Independencia para las mujeres de ayer, hoy y mañana

Los Centros de Cultura Popular cumplen 50 años

(M. Á. Malavia. fotos: L. Medina/CCP) En tiempos no tan lejanos, la tasa de analfabetismo en España era una de las mayores de toda Europa, desplegando sus lúgubres consecuencias, principalmente, en los ámbitos rurales y más populares. Eran los años 40, los “años del hambre”, siendo la falta de alimento también de conocimientos. Y, por supuesto, dentro de esa “oscuridad” intelectual, las que se llevaban la palma eran las mujeres, relegadas a “otras funciones”. Preocupado por esta cuestión, Pío XII lanzó un reto a las organizaciones católicas femeninas: trabajar a fondo en la formación de las propias mujeres. Recogiendo el guante papal, la Unión Mundial de Organizaciones Femeninas Católicas (UMOFC) distribuyó en 1956 una encuesta para conocer la preparación que recibían las mujeres en sus propios organismos. Los resultados fueron meridianamente claros: su formación espiritual  y familiar era más que buena, pero sus conocimientos culturales eran realmente básicos; y en muchos casos, prácticamente nulos. 

Los métodos para solventar esta situación variaron según los países, pero en España fue Acción Católica la que se puso inmediatamente a trabajar. Pilar Bellosillo y Mary Salas, entre otras, fueron quienes dirigieron ese siempre necesario primer paso, teniendo claro que su preferencia habían de ser las madres de familia y residentes en los pueblos, siendo un hecho que eran ellas las que tenían más difícil recibir una educación estructurada. Articulando una red de centros por numerosas provincias, lo más inmediato fue organizar un curso para instructores, con el objetivo de que quienes dirigieran las clases fueran personas preparadas a tal fin. El primer curso se dio en Madrid, entre el 27 de marzo y el 30 de abril de 1959. Cincuenta años después, los denominados Centros Católicos de Cultura Popular y Desarrollo de Adultos celebran sus bodas de oro con la ilusión y el entusiasmo del primer día, siendo una de las banderas de Acción Católica. 

La respuesta adecuada

María Gracia Rodríguez, presidenta de Acción Católica General de Adultos, considera que el gran valor de los centros fue el dar “la respuesta adecuada a las mujeres de su tiempo”. “En los años 40 y 50 -prosigue-, había una innegable desigualdad, estando las mujeres relegadas al cuidado de la casa. Los centros fueron para ellas su acceso a la cultura, a un mundo hasta entonces desconocido”. Consciente de que el contexto actual, por suerte, es muy diferente, reconoce “el valor” de sus voluntarios -ninguno de ellos cobra un solo céntimo-, quienes han tenido “la capacidad de adaptarse a los cambios”: “Evidentemente, hoy ya no pesa tanto el analfabetismo, aunque en algunos ámbitos sigue vigente. Por ello, ahora se hace más hincapié en fomentar el espíritu crítico de las alumnas, inculcándoles las ganas de seguir aprendiendo cosas nuevas cada día”. 

María José Miguel, administrativa y miembro del Comité Ejecutivo, desgrana el modo en que son planteados los temas a impartir en los Centros: “Los bloques temáticos son cinco -‘Mujer y Familia’, ‘Arte e Historia’, ‘Animación en la fe’, ‘Ciencias Naturales’ y ‘Ciencias Sociales’-. Además, desde el Patronato y el Comité Ejecutivo, tras consultar a los delegados diocesanos, se proponen cada año una serie de temas más específicos. Luego, con total libertad y autonomía, en cada centro se adaptan los contenidos según las circunstancias y las preferencias de los alumnos”. Margarita Beltrán, delegada de Granada, cuenta cómo allí Barack Obama y los retos que se plantea en su mandato como presidente de los Estados Unidos serán los protagonistas de las próximas clases. “A los alumnos les gusta mucho el ejercicio de comparar portadas de periódicos, comprobando las diferencias en el tratamiento de una misma noticia según los medios. De lo que se trata, en definitiva, es de que mantengan iniciativa propia, creándose sus propios esquemas; así será como se integren en la sociedad de un modo independiente”. En Granada, los cuatro centros existentes cuentan con dos reuniones semanales, acudiendo unas 90 mujeres. Margarita detalla así sus actividades: “Son dos horas cada día. La primera es de manualidades y en la segunda ya son las charlas. A nivel práctico, también contamos con cursos de cocina, visitas guiadas, excursiones… Muchas de ellas ya han creado aquí su propio grupo de amigas, siendo como una gran familia”. 

Carmen Navarro coincide plenamente con Margarita en el “sano ambiente” que embarga los centros. Ella acude como alumna desde hace 18 años al centro de Puente Tocinos, en Murcia. Esta diócesis, a cuyo frente está la delegada Puri Forca, es una de las más activas, contando con 16 centros -a los que acuden unas 600 alumnas-, un número que se ha ido incrementando desde que hace 42 años se creara el primero. Carmen cuenta feliz cómo en este tiempo “jamás” se ha perdido una clase, pues “en todas se aprende muchísimo”. Lo que más destaca es que es un proceso educativo “integral, de tú a tú, igualitario, cercano, ameno, libre y en el que todos aportamos”. Desde el punto de vista espiritual, “también se experimenta el crecimiento en la fe”. María Gracia aclara que “pese a que su objetivo no es la evangelización propiamente dicha”, es obvio que su acción para la promoción de la mujer “es de por sí una acción de la Iglesia, así como un servicio a la sociedad en general”. La presidenta de AC de Adultos destaca que “muchas de las asistentes no son creyentes, pero se encuentran a gusto porque saben que les damos un desinteresado servicio de amor”. Puri Forca concluye que gracias a su acción formadora, “además de sentir una gran felicidad por ver levantar la cabeza a muchas mujeres que antes no tenían oportunidades”, se evidencia “cómo la fe fluye de un modo palpable”, pues se produce un auténtico “milagro” en muchas de esas vidas. 

Balance y futuro

Haciendo balance de estas bodas de oro, el éxito es ostensible. Hoy funcionan 138 centros, dirigidos por 158 animadores socioculturales y muchos más colaboradores, todos voluntarios. Distribuidos por más de 19 provincias, a lo largo de estas cinco décadas han pasado por sus aulas 316.440 personas. Pese a que está abierto a todas las edades y sexos, la media de edad está en los sesenta años y el 90% son mujeres. 

¿Cómo serán los centros dentro de otro medio siglo? María Gracia responde con claridad: “Seguirán teniendo sentido, pues damos respuestas a las cuestiones que surgen cada día, adaptándonos al devenir de los tiempos. Antes enseñábamos a quienes no sabían leer ni escribir. Hoy integramos a la viuda que está sola y a la inmigrante que busca su propio espacio, dándoles las claves para conocer lo que pasa a su alrededor. Siempre estaremos allí donde no llegue la acción de las autoridades y los políticos, dándoles ‘algo’ que no les pueden dar ellos”.

En el nº 2.646 de Vida Nueva.

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