Bertone ‘veni, vidi, vici’

(Juan Rubio – Director de Vida Nueva) El cardenal Bertone veni, vidi, vici. Llegó con ancha sonrisa, propuso recias verdades sobre la vida, la libertad y los derechos humanos y saludó a los obispos, a los representantes del Estado y del Gobierno, además de algunas presuntas visitas privadas. Vino mosqueado por lo que le cuentan de tiras y aflojas; vio cómo anda en España la vieja relación entre Trono y Altar y venció a todos con su amable sonrisa. No hay división en la Iglesia española; ni la Iglesia tiene dos lecturas distintas sobre la realidad: una romana y otra madrileña. Roma dice lo mismo que Madrid. Unidad de criterios, unidad de acción, unidad de pensamiento. La doctrina de siempre en boca del cardenal Secretario de Estado. Y quien diga lo contrario, miente, que diría el poeta.

Bertone, parafraseando a Juan Pablo II y a Benedicto XVI, dijo lo mismo que dijeron los cardenales Rouco y García-Gasco en la Plaza de Colón de Madrid durante la celebración familiar de aquella gélida mañana de diciembre de 2007, unos meses antes de las elecciones generales; aunque las dijo sonriendo. Aquellas fueron palabras duras que agraviaron, y mucho, al gobierno socialista. Todo un mandoble del báculo sobre el puño y la rosa. ¡Qué gran error la reacción del Ejecutivo socialista en los días navideños! Es lo que debían de pensar quienes escuchaban el discurso del cardenal Bertone en la mañana del pasado 5 de febrero en Añastro. Sonrisas cardenalicias al escuchar la misma doctrina ante el ministro de Justicia y ante el Defensor del Pueblo, un día después de la turiferaria visita del representante del Papa a Moncloa. Si hubo algo que molestó entonces a los socialistas fue la advertencia del peligro existente en España de dar pasos atrás en los Derechos Humanos, lo cual llevaría a la disolución de la democracia.

Por eso, casi un año más tarde, el cardenal de Madrid, investido ahora presidente de la Conferencia Episcopal, trae al cardenal Bertone para que diga lo mismo que entonces ellos dijeron, aunque ahora sin elecciones a la vista y rodeado de un coro muy considerable de obispos, representantes del Gobierno, de la oposición, de la universidad, de las empresas periodísticas y de un sector elegido minuciosamente y con criterio exclusivista por el factotum de la CEE, Silverio Nieto. Llenaban el aforo viejas glorias de la derecha, aspirantes muchos a relanzar esa corriente democristiana, defenestrada en el Congreso del PP de Valencia y aupada por el cardenal arzobispo de Madrid. Rouco rizó el rizo. Pericia no le falta. El rumor que corre por Roma de que la Iglesia española está dividida es una leyenda urbana. Rouco dixit.

Una nueva fase

Por otro lado está el Gobierno, buen conocedor de la importancia del voto cristiano en las elecciones, el voto de la mayoría sociológica socialista y muy ex- tendido en los nacionalismos. Tiró de incensario, sacó su mejor sonrisa y agasajó al representante del Papa con un programa de acogida en toda regla con Miguel Ángel Moratinos besando el anillo pastoral, Fernández de la Vega obsequiosa, el Rey de árbitro de la jugada, Zapatero invitando al Papa al Xacobeo en una Galicia metida en elecciones y prometiendo aplazar las leyes inexorables del aborto, la eutanasia y la libertad religiosa. Mejor dejar estar los Acuerdos Iglesia-Estado. Por ahora, todo debe quedar en stand by. Toca escuchar a la corriente cristiana de Bono, Francisco Vázquez, Fernández Vara, José Blanco, etc. La otra voz más laicista de Álvaro Cuesta debe ahora callar. Ya le llegará su turno. Son las dos voces que Zapatero lleva dentro. Ni contigo ni sin ti tienen mis males remedio. Contigo porque me matas y por ti porque me muero, le canta Zapatero a la Iglesia. En medio, la labor del nuncio del Papa, Manuel Monteiro de Castro, quien ha sabido, con tacto y finezza, tejer, junto a Vázquez esta visita, con audiencias precisas para restaurar los puentes que habían volado. Trabajo en la sombra, pero trabajo excelente.

Gobierno, Conferencia Episcopal y Vaticano entran en una nueva fase. Roma pide rebajar tensión a sus prelados y pide también al Gobierno unas leyes menos agresivas, y lo pide esgrimiendo su autoridad moral. No debe molestarse el Gobierno cuando la Iglesia, en su legítimo derecho, manifieste su verdad sobre Dios y sobre el hombre. La Iglesia no debe molestarse cuando el Gobierno legisle siguiendo su programa electoral y deberá recordarle sin agresividad lo que considere oportuno. Hacen falta intercambiadores para que no salten chispas en los trenes que llegan de Añastro, de Moncloa o de Roma. Cada uno en su sitio mirando con respeto al otro y diciendo la verdad con caridad, porque cuando no es así, deja de ser verdad. Bertone veni, vidi, vici. Aquí lo que se teme es lo del Gatopardo de Lampedusa:”Que todo cambie, para que todo continúe igual”.

En el nº 2.648 de Vida Nueva.

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