La fe también tiene una dimensión pública

Barrio reivindica un espacio para la Iglesia dentro de la autonomía frente al Estado

(José Lorenzo) En una muy medida homilía con motivo de la Solemnidad del Apóstol Santiago, el 25 de julio, el arzobispo de Compostela, Julián Barrio, hizo un repaso a los problemas que más angustian hoy a la sociedad española –pidiendo para su resolución la intercesión del santo–, pero sin olvidarse de otros males, tal vez menos tangibles, pero de efectos devastadores para el ser humano, como es el alejamiento de Dios, ni de recordar el verdadero sitio y papel de la fe en las sociedades.

Así, en una abarrotada catedral, ante las principales autoridades de la comunidad autónoma, y frente al Oferente y representante regio, el alcalde de Santiago, Xosé A. Sánchez, Barrio recordó que al amor a Cristo que ha de caracterizar a los católicos “nos ha de impulsar a promover el bien y curar tantas llagas abiertas en el entorno social”. Y citó: “La carencia de lo necesario que afecta a muchas personas en una sociedad opulenta, la realidad trágica que están padeciendo tantos emigrantes, el terrorismo, que es un acto intrínsecamente perverso y nunca justificable, la violencia doméstica que atormenta a tantas madres y niños, los efectos de la droga que destruyen a la persona, la condición de los ancianos que se sienten olvidados y la desesperanza de tantos jóvenes que se afanan en buscar paraísos perdidos”.

En todo ese campo, es mucho el papel que está llamada a jugar la Iglesia, cuya “apostolicidad” confesó Barrio en otro momento de su homilía. Pero, para ser fiel a esa labor, también señaló que “la acción de la Iglesia sólo es creíble y eficaz en la medida en que quienes la formamos estamos dispuestos a ser fieles a Cristo en cualquier circunstancias, pues donde la fidelidad y la disponibilidad faltan, no se percibe la verdad de la que la Iglesia misma depende””.
‘No es fácil ser testigo’

El arzobispo consideró oportuno incluir en su homilía un recordatorio y una reivindicación: el de que “la fe no puede ser convertida en un actor político” –“se corre el riesgo de perder su identidad”–, pero también que necesita de “una dimensión pública” para ocuparse de “salvar al hombre real y concreto, que vive en la historia”. Y ello será posible “a través de la distinción y la autonomía recíproca entre el Estado y la Iglesia, entre lo que es del César y lo que es de Dios”.

Barrio también apeló a los fieles para que el cristianismo inspire sus actos, aun reconociendo que, en estos tiempos, “no es fácil ser testigo de la fe”, pues “el camino es estrecho y en cierto modo escandaloso para los que piensan como los hombres y no como Dios”.

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