Israel confirma que el Papa viajará a Tierra Santa en mayo

“Portador de paz y reconciliación”, Benedicto XVI recorrerá las principales ciudades y lugares santos

(Antonio Pelayo– Roma) A disipar las últimas dudas sobre la visita de Benedicto XVI a Tierra Santa ha contribuido una declaración oficial, el pasado domingo 15 de febrero, del primer ministro de Israel. “En mayo -dijo Ehud Olmert apenas finalizada la sesión del Consejo de Ministros- recibiremos a un visitante especial, el papa Benedicto XVI”.

La comunicación no añadía más detalles, salvo la frase “el presidente Simon Peres acompañará al Papa en diversos lugares de Israel”. No hacía falta entrar en otros pormenores, porque las fechas son las ya conocidas: del 8 al 15 de mayo. El itinerario, por su parte, comenzará en Ammán, donde está previsto que el Pontífice visite la nueva mezquita dedicada a la memoria del difunto rey Hussein de Jordania. La verdadera peregrinación comenzará en el Monte Nebo, desde donde Moisés contempló por última vez la tierra prometida antes de morir. Allí cruzará la frontera para entrar en territorio israelí. En Jerusalén visitará el Monte de los Olivos, el Cenáculo, el Muro de las Lamentaciones, la Basílica del Santo Sepulcro y, con toda probabilidad, el museo de Yad Vashen, erigido para recordar a las víctimas del Holocausto. También están previstas otras etapas en Belén, Nazaret y Galilea.

El delegado apostólico en Jerusalén y Palestina, monseñor Antonio Franco, en unas declaraciones a la agencia de noticias de la Conferencia Episcopal Italiana SIR, confirmó la noticia, añadiendo que el Papa realizaba el viaje como “portador de paz y de reconciliación”. Por otra parte, señaló que “el Papa se encontrará también con los líderes de otras denominaciones cristianas y de otras religiones como el Islam y el Judaísmo, y por supuesto con los responsables de la vida del estado en Jordania, Israel y las autoridades palestinas”.

La Santa Sede no ha hecho aún el anuncio oficial del viaje y se tomará su tiempo antes de hacerlo, pero lo da por descontado. El director de la Sala de Prensa, P. Federico Lombardi, hizo a este propósito el siguiente comentario: “Viajar a Jerusalén es el deseo de todos los israelíes y de todos los cristianos. Ahora es el turno de Benedicto XVI. La suya es una decisión valiente. Existe incertidumbre en la situación política, hay división de opiniones en los distintos campos. Hay continuas tensiones en una región inflamada de conflictos y recientemente marcada por la guerra que ha devastado la Franja de Gaza y herido profundamente a su pueblo. Pero de todos modos es necesario ir. Es más, quizás sea por todos esos motivos que es urgente viajar. Para rezar en los puntos más cruciales del enfrentamiento entre odio y amor allí donde la reconciliación parece humanamente imposible”.

Al viaje se refirió Benedicto XVI el 12 de febrero. “Estoy preparando mi visita a Israel, una tierra que es santa para los cristianos y para los judíos”, dijo el Santo Padre a los miembros de la Conferencia de Presidentes de las Principales Organizaciones Judías Americanas, a los que recibió en la Sala del Consistorio del Palacio Apostólico. Esta audiencia tuvo lugar cuando todavía humean las ascuas de la polémica suscitada por las declaraciones del lefebvrista Williamson.

Había unas 60 personalidades del mundo judío norteamericano encabezadas por el presidente de la Conferencia, Alan Solow. Entre los rabinos destacaban el de la Sinagoga de Park East en Nueva York, visitada por el Papa durante su estancia en la ciudad de los rascacielos, Arthur Schneier, y David Rosen, uno de los que más se han destacado en promover el diálogo judeo-católico.

Fue al final del discurso cuando Joseph Ratzinger pronunció los párrafos más esperados por sus oyentes: “El odio y el desprecio a los hombres, mujeres y niños que se manifestó en la shoah fue un crimen contra Dios y contra la humanidad. Esto debería ser claro para todos, especialmente para los que pertenecen a la tradición de las Sagradas Escrituras, según las cuales todo ser humano es creado a imagen y semejanza de Dios (Gen 1, 26-27). Está fuera de toda duda que cualquier negación o minusvaloración de este terrible crimen es intolerable y absolutamente inaceptable. Recientemente, en una audiencia pública he recordado que la shoah debe ser ‘un aviso para todos contra el olvido, la negación o el reduccionismo, porque la violencia cometida contra un solo ser humano es violencia contra todos’ (28-1-2009)”.

Este terrible capítulo de nuestra historia -prosiguió- no debe ser olvidado nunca. El recuerdo -se ha dicho justamente- es memoria futuri, un aviso para nosotros de cara al futuro y un gran estímulo para la reconciliación. Recordar es hacer todo lo que esté en nuestras manos para prevenir que no se repita una catástrofe tal para la familia humana, construyendo puentes y reforzando la amistad. Mi plegaria más ferviente es que la memoria de este horrendo crimen refuerce nuestra determinación para curar las heridas que durante tanto tiempo afligen las relaciones entre los cristianos y los judíos. Es mi deseo más profundo que la amistad que ahora nos alegra ver crecer cada vez más fuerte, así como el compromiso irrevocable de la Iglesia para unas respetuosas y armoniosas relaciones con el pueblo de la Alianza, produzcan abundantes frutos”.

Piedra miliar

En otros párrafos anteriores, Benedicto XVI había recordado la declaración Nostra Aetate del Concilio Vaticano II como “una piedra miliar” en el camino de la reconciliación judeo-cristiana. “La Iglesia -aseguró- se compromete profunda e irrevocablemente a rechazar todo antisemitismo y a continuar construyendo buenas y positivas relaciones entre nuestras dos comunidades. Si hay una imagen que sintetiza este compromiso, ésa es la del momento en que mi venerado predecesor Juan Pablo II se paró ante el Muro de las Lamentaciones en Jerusalén pidiendo a Dios perdón por todas las injusticias que ha tenido que sufrir el pueblo judío. Hago mía ahora esa plegaria: ‘Dios de nuestros Padres, Tú escogiste a Abraham y a sus descendientes para dar tu nombre a las naciones: estamos profundamente dolidos por la conducta de todos los que en el curso de la historia han causado sufrimientos a tus hijos, y al pedir tu perdón queremos comprometernos nosotros mismos a una auténtica fraternidad con el pueblo de la Alianza’ (26-3-2000)”. 

Ni que decir tiene que el discurso papal satisfizo plenamente las expectativas de sus huéspedes judíos. “Ningún observador equilibrado podrá pedirle más al Papa”, sentenció el rabino David Rosen. Sin embargo, en unas declaraciones a la corresponsal en Nueva York del Corriere della Sera, Alessandra Farkas, el Premio Nobel de la Paz Elie Wiesel afirmaba: “Lo que el Papa ha dicho es extremadamente positivo y estoy muy contento de que haya denunciado el negacionismo y el antisemitismo, pero por lo que se refiere a Williamson, no ha hecho lo suficiente”. El superviviente del campo de Auschwitz ha pedido que Benedicto XVI vuelva a excomulgar al prelado negacionista…

Después de tres semanas de crisis en las relaciones judeo-cristianas, no parece arriesgado afirmar que las aguas vuelven a su cauce. Prueba de ello podemos considerar el anuncio de que el encuentro entre una delegación del Gran Rabinato de Jerusalén y el cardenal Walter Kasper, presidente del Pontificio Consejo que se encarga de las relaciones con los judíos, ha sido confirmado y tendrá lugar a finales de mes de marzo.

EL ‘PEQUEÑO TERRITORIO’ DEL VATICANO CUMPLE 80 AÑOS

Los 80 años de existencia del Estado de la Ciudad del Vaticano -consecuencia de los Pactos de Letrán firmados el 11 de febrero de 1929 por Benito Mussolini y el entonces secretario de Estado, cardenal Gasparri– están siendo celebrados con la solemnidad que merecen. Además de una interesante exposición que presenta, en el llamado “brazo de Carlomagno”, testimonios sobre tan importante momento para la vida de la Iglesia (donde ha quedado de manifiesto la eficacia y buen hacer de monseñor Renato Boccardo, secretario del Governatorato), se ha celebrado un congreso de estudios sobre el tema Un pequeño territorio para una gran misión, en el que han participado historiadores, juristas y diplomáticos. Por citar sólo a algunos, digamos los nombres del profesor Andrea Riccardi; del ex portavoz vaticano Joaquín Navarro Valls; del director de los Museos Vaticanos, Antonio Paolucci; del ex presidente del Senado italiano, Marcello Pera; y del profesor Giuseppe dalla Torre. Intervinieron también el cardenal Giovanni Lajolo, presidente de la Pontificia Comisión para el Estado de la Ciudad del Vaticano, y el cardenal Jean-Louis Tauran, presidente del Pontificio Consejo para el Diálogo Interreligioso. A todos ellos les recibió el Pontífice el 14 de febrero. “Puede afirmarse -dijo Benedicto XVI en su discurso- que, a lo largo de las ocho décadas de su existencia, el Estado Vaticano ha demostrado ser un instrumento dúctil y siempre a la altura de las exigencias que le imponían y aún hoy le imponen, tanto la misión del Papa como las necesidades de la Iglesia, así como las siempre cambiantes condiciones de la sociedad”.

En el nº 2.649 de Vida Nueva.

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