Santiago Silva: “La Palabra de Dios tiene que ser fuente de humanización”

Obispo auxiliar de Valparaíso (Chile)

(Texto y fotos: María Gómez) Santiago Silva Retamales (La Calera, Chile, 17 de junio de 1955) se estrenará el 1 de marzo como secretario general de la Conferencia Episcopal de Chile, un nuevo cargo que sumar a su amplia cartera de competencias. Obispo auxiliar de Valparaíso desde 2002, es, además, presidente de la Comisión Nacional de Animación Bíblica de la Pastoral en su país, y el obispo responsable del Centro Bíblico Pastoral para América Latina (CEBIPAL), dependiente del Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM). Desde este centro académico está al frente de uno de los proyectos eclesiales más ambiciosos del continente: la traducción de la Biblia al castellano para la Iglesia de América.

¿De qué necesidad nace un proyecto de estas características?

La iniciativa partió de los obispos norteamericanos, que deseaban una Biblia para la catequesis y la liturgia de los casi 40 millones de hispanohablantes que viven en los Estados Unidos. Pidieron la colaboración a la directiva del CELAM, que se comprometió a encabezar este hermoso proyecto, aunque pidió que se ampliara a todos los católicos de América Latina. Actualmente, somos un equipo de unos 25 biblistas, llevamos cuatro años y nos quedan otros seis, pero pensamos que en este año podríamos publicar los evangelios. Entendemos la traducción de la Sagrada Escritura no sólo como un proyecto científico, sino fundamentalmente como un proyecto de evangelización, de anuncio de Jesucristo camino, verdad y vida. Por esto procuramos desentrañar en la traducción, las introducciones y las notas la naturaleza misma de la Biblia en cuanto palabras de revelación que nos ponen en comunión con Jesús, en el seno de una Iglesia servidora de la vida y la comunión. La idea es, simplemente, tratar de que la persona, mediante esa Biblia, se encuentre con Cristo Jesús en la Iglesia, “su casa”, y se abra al servicio de la comunidad. 

En lo práctico, ¿cómo se va a llevar la Biblia a las comunidades? 

La edición de la Biblia, que llamamos BIA (Biblia de la Iglesia en América), la estamos preparando con introducciones y notas a pie de página que ayuden a comprender el texto, pero también que permitan la oración y la interpelación de la vida, teniendo en cuenta tres fidelidades básicas: al mensaje de Jesús consignado en los textos originales, al actual lector en su entorno y su cultura, y a la Iglesia, el lugar donde se interpreta y celebra la fe. Cada Conferencia Episcopal podrá decidir cómo la difunde, qué materiales edita para apoyar la lectura bíblica, a qué precio…, porque cada una tendrá que adecuarse a sus propias realidades y necesidades pastorales: la realidad sociopolítica y religiosa de América del Sur no es la misma que la de Centroamérica o Norteamérica. La Conferencias cuentan siempre con la colaboración del CEBIPAL si nos piden ayuda con una Lectio divina o un comentario para los jóvenes, por ejemplo, o cursos, seminarios y retiros centrados en la Palabra de Dios…

¿Por qué es importante conocer y compartir la Biblia?

Un desafío grande para nosotros es que la vida cristiana sea de verdad un encuentro con el Señor, y no tanto un encuentro con normas del Señor, con ritos del Señor, con mandamientos del Señor… Cuando hay un encuentro con el Señor, todo lo demás adquiere densidad teológica y vital, adquiere realmente sentido humano-divino. Quedó aún más claro en Aparecida, en la V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano, que no nos definimos por ser el pueblo del libro, o el pueblo del rito, o de tal o cual ética…, sino porque somos la familia de Dios que en Cristo Jesús es convocada para celebrar a su Señor resucitado, para vivir bajo su guía y, por lo mismo, amar al hermano. En Chile llevamos ya algunos años trabajando en cómo pasar de la pastoral bíblica a una animación bíblica del discipulado misionero y de las pastorales que están a su servicio. Parece un juego de palabras, pero no lo es. Se trata de poner la Sagrada Escritura como inspiradora del trabajo pastoral, porque, si no, ¿qué lo inspira? ¿Sólo la sensibilidad de cada pastor? La Sagrada Escritura debe estar animando, inspirando y dinamizando la misión evangelizadora de la Iglesia.

Mensaje del Sínodo

El pasado octubre, usted participó en el Sínodo de la Palabra y, por designación del Papa, fue el vicepresidente de la Comisión para el Mensaje final. De los cuatro símbolos referidos, el último, el de salir a los caminos, ¿es el desafío mayor?

Sí, sin duda. Quiero subrayar tres aspectos o direcciones de este desafío. El primero tiene que ver con la pobreza y la miseria en nuestros pueblos: la Palabra de Dios tiene mucho que anunciar a los pobres y marginados y mucho que denunciar en los que generan las condiciones de pobreza y miseria de tantos, institucionalizando la deshumanización. La solución pasa por muchos factores, pero es evidente que hoy más que nunca la Palabra de Dios tiene que ser fuente de humanización. Una segunda dirección es salir a los caminos de cada persona y de la sociedad para ofrecer, a partir de la Escritura, el sentido pleno de la vida. Hoy tenemos vacíos profundos en lo que respecta al sentido de la vida: estamos invadidos por medios que hemos convertido en fines, y los verdaderos fines los hemos perdido o deslavado y, al final, no sabemos “para qué”. La Palabra de Dios es una propuesta de “re-significación” de la existencia para un mundo que ha debilitado o perdido el sentido, una propuesta de trascendencia en un mundo inmanente que está, cada vez más, viviendo sin Dios, sin querer ser apocalíptico, pero no podemos negar esta realidad. Y la tercera dirección se refiere al mundo del arte y de la cultura. A lo largo de la historia, los artistas siempre han expresado la Palabra de Dios en sus obras (pinturas, poemas, arquitecturas…). La Biblia es también obra humana y, por tanto, expresión del espíritu humano generador de arte y cultura, con una entidad y densidad capaces de entrar en diálogo con los hombres y mujeres de hoy y con sus expresiones artísticas y culturales. Quien no acepta esta realidad no puede catalogarse de hombre culto o de hombre abierto a la cultura. Esta perspectiva, que quizás no sea radicalmente nueva, es interesante y actual: ya no se puede evangelizar sin dialogar con las culturas, lo que requiere de una Iglesia que se ponga a caminar con la gente, que salga a su encuentro, allí donde están, viven y se divierten; incluso más, que sea levadura, para que desde dentro ofrezca lo mejor de sí: la persona y la vida del Señor resucitado. La Palabra se dirigió a Israel y se escribió así: asumiendo, animando y cambiando una cultura, interpelando las “palabras humanas” (decir y hacer) en sus circunstancias humanas, tanto individuales como sociales. Hay, pues, que dirigirse al otro en su contexto propio: ¡es un principio bíblico que deriva de la encarnación del Verbo!

Esto exigirá un esfuerzo por renovar el lenguaje y los modos.

Es todo un desafío, porque la gramática no puede ser ya la sintaxis de las palabras, sino la sintaxis de las imágenes, de carácter expresivo y sensitivo. Necesitamos una gramática que tenga que ver fundamentalmente con la imagen, con Internet, los móviles, DVD…, es decir, con las pistas virtuales, la comunicación instantánea y en redes. Jesús lo hizo ocupando principalmente el lenguaje de las parábolas de carácter plástico, cercano, rememorativo, lenguaje que suscitaba la participación del oyente por la respuesta que esperaba de él. Necesitamos también renovar estructuras de evangelización. Por ejemplo, renovar nuestra concepción de parroquia, de comunidad eclesial: no podemos ser los que nos reunamos para alimentar nuestra fe sin ningún énfasis comunitario y misionero. Muy al contrario: deberíamos ser los que celebramos la fe para mirar con simpatía al mundo y anunciar en todas sus realidades al Señor resucitado. En realidad, la parroquia no es el lugar a “donde se va”, sino el lugar de “donde se sale” para anunciar al Resucitado. Creo que el modelo de los Hechos de los Apóstoles es cada vez más pertinente. Hay que volver a nutrirse de ellos como modelo inspirador de comunidades eclesiales insertas en las realidades urbanas, comunidades pequeñas pero muy convencidas, con problemas, pero con un mismo espíritu para enfrentarlos y caminos para resolverlos, tremendamente testimoniales y solidarias. Las primeras comunidades se abrieron camino con facilidad por la solidaridad que mostraban con respecto al resto, sin ser los demás cristianos. Para esto, Aparecida nos pide no sólo una conversión individual, sino también de las estructuras, lo que llama “conversión pastoral”; hay cosas que cambiar para poder ser la Iglesia que el mundo de hoy necesita. Es difícil, pero, gracias a Dios, la esperanza es substancial al hecho cristiano y permite que en muchos lugares se estén abriendo hermosos caminos de evangelización. 

En el nº 2.644 de Vida Nueva.

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