciones religiosas, por el contrario, goza en el tiempo presente de una reflexión teológica densa y cuidada, de una eclesiología serena y centrada y de unas opciones pastorales que inciden, de una manera certera, en las grandes carencias de la sociedad.

No todo vale, ni mucho menos. La reflexión es clara y mantiene nuestra realidad de “buscadores de Dios” de manera explícita. Seguramente, si un día perdiésemos esa inquietud, perderíamos también el sentido de lo que somos.

Hemos descubierto la misión como clave interpretativa de la consagración. No tanto por lo que hacemos, cuanto por la esencia de lo que somos. La ruptura de la disyuntiva acción/contemplación enriquece vitalmente a una vida consagrada que, en edad avanza- da, descubre que su fuerza, curiosamente, no son sus capacidades físicas, sino el poso de fidelidad creativa que, en este momento concreto, sepa regalar.

Los religiosos reflexionamos.  Casi toda nuestra existencia es un ejercicio de reflexión. Y desde esa serena quietud, al lado del Maestro, es desde donde, paradójicamente, se despiertan dinamismos insospechados que logran transformar la realidad. Las opciones pastorales no nacen de la improvisación o de la suerte. La actualización del don carismático de los fundadores lleva a respuestas que atiendan a lo más urgente, oportuno y eficaz. Y, de manera explícita, esto se ve al lado de quien se encuentra en necesidad.

El simplismo de reducir la significación de la vida consagrada a las formas externas, desvirtúa la hondura de lo que es el seguimiento en clave evangélica. No hay una sola institución religiosa que no se pregunte cómo ser más fiel y mejor colaboradora de la causa de la Iglesia. Y no hay consagrado que no evalúe cómo tiene que orientar su vida para expresar mejor la cercanía de Dios a la humanidad. 

Mensaje propositivo

El magisterio que nace de los capítulos es riqueza para toda la Iglesia y da cierta pena que no se llegue a conocer o valorar. En ellos, se hace patente la ruptura con el criterio de la eficacia inmediata o con el efectismo mediático, para, sencillamente, optar por la persona como lugar de encuentro con Dios.

Nuestra geografía está plagada de ejemplos y de nombres. Vidas de consagrados al lado de los más pobres. Religiosos y religiosas, casi anónimos, que se gastan entre aquellos a los que la sociedad de la opulencia aparta. En todas las congregaciones y en todas las diócesis hay parábolas frágiles que anuncian que el Reino está en marcha y, a la vez, denuncian que “no todo vale para el convento”.  

La reflexión teológica es, en la comunidad religiosa, signo de vida. El mensaje de la vida consagrada debe ser siempre propositivo. Estar cuestionados nos debe llevar a ser más claros, pero también a ofrecer con humildad la realidad de lo que vivimos. Reparar sólo en la debilidad o en el pecado es miopía. Para leer la consagración hace falta hondura, fe y equilibrio. Y éstas son “armas” que no posee un informador religioso, por el mero hecho de serlo.

MIRADA CON LUPA

A los consagrados no se nos puede pedir ser los solucionadores de problemas, sino los testigos de la cercanía de Dios con los mismos.  La reflexión y el estudio nunca son tiempos perdidos, sino un modo eficaz de transformar este tiempo en tiempo para Dios. 

Padecemos ciertos indicadores de estrés laboral que proceden de reducir la misión a tarea y cumplimiento. La medicina es la teología que nos devuelve la esencia de la consagración. Muchos proyectos de formación continua están bien formulados, pero nos encuentran sin tiempo para aprovecharlos. Bibliotecas, cursos de teología de la vida consagrada y facultades siguen esperando. Nunca es tarde, pero es cuestión de tiempo y de darse cuenta. 

En el nº 2.649 de Vida Nueva.

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