Carlos Simón: “La Iglesia no tiene miedo al progreso científico”

Subsecretario del Pontificio Consejo para la Familia

(Texto y fotos: Darío Menor) El sacerdote extremeño Carlos Simón acaba de cumplir un año al frente de la Subsecretaría del Pontificio Consejo para la Familia. Licenciado en Medicina y uno de los mayores expertos en bioética de la Santa Sede, Simón analiza para Vida Nueva los riesgos que sufre la familia y descarta que el Vaticano coloque barreras éticas a la ciencia. “Lo que pretende la Iglesia es que la ciencia sirva a la persona y a su dignidad”.

¿Considera que la institución familiar está amenazada?

La familia sufre las mismas amenazas que la persona humana. Son amenazas profundas e intensas y afectan a la dignidad de la persona como ser único, libre e irrepetible. No se debe olvidar que la familia está formada por personas, y por esta concepción le llegan los ataques.

¿Qué elementos, a su juicio, forman dicha amenaza?

Las amenazas llegan en primer lugar desde el orden intelectual. Se trata de una reducción del pensamiento a un tipo de ideologías reductivas, que en el fondo son las que conforman algunos proyectos políticos. Estas ideologías, que están presentes en el mundo a nivel regional, nacional e internacional, fomentan injusticias y arbitrariedades. Erosionan derechos fundamentales de la persona, como el derecho a la vida, a la educación, a la vivienda, a la libertad religiosa, a la tolerancia… Se trata de proyectos que operan a todos los niveles, traduciéndose en actuaciones específicas que intentan construir, a través de la política, una realidad reductiva. En algunos casos atentan contra los derechos fundamentales, como decía antes, y en otros no considerando la riqueza y la complejidad que la persona y la familia poseen. La persona humana excede en complejidad y en riqueza al marco en el que unas realidades históricas y políticas intentan constreñirla.

¿De qué manera los Gobiernos y las instituciones podrían fomentar más la institución familiar?

Una forma muy sencilla es respetar los tres principios básicos de la doctrina social de la Iglesia: la justicia, la subsidiariedad y la solidaridad. La justicia debe dar a cada uno lo suyo, por lo que hay que reconocer al sujeto que tenemos delante. La familia debe ser considerada no como un objeto a tratar, sino como un sujeto, por lo que cambia la perspectiva. El principio de la subsidiariedad se respetaría dejando que las familias desempeñen las funciones que le son propias. No debe haber otras instituciones que las sustituyan o que frenen su papel. Finalmente, el principio de solidaridad debe ser tenido en cuenta como un valor, formado por la relación entre la justicia y la caridad.

Modelos a seguir

¿Ve en el panorama internacional algún ejemplo de Gobiernos o instituciones que respeten estos principios?

Se trata de un asunto difícil de concretar, pero en la misma Unión Europea existen proyectos políticos más ajustados a la consideración de que estos principios deben estar más presentes en la vida social. Hay ejemplos en Polonia, Alemania, Irlanda, Malta…

¿Y en España?

En España creo que hay una diferencia entre lo que se dice y lo que se hace. Habría que estudiar con detenimiento cómo los principios de justicia, subsidiariedad y solidaridad se fomentan de forma concreta. Por ejemplo, en el contexto de la actual crisis económica habría que examinar qué medidas reales se ponen en funcionamiento para ayudar a las familias, especialmente en los casos más difíciles, como cuando son numerosas o tienen a alguna persona mayor a su cargo. Debería existir una mayor vocación social, para que las políticas fueran dirigidas a las personas, no a los territorios.

¿Qué piensa de la polémica originada por la interpretación de las palabras del observador permanente de la Santa Sede ante Naciones Unidas referente a la declaración para despenalizar la homosexualidad?

Creo que ya se ha aclarado el tema. Evidentemente, la Iglesia está en contra de la pena de muerte, que siempre condenará. Con este asunto se ha vivido una manipulación que no tiene ningún sentido. No hay nada nuevo en que la Iglesia diga que el ejercicio de la homosexualidad es contrario a la dignidad de la persona. Por supuesto, siempre manteniendo toda la atención y la cercanía de la Iglesia a los homosexuales como personas.

¿Le parece aplicable a otros países europeos la técnica desarrollada en Italia para evitar las enfermedades genéticas en la fecundación ‘in vitro’ por medio de la manipulación de óvulos y no de embriones?

Se trata de un tema muy interesante, ya que el diagnóstico no es pre-implantatorio sino que se lleva a cabo en el óvulo. En lugar de tratar con embriones, esta técnica trata con gametos. El único punto que habría que aclarar, desde el punto de vista de la Iglesia, es cómo se obtienen esos óvulos, si ha sido por estimulación ovárica a la mujer o por una fecundación in vitro. Ciertamente, es mucho mejor realizar el diagnóstico para saber si habrá enfermedades genéticas con gametos que con embriones. Para la Iglesia, el embrión es ya una persona.

¿Resulta realmente difícil colocar las barreras éticas en los temas de ingeniería genética?

No considero que la Iglesia coloque barreras éticas a la ingeniería genética; lo que pretende la Iglesia es que la ciencia sirva a la persona y a su dignidad. La Iglesia no tiene miedo al progreso científico, por lo que no tiene sentido hablar de barreras, que siempre tienen un sentido negativo. Debemos darnos cuenta de que la persona es un ser único e irrepetible. No ha habido ni habrá nadie igual a un individuo. El problema nace porque la biología pretende definir un concepto que no le pertenece como ciencia. Es decir, la definición de persona es un concepto filosófico, no biológico. El biólogo puede decir “aquí existe vida” o “aquí existe muerte”, pero no puede decir “aquí hay una persona”. Las barreras éticas, en caso de que aceptáramos que existan, que no es así, serían una preocupación para que se trate a la persona en justicia, como lo que es, no como un elemento más de la creación, como las ratas, los simios o las cobayas. Otra cosa importante es que la dignidad de la persona viene porque se trata de un bien en sí mismo, tiene su propia belleza y no es una herramienta para otra cosa. Si perdiéramos esta consideración se acabaría aceptando que la vida es un bien que se puede comprar y vender, con lo que retornaríamos al tiempo de la esclavitud.

¿Piensa que la creación en España del llamado “bebé medicamento” destinado a curar la enfermedad de su hermano es un caso de utilización de la persona como herramienta?

En esa situación, tanto el Vaticano como la Conferencia Episcopal Española están cercanas al sufrimiento de las personas, lo que es evidente, pero no pueden aceptar que se cree una persona con el objetivo de que sea un medio para otro ser humano. En este proceso se descartan y destruyen embriones, que para la Iglesia son personas.

Balance positivo

¿Qué valoración hace de este primer año en el seno del Pontificio Consejo para la Familia?

Mi balance no puede ser más positivo. Ha sido muy enriquecedor este tiempo. Roma es un observatorio para ver el estado de salud de la familia en todo el mundo. Mi nombramiento fue una absoluta sorpresa. Yo tenía mi vida en Cáceres, con mi seminario, mi parroquia y mis enfermos, y no lo esperaba.

¿Cómo es el trabajo a desarrollar en este dicasterio?

Es un trabajo absorbente e intenso. Existen varios niveles: formativo, informativo, propositivo y de recogida de información y atención a los obispos que vienen a la Santa Sede en visita ad limina. Estoy muy contento del tiempo que llevo aquí, aunque ha sido muy ajetreado.

¿Por qué hay tan pocos españoles en la Curia Romana?

No existe menos presencia proporcional de españoles en la Curia Romana que en la Unión Europea. La Curia, por historia y naturaleza, tiene una gran presencia internacional que refleja la universalidad de la Iglesia, la cual va más allá de la lógica de cuotas y de peso político. Se centra en lo que es común a todos los católicos: la unidad y comunión en la misma fe bajo la autoridad del Papa, sucesor de Pedro. Por lo tanto, no se puede entender la Curia en una clave política, hay que hacerlo con una interpretación eclesial.

En el nº 2.648 de Vida Nueva.

Compartir