Una brisa solidaria en el país más pobre del mundo

‘Acoger y Compartir’ lleva ayuda a un Haití devastado por los huracanes

(Texto y fotos: José Miguel de Haro) Agosto de 2008 dejó tras de sí las secuelas de varios ciclones y huracanes entre la población más pobre de Haití. Más de seiscientos muertos, carreteras y casas destruidas. Vidas rotas y espíritus abatidos por un sentimiento de agotada esperanza. Ciudades numerosas como Puerto Príncipe o Gonaïves fueron fuertemente golpeadas, pero no menos que algunos pueblos, como Guiton o Cabaret.

Decir que en Haití se está pasando hambre no es noticia nueva, pese al asombro que ha causado el artículo publicado en la prensa nacional dando a conocer que hay quienes están comiendo tortitas de barro.

Entre finales de julio y comienzos de octubre, la plataforma cristiana ‘Acoger y Compartir’ (AyC), fundada en Granada en 1997, y que colabora en el sostenimiento de personas y proyectos que luchan por la defensa de la dignidad humana en países desfavorecidos, ha enviado dos contenedores de cuarenta pies con ropa, comida, medicamentos, material escolar, menaje de cocina, mobiliario y material de higiene a las zonas más afectadas. Ha sido el resultado de dos campañas a las que se han unido muchas personas (e instituciones públicas y privadas) que han hecho su pequeña o gran aportación, pero que no se han quedado indiferentes ante el sufrimiento de este pueblo. Representantes de esta organización, entre ellos algunos religiosos redentoristas, acompañaron el envío de ese cargamento humanitario y visitaron la zona en la que se iba a repartir. El párroco relató de primera mano la tragedia vivida en aquellas poblaciones y les mostró terribles fotografías que expresaban con toda crudeza la indefensión de los más pequeños ante la devastación producida por los huracanes.

Proyectos previstos

No era la primera vez que esta organización pisaba el suelo del país más pobre del mundo. Hace ya cuatro años que AyC acompaña algunos proyectos junto a los misioneros redentoristas de Haití: escuelas, pozos, dispensarios… Pero los últimos acontecimientos les han sobrepasado. En este momento se está ayudando a la escolarización de unos 300 niños en Chateau, Fonfrède, Léogâne y Puerto Príncipe. Se está intentando terminar la ampliación de una escuela en Puerto Príncipe a la que acuden más de mil niños de los barrios empobrecidos de la ciudad. A esta plataforma se le pide ayuda para la construcción de varios pozos, escuelas y, especialmente, la escolarización de niños y jóvenes. En Léogâne, 30 niños huérfanos esperan la construcción de una casa de acogida.

Ahora, junto con los miembros de AyC, viajaba Alberto González, ingeniero de ‘Canal Voluntarios’, para supervisar la puesta en marcha de la construcción de 21 depósitos para la captación de agua pluvial en la sierra del departamento sur de Les Cayes, proyecto estudiado y preparado durante el último año y que subvenciona Canal de Isabel II, la empresa de aguas de la Comunidad de Madrid. 

La inauguración de los trabajos ha despertado el asombro entre la población, porque se trata, en su mayoría, de un pueblo acostumbrado a la frustración y a las promesas no cumplidas. Saben por experiencia que “con promesas no se come”. El último ejemplo lo tienen en las que realizó la comunidad internacional de salir en su socorro tras los enormes destrozos provocados por los huracanes en el país. Pero la financiación requerida para los proyectos de emergencia sigue sin llegar, como han denunciado las agencias humanitarias de la ONU, organismo que ha hecho recientemente un llamamiento para prestar más atención a la caótica situación que vive Haití.

Unos 150 campesinos y campesinas acudieron a esa inauguración. De ellos se pudieron escuchar palabras cargadas de la exageración a la que lleva el deseo de ser agradecidos. Les resulta increíble saber que, quizás hasta el próximo mes de febrero, un buen número de ellos tendrá un trabajo con el que poder aportar algo de dinero fresco a la familia. Lo general en la zona es la ausencia de dinero, razón por la que, con frecuencia, funciona el trueque como modo de comercio.

Llegar hasta el lugar no ha sido fácil. Los huracanes han inundado Miragoâne, dejando incomunicado el sur. El agua ha horadado y hecho saltar el poco alquitrán que aún conservaba la calzada. A dos meses de la catástrofe aún se están pasando víveres en pequeñas embarcaciones de uno a otro lado del lago. En los días en que transcurrió la visita de AyC se abría una carretera alternativa de unos siete kilómetros por las montañas que bordean el lago. Autobuses con haitianos hasta en los maleteros y camiones de alto tonelaje intentaban atravesar esa sierra con tanta maestría y paciencia como riesgo. 

Crisis antes de la crisis

Les Cayes vivió una de las primeras manifestaciones de las que tuvo conocimiento el mundo debido a la crisis generada por el brutal incremento de los precios de los alimentos. Fue el pasado mes de febrero, antes de que la crisis financiera global acaparase en exclusiva el interés de los medios de comunicación del mundo. Los altercados provocados por la desesperación de familias enteras que no tienen lo mínimo para sobrevivir se saldó con muertos y heridos. La situación es muy complicada. Son muchos los jóvenes de la zona que se han visto obligados a abandonar la escolarización. Durante los días de estancia de AyC, muchos de esos jóvenes se acercaban a sus representantes para comunicarles su desesperanza. Y al final, siempre, la misma pregunta: “¿Me puedes ayudar? Quiero ir a la escuela, pero mi familia nunca podrá conseguir los 120 dólares que me cuesta todo el curso”. 

Uno de los cuarenta niños a los que se les han pagado los treinta euros que cuesta su año escolar llegó con una enorme papaya envuelta en tela como regalo de parte de su mamá. Alguien dijo: “La madre siente pudor de recibir el dinero, pero quiere mostrar su gratitud”. 

Llegar a todos los lugares donde se van a construir las cisternas no ha sido fácil. El calor es asfixiante y, casi siempre, el terreno escarpado. Al terminar la visita, un campesino malvestido con ropas harapientas vino con varios cocos para que los miembros de AyC saciaran su sed. Son pobres, pero necesitan compartir lo que tienen. Y uno se sorprende ante la riqueza de esa actitud. Desde lo más hondo de tanta humillación viene una luz que ofrece dignidad. El hombre es joven todavía, pero ya parece un anciano. Dedica a los visitantes una palabra en criollo porque no sabe francés y su rostro lo ilumina una sonrisa más fuerte que cualquier sufrimiento. Es su fuerza.

La noche en Puerto Príncipe, la capital de este país caribeño, resulta dura: pegajoso calor, mosquitos, peleas de perros, gritos de gallos, sonidos de tiros y unas enormes ganas de que regrese pronto el día; también la impresión de que nadie duerme, de que se ha hecho imposible el silencio. Pero cuando, muy temprano, uno se asoma a la balconada para que el aire de la mañana haga más llevadero el comienzo del día, se percibe por todos los vericuetos que las calles son un constante correr de críos limpios, con su uniforme de vivos colores, repeinadas las niñas, al rape lo niños, ellas y ellos con su mochila escolar, algunos acompañados, la mayoría solos, deteniéndose ante los puestos de chucherías… Esos niños y niñas llenan de luz y risas los alrededores de la escuela que AyC quiere terminar de construir. 

Haití tiene sus calles llenas de pobres, las escuelas repletas de niños, las iglesias llenas de gente que reza en voz alta y gesticula. En un templo de Puerto Príncipe, una anciana golpeaba con los nudillos la mesa del altar de San Gerardo a la vez que se dirigía al santo extendiendo su brazo, exigiéndole ser escuchada. Su naturalidad y enfado nos hacen sonreír, hasta que caemos en la cuenta de que, verdaderamente, el problema no es que el santo conteste o no, sino que, nosotros, cada uno, no respondamos a su esperanza.

En el nº 2.636 de Vida Nueva.

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