El largo camino de la Iglesia católica en Rusia

(Fran Martínez-San Petersburgo) La influencia de la religión católica en Rusia se remonta a muchos siglos atrás, cuando comerciantes o diplomáticos alemanes y polacos llegaban a Kiev, a Moscú o a San Petersburgo. No obstante, el Vaticano siempre afrontó grandes obstáculos para la implantación de la Iglesia católica en Rusia; muchas de esas dificultades permanecen latentes en la actualidad, a pesar del acercamiento logrado desde la elección de Benedicto XVI.

El número de católicos en Rusia es de medio millón de personas, es decir, menos del 0,5% de una población de 140 millones. En el país están activas tres diócesis (Novosibirsk, Saratov e Irkutsk), además de la Archidiócesis de Moscú y la Prefectura Apostólica, trabajando más de 250 sacerdotes, el 90% de los cuales son extranjeros que necesitan visado. Según el Ministerio de Justicia de la Federación Rusa, en el país operan 21.448 organizaciones religiosas: 11.299 pertenecientes a la Iglesia ortodoxa, unas 5.000 de la Iglesia protestante, 3.467 musulmanas, 407 de testigos de Jehová, 268 católicas, 270 judías y 218 budistas. Sin embargo, según la embajada de los Estados Unidos en Moscú, “estos datos no reflejan la entera demografía de los creyentes, debido a restricciones legales, la mala administración local y las disputas entre organizaciones religiosas”.

Las relaciones entre Roma y Moscú han sido difíciles durante todo el milenio anterior. Tras la desintegración soviética, la Iglesia católica intentó un mayor acercamiento que siempre fue truncado por las suspicacias del Patriarcado Ortodoxo. En este sentido, el papa Juan Pablo II expresó en repetidas ocasiones su deseo de visitar Moscú, pero el patriarca Alexis II siempre evitó tal posibilidad, acusando además a Roma de “expansionismo agresivo y proselitismo”. De la misma forma, el anterior presidente ruso y ahora primer ministro Vladímir Putin no llegó a invitar a Juan Pablo II, a pesar de visitarlo en tres ocasiones. Putin también se encontró con Benedicto XVI durante su última visita a Italia. No obstante, cuando Mihaíl Gorbachov visitó por primera vez el Vaticano, el 1 de enero de 1989, el entonces secretario general de la Unión Soviética acordó con Juan Pablo II un futuro encuentro en Moscú, que no se produjo por el desplome soviético. Nueve años más tarde, el 9 de febrero de 1998, Boris Yeltsin realizó la misma propuesta al Papa, pero Juan Pablo II condicionó su visita a que el Patriarca de Moscú también extendiera la invitación, requisito que no se cumplió.

Mayor acercamiento

Actualmente, ya con Kirill al frente de la Iglesia ortodoxa, así como desde la elección de Benedicto XVI, existe una mejor sintonía entre las dos Iglesias e, incluso, se ha hablado durante el 2008 de un posible encuentro en terreno neutral entre ambos líderes. “Existe un mayor entendimiento entre los católicos y los ortodoxos rusos frente a diferentes retos, como el secularismo, el relativismo, el ateísmo y la pérdida de moralidad”, reconoció el representante ortodoxo en las instituciones europeas, el obispo Hilarión. “Los nuevos intentos de reconciliación deben de tomarse en serio. Parece una paradoja, pero el mayor conservadurismo de Benedicto XVI contribuye a mejorar las relaciones, porque un Vaticano más conservador está más cerca de la ideología del Patriarcado de Moscú”, escribe el analista Pyotr Romanov. “Los representantes de ambas Iglesias se mueven hacia la reunificación por diversos factores: la creciente amenaza del radicalismo islámico, el declive moral entre los creyentes y el intento de los políticos europeos de retirar el cristianismo de la vida pública. A su vez, la Iglesia ortodoxa rusa también tiene sus propios problemas. Ha sido debilitada por décadas de represión soviética. Pero a diferencia de la UE, las autoridades seculares de Rusia trabajan mano a mano con la Iglesia ortodoxa para superar el período comunista. En este sentido, Iglesia y Estado aún no han delimitado sus esferas de influencia o respectivas competencias tras el largo período de ateísmo”, explica Romanov.

“La Iglesia ortodoxa acusa al Vaticano de practicar un agresivo proselitismo en Rusia. La Iglesia católica, por su parte, rechaza estas acusaciones y expresa su preocupación por el trato que recibe la minoría católica en Rusia. Además, las dos Iglesias se disputan la propiedad religiosa de Ucrania. No obstante, ambas tienen mucho en común y comparten las amenazas del secularismo y el islamismo radical”, concluye el periodista Víctor Yasmann.

“Puede parecer una paradoja, pero la intolerancia religiosa en la Rusia moderna se basa en el complejo de inferioridad nacional y en su idea de supervivencia por la riqueza espiritual del pueblo. La vuelta a las raíces o el redescubrimiento de una identidad nacional basada en la tradición religiosa no tiene por qué ser una fuente de conflicto; por el contrario, debe de facilitar el diálogo entre culturas y promover la tolerancia religiosa”, argumenta Dmitry Golovushkin desde la Cátedra de Estudios Religiosos de la Universidad Herzen, de San Petersburgo. “La relación entre la Iglesia y el Estado en el siglo XXI sigue su trayectoria habitual en Rusia. En el caso de Polonia, el catolicismo sirvió como catalizador de la democracia desde un régimen comunista; en Rusia, la Iglesia nos ha llevado a un nacionalismo conservador”, dice Marina Gaskova, miembro de la Academia rusa de las Ciencias.

La Iglesia ortodoxa ha tenido un éxito abrumador a la hora de recuperar las propiedades requisadas por el régimen soviético, si comparamos lo obtenido por otros grupos religiosos. Según la administración rusa, desde la entrada en vigor del decreto para la restitución de la propiedad religiosa en 1993, más 4.000 edificios han sido devueltos, perteneciendo 3.500 de ellos a la Iglesia ortodoxa. “El Kremlin favorece las actitudes intolerantes hacia los no rusos y aquellos que no se identifican con la Iglesia ortodoxa rusa”, acusa la Comisión Internacional para la Libertad Religiosa (USCIRF) en su reciente informe. El mismo señala que “muchos de los problemas que afrontan las minorías religiosas en Rusia vienen del prefacio de la ley sobre religión de 1997, que reconoce a la religión ortodoxa, el islam, el judaísmo y el budismo como las religiones tradicionales del país. Otro de los problemas sería que la Iglesia ortodoxa rusa también utiliza su influencia a nivel local para restringir la actividad de otros grupos religiosos”.

Expertos del Instituto de Moscú para la Libertad Religiosa consideran que “la Iglesia no coopera simplemente con el Estado, sino que está a su entero servicio y actúa según los intereses de éste”. Según Sergei Buryanov y Sergei Mozgovoi, miembros de este Instituto, “el Estado utiliza sus leyes y su poder coercitivo para limitar la actividad de varias comunidades no ortodoxas, además de apoyar a la Iglesia en su enfrentamiento con otras confesiones no tradicionales, y aceptar la idea de que tanto los católicos como los luteranos no son nuestra gente, sino extranjeros”. El pasado mes de octubre el Ministerio de Justicia ruso publicó un lista con 56 organizaciones religiosas centrales que iban a ser cerradas. Dicha lista incluía organizaciones católicas, budistas, protestantes… y 15 de los 56 grupos ni siquiera habían recibido una notificación oficial ni explicaciones. A pesar de que 309 de las 562 organizaciones religiosas centrales pertenecen al Patriarcado de Moscú, ninguna de ellas iba a ser cerrada. Más aun, el Ministerio de Justicia asesoró al Patriarcado de Moscú al elaborar los informes y solicitudes oficiales.

“Pese a que ni la Constitución ni la Ley de 1997 reconocen ventajas ni privilegios a las llamadas religiones tradicionales, el Patriarcado de Moscú ha conseguido diversos acuerdos de colaboración con ministerios e instituciones locales”, aclara un informe de la Embajada de los Estados Unidos en Moscú.

A contracorriente

A pesar de la supuesta libertad religiosa, la práctica religiosa de los católicos en Rusia supone ir a contracorriente y es casi un acto de heroísmo. Al sentimiento de minoría y la falta de apoyos, se unen las suspicacias locales: tres sacerdotes de la diócesis de Grodno y cuatro de la de Minsk-Mohilov han sido privados de visado el pasado mes, abandonando consecuentemente su trabajo religioso en la región. En abril de 2002, las autoridades rusas revocaron el visado del obispo de Siberia, Jerry Mazur, obligando a nombrar un nuevo obispo para la diócesis. Además, la construcción de una nueva Iglesia en Pskov ha sido bloqueada a pesar de tener la aprobación, una Iglesia católica del sur fue tiroteada, y la parroquia católica de Magadán, guiada por el padre Michael Shields, recibe continuas amenazas de suspensión por parte de las autoridades locales. A pesar del acercamiento entre católicos y ortodoxos desde la elección del papa Benedicto XVI, aún quedan muchas cuestiones por resolver.

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Soy argentino, estudié en Italia y llevo siete años en Rusia. Cuando me ofrecieron venir acepté, aunque no sabía nada del país. Una vez aquí pensé: “Tenemos mucho por hacer”. Lo más difícil es la experiencia como minoría, porque influye en la psicología y en el modo de trabajar. Hemos de desarrollar programas pastorales que en Europa y América Latina están pasados, pero que aquí tienen éxito; tienes que trabajarlo, pero sabes que todo lo que propongas va a tener una buena reacción en la gente.

¿Dónde están las principales comunidades católicas del país?

Las mayores comunidades católicas están en Moscú y San Petersburgo. En San Petersburgo hay siete parroquias y servimos a cerca de 6.000 fieles. Muchos de ellos tienen raíces polacas o alemanas, pero en los últimos años ha habido un importante acercamiento de rusos. Ahora, muchos de ellos han viajado a Europa, se han sentido identificados y a la vuelta nos piden ser bautizados. Los fieles rusos que nos piden ser bautizados no eran practicantes ortodoxos antes de su conversión. En general, la Iglesia ortodoxa tiene muy pocos practicantes. También existen comunidades pequeñas, como la de Kazan, que son muy activas.

¿Consideras que existe una cierta instrumentalización de la religión por las fuerzas políticas?

Hay muchas barreras para trabajar aquí, sobre todo para los misioneros. La gran mayoría del clero católico no es ruso y tiene muchos problemas para obtener un visado. Yo trabajo en una casa de ancianos, conozco a mucha gente que quiere venir a ayudar, pero sólo pueden obtener un permiso para tres meses. Esta gente se encuentra con que no puede desarrollar ninguna obra de beneficencia si a los tres meses tiene que salir del país. En general, esa confusión de intereses o instrumentalización de la Iglesia por el Estado está muy lejos del pueblo. La gente no se da cuenta de eso porque se ha hecho de un modo inteligente.

Además, son conocidas el sinfín de trabas administrativas también a nivel local, por ejemplo, para recuperar o restaurar iglesias.

Es cierto que no hay interés en restaurar iglesias, y de fondo está la idea de que toda persona que nace en territorio ruso tiene que ser ortodoxa. El Estado sigue estando muy ligado a la Iglesia, algo que no pasa en Europa y que nos dificulta mucho el trabajo; además, no hay ningún tipo de interés cultural en la restauración. Una excepción ha sido el gobierno regional de Kazan, que nos ha ayudado a construir un nuevo templo.

Entonces, ¿de dónde vienen estas suspicacias hacia su trabajo pastoral: de la sociedad, del Estado, del Patriarcado de Moscú…?

Como he dicho, el hecho de que Estado y religión estén tan unidos aquí nos dificulta el trabajo. Me parece bien que construyan más iglesias ortodoxas, porque los católicos nos dirigimos a aquellos que no están cerca de Dios. No pretendemos que los creyentes ortodoxos se vuelvan católicos, pero aparecen muchos malentendidos. Sabemos que nosotros hemos venido a atender a los católicos que viven aquí, pero no podemos rechazar a alguien que no está comprometido con la Iglesia ortodoxa y quiere comprometerse con Jesucristo en la Iglesia católica.

A pesar de todo, parece que las relaciones entre el Vaticano y el Patriarcado de Moscú han mejorado desde la llegada de Benedicto XVI…

Sí. Juan Pablo II levantaba desconfianza en Rusia por ser polaco, pero también porque Benedicto XVI presta mucha atención a la Doctrina y la Liturgia, algo muy importante para la Iglesia ortodoxa. Nosotros vemos este acercamiento, pero el mayor obstáculo para la unión sigue siendo político más que doctrinal. Que Moscú se someta a Roma suena a algo casi imposible.

¿Cuáles serían las principales diferencias entre los dos credos?

Las diferencias son pocas. Las supuestas diferencias en la Liturgia o en el modo de presentar la Doctrina son, en realidad, una riqueza, es decir, dos modos de expresar una misma verdad. La diferencia principal sigue siendo el reconocimiento del primado del Papa, que es una cuestión política más que doctrinal.

En el nº 2.648 de Vida Nueva.

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