Rechazo unánime al ataque contra una sinagoga en Caracas

La Iglesia venezolana condena el acto y lo asocia al discurso intolerante de Chávez sobre la crisis en Gaza

(Andrés Cañizález– Caracas) A pesar de que el Gobierno de Venezuela ha mantenido un discurso beligerante contra Israel, que le llevó a romper las relaciones bilaterales en el contexto de la reciente crisis de Gaza, y ha tolerado graffitis ofensivos en las puertas de templos judíos en Caracas, en el marco de una política antisemita, ha mostrado su indignación al ser vinculado con la profanación de una sinagoga en Caracas durante la noche del 30 de enero. Sin embargo, para el vicepresidente de la Conferencia Episcopal Venezolana (CEV), Roberto Lückert, dicho ataque en una zona céntrica de la capital venezolana está relacionado con el discurso “de intolerancia” que identifica al Ejecutivo de Hugo Chávez.

Un grupo de hombres y mujeres, portando armas de fuego, tomó la sinagoga Tiferet Israel y, tras someter a dos guardias, durante cinco horas se dedicó a destrozar instalaciones y pintar mensajes como “muerte a los judíos”. Es la primera vez en la historia venezolana que tiene lugar un hecho de esta naturaleza. El suceso estuvo precedido de una jornada en la que militantes del chavismo hicieron pintadas en el exterior del templo. Si bien no hay evidencias que conecten ambos hechos, para muchos analistas la falta de condena oficial de aquella muestra de intolerancia pudo dar pie a acciones violentas de mayor calibre. Además, el Gobierno de Chávez fue el único en romper relaciones con Israel en respuesta a los  ataques sobre la Franja de Gaza.

El editor del diario Tal Cual, Teodoro Petkoff, recordó que, al inicio del año, altos funcionarios del Gobierno, tras condenar los ataques a civiles palestinos, se personaron en un servicio religioso en la mezquita principal de Caracas. “Dieron a su postura política un incomprensible sesgo religioso”, sostuvo el editor, quien también, a través de sus editoriales, ha cuestionado que la crítica a la política israelí haya derivado en el seno del Gobierno de Chávez en expresiones antisemitas.

Para el arzobispo de Mérida, Baltazar Porras, por su parte, “se pueden tener diferencias contra un país, contra una manera de actuar, pero lo que no se puede permitir es que haya una profanación y que se hieran los sentimientos religiosos”. Mientras, el cardenal Jorge Urosa aprovechó una ceremonia religiosa en la zona de Montalbán, al suroeste de la capital, para, como católicos, reaccionar y “condenar este hecho”. “Se ha profanado un templo, y eso es una terrible muestra de intolerancia, ante la cual no nos podemos quedar cruzados de brazos”, advirtió el arzobispo de Caracas, aunque evitó señalar posibles responsables del suceso. El propio Urosa ha sido víctima varias veces de la intolerancia, al ser incluso agredido por seguidores del Gobierno, que pintan también consignas en las inmediaciones de la Conferencia Episcopal calificándole de “fascista”.

Seguridad y protección

En opinión de Efraín Lapscher, ex presidente de la Unión Israelita de Venezuela, este reciente ataque a la sinagoga “es algo nuevo, y pensamos que es debido a la información sesgada que se ofrece en los medios de comunicación favorables al Estado. Nosotros informamos a las autoridades de lo que estaba pasando y pedimos protección. El Gobierno tiene que entender que somos venezolanos y nos debe seguridad”.

A las puertas de la sinagoga atacada no sólo se congregaron judíos, sino que acudieron prelados de la Iglesia católica y de Iglesias evangélicas, así como embajadores de varias naciones, para expresar su rechazo e indignación por los hechos. El Gobierno de Chávez, a través de su canciller Nicolás Maduro, condenó el suceso y aseguró que investigará a fondo para esclarecer responsabilidades.

Esta rápida reacción oficial, y al más alto nivel, contrasta con el silencio que el Gobierno ha guardado en relación a los ataques con bombas lacrimógenas que ha sufrido la Nunciatura. Desde hace un año, al menos en tres ocasiones, la delegación vaticana en Venezuela ha sido objeto de los gases lacrimógenos de los seguidores de Chávez, que pintan también consignas contra la Iglesia católica. En esa sede diplomática permanece por largos meses el ex dirigente estudiantil opositor Nixon Moreno, en espera de que el Gobierno de Venezuela le conceda el salvoconducto y pueda salir del país. Moreno, según su defensa, ha sido incriminado de un presunto crimen sexual (está acusado de intentar violar a una mujer policía en medio de una manifestación pública), cuando en realidad se trata de una represalia política.

En el nº 2.647 de Vida Nueva.

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