José Ramos Domingo: Cuando los discursos faltan, queda el arte

Secretario general de ‘las Edades del Hombre’

(Texto y foto: Roberto Ruano) En silencio y con los pies descalzos”. Así es como José Ramos Domingo, Pepe Ramos para los amigos, confiesa a Vida Nueva querer comenzar esta nueva etapa de su vida como nuevo secretario general de Las Edades del Hombre. Ser doctor en Teología Pastoral, director de la sección Arte y Belleza de la Facultad de Teología y encargado de cátedra en la Facultad de Comunicación de la Universidad Pontificia de Salamanca, han sido cualidades más que suficientes para que este sacerdote diocesano de Getafe, aunque salmantino de nacimiento, de 57 años de edad y con un sublime sentido pastoral del Arte, haya sido elegido por unanimidad para timonear el preciado navío de Las Edades durante los próximos cuatro años.

Sus primeras palabras como nuevo secretario general no pueden ser otras que de agradecimiento y disponibilidad, para reconocer posteriormente que, con cierto temor y temblor, asume este servicio pastoral que le pide la Iglesia de Castilla y León. “Cuando los discursos faltan, cuando no pueden llegar más allá, cuando la palabra ya no puede adelgazarse más en excesivas sutilidades… ahí llega la sublimidad del Arte, el arte como expresión plástica de la fe”, sostiene el profesor Ramos Domingo, para quien, además, “una imagen siempre sugiere más que mil palabras”.

Con él se cierra en Las Edades del Hombre el capítulo de las catedrales (la concatedral de San Pedro de Soria será la última sede de esta exposición en el año 2009), aunque otros capítulos no menos interesantes de este gran libro tendrán que seguir escribiéndose, quizás en monasterios y colegiatas. A pesar de los años y frutos que ya tiene y ha dado la muestra, el nuevo secretario general quiere rescatar la esencia más pura de este proyecto evangelizador castellano: “Seguiremos innovando, sorprendiendo, porque Las Edades del Hombre no es una exposición museística más. Se trata de un itinerario de reflexiones desde el arte, ver y entrar en contacto con esas obras permanentes, que nos miran, que nos sugieren, que susurran al oído inquietudes, alegrías y discursos teológicos. Manifestaciones de pueblos, culturas y hombres. Reflexiones sobre Dios, expresado plásticamente y utilizado para la evangelización. Recoger esta mirada de Dios a través de la Historia y del Arte es lo que pretende una exposición como Las Edades del Hombre“.

El arte religioso no es sólo una reliquia del pasado cubierta de polvo, y esto lo sabe muy bien nuestro entrevistado: “La Iglesia sigue y seguirá empeñada en el arte. La Iglesia siente especial inquietud por el arte y los artistas. Y gran tragedia del discurso teológico actual sería no integrar el lenguaje expresivo y plástico dentro del discurso evangelizador. Desde el arte paleocristiano hasta nuestros días, la Iglesia siempre ha aceptado y acogido cada uno de los estilos artísticos, sin imponer nunca ninguno. Por eso, otra de las labores de Las Edades del Hombre consiste en estar atentos y receptivos a las obras de arte contemporáneas que se están haciendo”.

Patrimonio

Tanto ayer como hoy, la Iglesia siempre ha sido mecenas de artistas, y fruto de ello es que el patrimonio sacro que se posee en este momento es inmenso, para responsabilidad y tarea de todos. “El patrimonio de la Iglesia es un bien a conservar, a cuidar con sabias restauraciones, a mimar con sumo respeto; obras de arte para la reflexión, para la pedagogía de la fe que debemos seguir utilizando en nuestras catequesis y predicaciones. Un bien heredado por todos aquellos que nos han antecedido en el tiempo y que está exigiendo de nosotros, como mínimo, un poco de respeto…”.

En esencia 

Una película: El Evangelio según san Mateo, de Pasolini.

Un libro: Guía de pecadores, de Fray Luis de Granada.

Un músico: Johann Sebastian Bach.

Un deporte: pasear por la montaña.

Un rincón del mundo: Aranjuez.

Un deseo frustrado: no terminar de tocar bien el clave “bien temperado” de Bach.

Un recuerdo de la infancia: las tardes de invierno en la cocina con mi madre.

Una aspiración: ser cada día un poco mejor.

Una persona: mejor dos, Francisco de Asís y Vicente de Paúl.

La mayor tristeza: el sufrimiento del hombre.

Un sueño: llegar a punto y bien cuando Dios me llame.

Un regalo: un ramito de violetas.

Un valor: la bondad.

Que me recuerden por… haber querido al ser humano.

En el nº 2.633 de Vida Nueva.

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