Carlos Algara: “Nuestros proyectos nos enriquecen mutuamente”

Presidente ejecutivo de Vita Mundi

(Texto y foto: Glòria Carrizosa) Al doctor Carlos Algara, cirujano traumatólogo de la Clínica del Pilar de Barcelona, le ilusiona comprobar que las iniciativas de la asociación Vita Mundi se consolidan día a día. Desde que viajaron un grupo de médicos, enfermeras y voluntarios al Hospital Obras Sociales del Hermano Pedro, en la ciudad de Antigua (Guatemala), en el año 2000, las colaboraciones no han cesado. Un grupo de ocho personas forman esta asociación de ayuda a países pobres y marginados del Tercer Mundo, concretamente a Guatemala, India y Ghana.

Se presentaron oficialmente el pasado noviembre, aunque se habían constituido legalmente un año antes. Han escogido como presidente de honor al franciscano Francesc Gamissans, “un gran amigo, sencillo, respetuoso y tolerante, cuya labor ha sembrado una semilla que luego ha germinado”, según señala el traumatólogo. Algara se refiere al Servicio Social y Sanitario que el religioso impulsó en los años 70 en Barcelona: entre el grupo de jóvenes universitarios que iniciaron un trabajo altruista de carácter social y sanitario estaba Carlos Algara; luego, cada uno hizo su camino, pero con los años se han reencontrado, y ha podido surgir Vita Mundi.

A Guatemala (por donde ya han pasado más de 150 personas) se desplazan dos veces al año para ayudar en la zona de Patzún y en Boloncó con un proyecto de alimentación con 130 jóvenes en un centro de formación ­profesional femenino. En la India colaboraron en la construcción del hospital de Kanyakumari. Consiguieron reunir los 150.000 euros para el equipamiento del hospital. Por suerte, se abrió quince días antes del tsunami de 2004 y sirvió para acoger y dar de comer a 3.000 personas que lo habían perdido todo. Siguen haciendo expediciones médicas anuales a ese centro sanitario y también al Hospital Wala- walkar, en Dervan. También llevan el proyecto de alimentación e higiene de chabolas en Bombay, donde dan de comer a 100 familias por 18.300 euros al año.

Equipo humano

En el primer viaje que realizaron a la India, Carlos y su esposa, Rubina Danelian, conocieron a Primi, una religiosa española de las Hermanas de la Caridad de Santa Ana, que trabaja desde hace más de 30 años en Ankur (Bombay), atendiendo a la población más humilde: “La hermana Primi es una santa con todo el sentido de la palabra. Ella nos ha metido en muchas aventuras. Es la Teresa de Calcuta de Bombay, una mujer adorada por todos, con un gran carisma, a la que no se le puede decir que no. Ella lleva a cabo un gran proyecto de apadrinamiento de niños, en el que está implicada Vita Mundi”.

En Ghana trabajan desde el 2006 en dos proyectos. Uno, de microcréditos personalizados para mujeres que quieren montar su pequeño negocio. El otro, de becas y apadrinamientos, un proyecto destinado a adolescentes para que aprendan algún oficio y no caigan en el mundo de la prostitución ni contraigan el sida.

Lo que distingue Vita Mundi de otras asociaciones civiles es que “el 100% del dinero que conseguimos va a parar a nuestros proyectos, que son gestionados por misioneras, personas que nos dan una garantía total, sin intermediarios, ni desviación de fondos para gastos de papelería o de secretariado”, afirma el médico.

Algara se reconoce afortunado por el gran equipo humano con el que trabaja. “Sin el esfuerzo desinteresado de todos no hubiésemos podido salir adelante”, asegura, y sobre todo agradece el gran apoyo de su esposa Rubina, que le acompaña en todos los viajes y “me apoya al 100%, porque si ­cada uno va por su lado, puede ser motivo de conflicto“. “Desde Vita Mundi ayudamos con dinero y recursos humanos -afirma-, pero se establece una colaboración mutua, nos enriquecemos con el conocimiento de otras culturas. Ellos nos suben la moral y ayudan a valorar mucho más todo lo que tenemos en el Primer Mundo”.

En esencia

Una película: La de la vida…

Un libro: El árbol armenio, de Gonzalo Hernández Guarch.

Una canción: Ave María, de Charles Aznavour.

Un deporte: El alpinismo.

Un rincón del mundo: Muchos, pero en especial, Ankur, en la India.

Un recuerdo de la infancia: La familia.

Una aspiración: Que se respeten de verdad los derechos humanos.

Un deseo frustrado: Subir el Himalaya.

Una persona: Mi esposa Rubina.

La última alegría: Tener un amigo más.

La mayor tristeza: Que la emigración no es igual para pobres que para ricos.

Un sueño: Que desaparezca la pobreza, y sería posible si todos quisiéramos.

Un regalo: Haber conocido y ser amigo de la hermana Primi de Bombay.

Un valor: La lealtad.

Que me recuerden por… Partir, repartir y compartir.

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