Los cristianos en Pakistán son ciudadanos ‘de segunda clase’

La Iglesia espera que el nuevo presidente proteja a las minorías religiosas de los ataques extremistas

(María Gómez) El pasado 9 de septiembre, Asif Ali Zardari tomaba posesión como nuevo presidente de Pakistán, después de ganar las elecciones con el Partido Popular paquistaní. Zardari, viudo de la que fuera primera ministra Benazir Bhutto, asesinada en diciembre de 2007 en un atentado en Rawalpindi, tiene la responsabilidad de formar un Gobierno ante el que se presentan muchos desafíos urgentes y delicados.

Entre ellos, uno que se refiere a una de las libertades más esenciales del ser humano, y que los obispos católicos del país manifiestan de este modo: “Expresamos nuestro fervoroso deseo de que los pertenecientes a las minorías religiosas, que son un pequeño número, puedan gozar de sus derechos legítimos, en cuanto ciudadanos de la República Islámica de Pakistán, y estén protegidos ante las posibles agresiones de elementos fundamentalistas y extremistas”.

Ésta es la petición que el Episcopado le hizo a Zardari en el mensaje de felicitación al llegar al cargo. En él, el arzobispo de Lahore y presidente de la Conferencia Episcopal, Lawrence Saldanha, le deseaba que “bajo su guía el país crezca y sea próspero”, y le aseguraba el pleno apoyo y la colaboración de la minoritaria comunidad católica para construir un Pakistán mejor, “según el sueño de Benazir Bhutto”.

Lamentablemente, la situación de los cristianos en Pakistán no es diferente de la de otros países vecinos. La radicalidad de los grupos terroristas islamistas condena a las minorías religiosas, sobre todo a los cristianos, al ostracismo social.

De los 165 millones de habitantes, el 95% son musulmanes y el 2,5%, cristianos (de los cuales apenas un millón y medio son católicos), que son considerados ciudadanos de segunda clase. Eso, en el mejor de los casos. Con cierta frecuencia llegan testimonios de secuestros, conversiones forzadas o episodios de violencia. Para Saldanha, el problema está muy relacionado con el terrorismo y el extremismo: “Es necesaria una mayor tolerancia religiosa, y es indispensable, en el caso de leyes discriminatorias hacia las minorías y las mujeres, que haya mayores ayudas”.

En opinión del sacerdote salesiano Miguel Ángel Ruiz, director del Don Bosco Technical Center en Lahore, las causas de la marginación de los cristianos son profundas: “Aquí hay muchos musulmanes educados que se avergüenzan de la discriminación existente. Me confiesan que esta discriminación es el resultado de siglos del sistema de castas de la India, que ha echado raíces en su sociedad por ósmosis y ha hecho de los cristianos la casta más baja del país, pero que no tiene nada que ver con el auténtico espíritu del Islam”.

Miguel Ángel, español de 36 años y misionero en este país desde hace siete, no niega los ataques de terroristas islamistas, la mayoría de los cuales se refugian en la frontera noroccidental con Afganistán, pero matiza mucho la situación que sufre la pequeña minoría cristiana. “Los cristianos de Pakistán no tiene miedo a que se les ataque por el mero hecho de ser cristianos ni tienen miedo de testimoniar su fe -asegura a Vida Nueva desde su misión en Lahore-. Nacen y crecen con esta amenaza sobre sus cabezas y se sienten orgullosos de la fe que profesan. El cristiano de Pakistán tiene miedo estos días… a no llegar a fin de mes, a no poder alimentar a sus familias”. Explica que la crisis actual, que ha aumentado el precio de los productos básicos hasta en un 200%, es ahora la principal preocupación de la gente pobre del país, “y los cristianos pertenecen a este segmento de la sociedad”.

Cuestión abierta

Hace unos días, Peter Jacob, secretario de la Comisión ‘Justicia y Paz’ de Pakistán, indicaba los principales retos que tiene que afrontar el nuevo Gobierno: un proceso de reformas democráticas, la lucha contra el fundamentalismo, la paz social e intervenciones en la economía para garantizar el bienestar de la población. Y añadía: “Sigue abierta la cuestión de las minorías religiosas, como la cristiana, para las que es necesario garantizar sus derechos, la libertad y el respeto del que gozan todos los ciudadanos”. El propio Zardari ha señalado la protección de las minorías religiosas como una de sus prioridades.

“Desgraciadamente -lamenta Miguel Ángel-, los Gobiernos en Pakistán no se han distinguido por su preocupación ni por las minorías ni por los pobres. El Gobierno tiene por delante demasiados frentes abiertos como para tener en su agenda la situación de las minorías”. “Cuando se han sucedido ataques contra nosotros -sigue el misionero-, los dirigentes se han solidarizado públicamente, pero raramente han contribuido a restaurar el orden o a reparar los daños”.

Si algo tiene claro, después de estos años, es que “importamos bien poco, se nos manipula mucho, y el auténtico diálogo interreligioso está aún muy lejos de aparecer por aquí”.

En el último año, los atentados terroristas en Pakistán se han cobrado unos 1.200 muertos, mientras el Ejército trata de contrarrestar el avance de los rebeldes islámicos cercanos a Al Qaeda y a los talibanes afganos que controlan las zonas tribales noroccidentales.

“Los terroristas seguirán matando; se les ha enseñado a eso”, apunta Miguel Ángel Ruiz. Este salesiano dirige el mayor internado de chicos católicos de Pakistán: 130 jóvenes de entre 15 y 20 años procedentes de todo el país, pero sobre todo de zonas rurales, y en la mayoría de los casos, sin la Educación Básica. Reciben clases de lectura y escritura y cursos de formación profesional, y a ellos se unen diariamente otros 70 jóvenes, cristianos de diferentes denominaciones y también musulmanes. “Nunca hemos tenido ningún conflicto con ellos”, asegura a Vida Nueva. Por eso el sacerdote defiende que “el auténtico esfuerzo debe centrarse en los jóvenes que no pueden recibir una educación adecuada y acaban en las redes de las organizaciones terroristas. Educación para los más pobres es la respuesta a largo plazo si queremos cambiar la situación”.

¿Y a corto plazo? “Ésa es la pregunta del millón de euros”, bromea. “Nosotros seguimos trabajando por unas nuevas generaciones y rezando para que las fuerzas no decaigan. Pakistán no es un país de terroristas. Pakistán está lleno de gente con un gran corazón. Quizá va siendo hora de que el mundo preste atención a los signos de esperanza, que construyen más que lo que destruye la violencia”.

BUSCANDO LA CONFIANZA DE UN PAÍS

Los miembros del Partido Popular de Pakistán se felicitaban por el triunfo de su líder, Asif Ali Zardari, en las elecciones presidenciales del pasado 6 de septiembre. Pero el nuevo presidente tiene ante sí muchos desafíos, y ninguno fácil.

A nivel interno, el nuevo Gobierno tendrán que tomar las medidas oportunas para resolver la crisis política y económica que el país lleva tiempo arrastrando. Por otra parte, considerado pro-occidental por su estrecha relación con Washington y por su lucha explícita contra el terror, Zardari debe moverse entre las presiones estadounidenses en la guerra contra los talibanes, las demandas del Ejército (muy influyente en la política del país) y el sentimiento anti-americano de los paquistaníes.

A nivel personal, muchos ironizan sobre su rápido ascenso “de simple consorte a jefe de Estado”, y no han olvidado todavía las acusaciones de corrupción y otros escándalos del pasado que no favorecen su reputación.

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