Los legionarios piden perdón por el “escándalo” de Maciel

La Congregación revela, con dolor y desconcierto, que el sacerdote y fundador tenía una hija

(María Gómez) Nos apena profundamente toda ofensa que hayan podido ocasionar las acciones del P. Maciel a la Iglesia y a sus miembros. Pedimos perdón por el escándalo que esto ha provocado”. Así se ha expresado Jim Fair, portavoz de los Legionarios de Cristo en los Estados Unidos, a la agencia Zenit, después de revelar “algunos hechos de la vida de nuestro fundador que son sorprendentes” y “difíciles de comprender”: el sacerdote mexicano Marcial Maciel, fundador de los Legionarios de Cristo y del movimiento de apostolado Regnum Christi, tenía una relación con una mujer de la que nació una hija.

Álvaro Corcuera, actual director general de la Legión y del Regnum Christi, califica éstos como “unos momentos de dolor y sufrimiento”. Corcuera remitió una carta el 4 de febrero a los miembros del movimiento laico en la que agradece al fundador que “muchas personas hemos recibido de Dios, a través del carisma que nos transmitió, lo que ha dado sentido a nuestras vidas”. “También es verdad que fue un hombre y que estos temas que nos han dolido, sorprendido -y que creo no podemos explicar con nuestro entendimiento- ya están en el juicio de Dios”. “No dudo en pedir perdón por todo este sufrimiento”, manifiesta, y solicita “ver todo con mucha fe, humildad y caridad”.

Maciel fundó la congregación de los Legionarios de Cristo en 1941 y el Regnum Christi en 1959. En 2001, la Congregación para la Doctrina de la Fe autorizó una investigación por las acusaciones de varios antiguos seminaristas contra Maciel por supuestos abusos sexuales, y en mayo de 2006, decidió “renunciar a un proceso canónico e invitar al Padre a una vida reservada de oración y penitencia, renunciando a todo ministerio público”. Maciel falleció en los Estados Unidos el 30 de enero de 2008, con 87 años. De momento, el dicasterio para la Vida Consagrada no contempla una intervención inmediata en esta crisis.

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¿Cómo influye la personalidad del fundador en el compromiso de los miembros de la orden?

La ejemplaridad de un fundador no es nunca absoluta. Ni siquiera si la Iglesia ha reconocido oficialmente su santidad ejemplar por medio de la canonización. Su ejemplaridad es sólo y siempre relativa a la única ejemplaridad absoluta, que es la de Jesús. Es decir, alguien es de verdad santo y modelo de santidad para otros sólo y en la misma medida en que ha alcanzado -por la gracia y por su cooperación activa- una real configuración con Jesús, en sus actitudes vitales. El fundador, aunque posea una santidad ejemplar, no es nunca ‘término de viaje’ o ‘modelo definitivo’ para sus discípulos. Es compañero de camino y primer condiscípulo en la única escuela del único Maestro. Por eso, hablando con rigor, no se sigue nunca al fundador, sino que se sigue a Cristo con el fundador y, en alguna medida, como él. De ahí que ningún fundador haya tenido la osadía de presentarse a sí mismo como modelo cabal para sus hermanos. A lo más, con san Agustín y como san Agustín, se ha atrevido a decir: “Si alguien pretende imitarnos, que nos imite; pero sólo a condición de que nosotros seamos imitadores de Cristo. Y, si nosotros no imitamos a Cristo, ¡que imiten a Cristo!“.

¿Qué impacto puede tener para los Legionarios lo que se acaba de conocer del P. Maciel?

Por muy dolorosa que sea la experiencia de descubrir, en el propio fundador, fallos objetivamente graves y hasta escandalosos, no debería influir, de forma negativa, en el compromiso de seguir evangélicamente a Jesucristo, que es la regla suprema de la vida consagrada. Hay que recordar, por otra parte, que el Carisma fundacional no es un Don exclusivamente ‘personal’, que el fundador recibe del Espíritu para su propia santificación, sino también, y al mismo tiempo, un Don comunitario-eclesial, que se recibe para Bien de la Iglesia entera, que enriquece a todos los miembros que lo reciben y se proyecta en beneficio de la sociedad, de un modo especial, a través de la propia vida y de los múltiples servicios que prestan.

¿El perdón público fortalece la imagen de la congregación o puede llevar a la desconfianza?

El pecado de los discípulos y seguidores de Jesús es siempre -por lo menos- una grave incoherencia y hasta un verdadero escándalo. Pero nunca debería provocar en nadie una falta de fe en Jesús o un ‘desencanto’ de la Iglesia, ni una actitud de agresividad o de fariseísmo frente a los otros. Sino, más bien, suscitar una fe más purificada, una conversión personal más auténtica, y un ejercicio más vivo de Misericordia. Porque “sólo los misericordiosos alcanzarán Misericordia” (Mt 5, 7).

Severino-María Alonso es catedrático del Instituto Teológico de Vida Religiosa, de Madrid (UPSA)

En el nº 2.648 de Vida Nueva.

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