Agustín Domingo Moratalla: “Creo en una educación más gozosa y humanística”

Profesor de Filosofía Moral y Política en la Universidad de Valencia

(Miguel Ángel Malavia) Agustín Domingo Moratalla (Madrid, 1962) es uno de los referentes en el ámbito del pensamiento. De un vistazo, su currículum se presenta imponente: profesor de Filosofía Moral y Política en la Universidad de Valencia, fue secretario general y vicepresidente de la vaticana Comisión ‘Justicia y Paz’, así como director general de Familia, Menor y Adopciones en la Generalitat valenciana. En virtud de su experiencia y de sus conocimientos, Agustín ha plasmado en numerosos libros y artículos (varios de ellos en Vida Nueva) las que son inquietudes de alguien comprometido con su tiempo.

Acaba de publicar Ética para educadores (PPC), un libro que le supone “una pieza clave” en su obra filosófico-educativa. Con esta composición completa otras anteriores y pretende crear un manual sencillo y práctico para todos los educadores, “haciendo visible la dimensión ética que conlleva todo proceso educativo”. En su visión, la educación es “algo más” que la que se desarrolla de un modo institucionalizado, “entre las paredes de la escuela”. Es un concepto “más amplio, que tiene lugar en otros contextos informales, como la propia familia, la calle o la acción social en actividades de voluntariado”. Estas prácticas son “indudablemente educativas, implicando que el que las lleve a cabo sea consciente de la significación ética de su labor”.

Cuestionado por el sistema educativo imperante en España, es tajante a la hora de calificarlo como “culturalmente simplificador y empobrecedor”. “Al modelo le falta la seducción amorosa de la formación humanista, olvida valores de una educación marcada por la virtud, el sacrificio y la excelencia. Creo en una educación menos técnica e instrumental, más gozosa, clásica y humanística”, concluye con rotundidad.

Esta misma claridad la aplica en todos los demás temas que abarca, que son muchos. Desde hace años tiene una sección dominical en el diario valenciano Las Provincias, con el título ‘Marinero en tierra’. Cuando trata en ella de la familia, el marido y padre de dos hijas aúna su experiencia de hombre de fe con la visión filosófica que le impregna, dejando un diagnós­tico realmente crítico: “La situación social de la familia es manifiestamente mejorable. Culturalmente, está desprestigiada por intelectuales y gestores culturales televisivos a los que les sale gratis destruir sin edificar. La vida familiar es esencial en la promoción social, cultural y religiosa de los pueblos. Es el espacio donde las raíces y los sueños se comparten. Además, la fe y la esperanza transforman la familia cristiana en una carnal misericordia entrañable”.

Iglesia y justicia

Católico activo, Agustín cree que la Iglesia sí puede implicarse efectivamente en la construcción de un mundo más justo sin necesidad de adentrarse en el terreno de las oligarquías partidistas. Su receta tiene tres ingredientes: “Fidelidad a las fuentes, confianza en la sociedad cívica (no sólo civil) y promoción cultural de un renacimiento de los valores superiores”.

Estudioso del liberalismo, el profesor versa su análisis en su vertiente social y humanista, y no tanto en la perspectiva burguesa o económica. Así, anima a la Iglesia a afrontar sin miedo lo que denomina la ‘cuestión liberal’: “A finales del siglo XIX y principios del XX, la Iglesia aceptó el reto y se las vio cara a cara con ideologías salidas del marxismo. Así fue como abordó la ‘cuestión social’, siendo un claro ejemplo la encíclica Rerum Novarum. Hoy, en el siglo XXI, tiene que hacer lo mismo con la ‘cuestión liberal’ sin caer en la despersonalización inhumana del capitalismo, analizando conceptos tales como división de poderes, democracia liberal, globalización o derechos humanos”. Lo que no significa que la Iglesia “se haga liberal”, como afirman algunos críticos. “Al igual que no se hizo marxista por abordar la ‘cuestión social’ en el XIX”. Palabra de un intelectual católico que se dirige a la gente de carne y hueso con voluntad de verdad.

En esencia

Una película: dos, Capitanes intrépidos y Cinema Paradiso.

Un libro: la Biblia.

Una canción: Equipaje, de Alberto Cortez.

Un deporte: el tenis y el ping-pong.

Un rincón: mi mesa de trabajo.

Un deseo frustrado: que haya paz en el mundo.

Un recuerdo de infancia: el parvulario de las Hnas. de la Caridad de San Vicente Paúl, de Sisante (Cuenca).

Una aspiración: que haya paz en el mundo.

Una persona: mi esposa, Teresa.

La última alegría: los viajes de estas vacaciones.

La mayor tristeza: que no haya paz en el mundo.

Un sueño: que haya paz en el mundo.

Un regalo: mis hijas.

Un valor: la amistad.

Que me recuerden por… mi trabajo.

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