Benedicto XVI llega a Australia con un mensaje de esperanza

Los miles de jóvenes peregrinos llevan varios días preparándose para el encuentro con el Santo Padre

(Antonio Pelayo– Enviado especial a Sydney) La gran aventura ha comenzado. Benedicto XVI ha iniciado el viaje de más larga duración en su tres años de pontificado -del 12 al 21 de julio, es decir, nueve días y trece horas, salvo imprevistos- y durante el cual recorrerá un mayor número de kilómetros, 32.836, según el cómputo oficial. Único objetivo de este noveno viaje, la ciudad australiana de Sydney, donde presidirá la 23ª Jornada Mundial de la Juventud (JMJ) que, según afirmó el Pontífice el domingo 6 de julio desde Castelgandolfo, “se preanuncia como un renovado Pentecostés”.

“Estoy seguro -añadió- de que desde todos los ángulos de la tierra los católicos se unirán a mí y a los jóvenes reunidos, como en el Cenáculo, en Sydney, invocando intensamente al Espíritu Santo para que inunde los corazones con la luz interior, el amor a Dios y a los hermanos, la valiente inicia­tiva de introducir el eterno mensaje de Jesús en la variedad de lenguas y culturas”.

A las diez de la mañana del sábado 12 de julio despegó de las pistas del aeropuerto romano de Fiumicino, bajo un sol radiante y una temperatura superior a los 30ºC, el B777 “Sestriere” de la compañía Alitalia. Con el Papa viajaban el secretario de Estado, cardenal Tarcisio Bertone; el maestro de Ceremonias Litúrgicas, monseñor Guido Marini; el portavoz vaticano, padre Federico Lombardi; el asesor de la Secretaría de Estado, monseñor Gabriele G. Caccia; así como otros prelados de su séquito, más el director de L’Osservatore Romano, Gian Maria Vian, y medio centenar de periodistas (a pesar del alto costo del viaje, que suscitó en su día comentarios negativos por parte de un grupo de vaticanistas).

Después de 16 horas de vuelo ininterrumpidas (se sobrevolaron Albania, Grecia, Turquía, Armenia, Azerbaiyán, Turkmenistán, Afganistán, Pakistán, India, Bangladesh, Myanmar, Thailandia, Camboya, Vietnam, Malasia e Indonesia), el avión papal se posó en la base militar del Ejército del Aire australiano de Darwin, en el norte del país, para una escala técnica de hora y media de duración, durante la cual se procedió a repostar carburante. Inmediatamente después, la aeronave reinició la segunda y última parte de su singladura. Tras cuatro horas de vuelo, Joseph Ratzinger aterrizó en Richmond. Eran las tres de la tarde (siete de la mañana del domingo en Italia) y allí tuvo lugar una ceremonia privada de saludo por parte de las autoridades del país, representadas por el Primer Ministro, el laborista Kevin Rudd, a quien acompañaban el arzobispo de Sydney, cardenal George Pell; el presidente y el secretario del Pontificio Consejo para los Laicos, cardenal Stanislaw Rylko y monseñor Josef Clemens (durante muchos años, secretario personal del cardenal Ratzinger), así como el coordinador de la JMJ, el obispo Anthony Fisher.

Unos días de descanso

No hubo discursos ni actos protocolarios. Después de los saludos de rigor, el Papa, acompañado de su secretario particular, monseñor Georg Ganswein, y de su habitual personal de servicio, se dirigió en coche al Kenthurst Study Center, una institución del Opus Dei distante 40 kilómetros de Sydney, donde descansaría de forma totalmente privada y se prepararía para el duro programa que le esperaba a partir del jueves 16 de julio. Según datos que hemos podido recoger, a pesar de su 81 años de edad, Joseph Ratzinger ha superado bien el desafío de tan largo viaje y el brusco cambio de temperatura ambiente -en Australia es pleno invierno-, pero los médicos y él mismo coincidieron en que necesita más de un día de reposo para poder estar plenamente en forma. La residencia de Kenthurst reúne todas las condiciones para facilitárselo: es muy cómoda, rodeada de un amplio jardín y de un pequeño lago con espléndidas vistas a las montañas. Un enérgico servicio de seguridad velaba para que nadie ni nada interrumpiera este período de aclimatación .

Como ya es habitual en los viajes de largo recorrido, el Papa, una vez que el avión alcanzó la altura y la velocidad de crucero, se desplazó desde la zona que le está exclusivamente reservada hasta la parte trasera del avión, donde viajan los informadores. Allí tuvo lugar una breve conferencia de prensa en la que respondió a algunas preguntas previamente formuladas por los periodistas que le acompañaban.

Benedicto XVI volvió a tocar el tema, para él y para toda la Iglesia especialmente doloroso, de algunos delitos de pederastia de que han sido protagonistas los sacerdotes (en Australia, concretamente, un caso sucedido hace ya más de veinte años pero que sigue agitando las aguas). Como ya hizo durante el vuelo que le conducía a los Estados Unidos en abril, y en seis ocasiones más, Ratzinger se mostró muy tajante: “El sacerdocio auténtico es incompatible con los abusos sexuales. Es un comportamiento que está en contradicción con la santidad, y los sacerdotes están al servicio del Señor y de lo santo. Pediremos perdón y veremos qué parte de culpa tenemos en el problema y examinaremos todo cuanto haya resultado insuficiente en nuestro comportamiento para que en el futuro podamos prevenir estos casos, curarlos y reconciliar”.

Otro informador le pidió su opinión sobre la crisis que sacude en estos momentos a la Comunión Anglicana. Benedicto XVI fue muy cauto: “No podemos entrar en sus discusiones, pero tenemos que rezar para que no se produzcan fracturas dentro de la Comunión Anglicana y se evite en lo posible un cisma”. También se le formularon preguntas sobre la crisis de la Iglesia, sobre la defensa del medio ambiente -que será, al parecer, uno de los temas centrales de sus discursos en Australia- y sobre los jóvenes.

El Espíritu que orienta

Con ocasión de este viaje, el Santo Padre ha hecho llegar un Mensaje al pueblo australiano y a los jóvenes participantes en la Jornada Mundial. “Muchos jóvenes -afirma- no tienen esperanza. Están perplejos frente a las preguntas que se les presentan siempre de modo más apremiante en un mundo que les confunde y están inciertos sobre a quién dirigirse para encontrar respuestas. Ven la pobreza y la injusticia y desean encontrar soluciones. Les desafían los argumentos de los que niegan la existencia de Dios y se preguntan cómo responder a ellas. Ven los grandes daños causados al ambiente natural por la avidez humana y luchan por encontrar modos de vivir en mayor armonía con la naturaleza y con los otros”.

“El Espíritu Santo -sigue- nos orienta hacia el camino que conduce a la vida, al amor y a la verdad. El Espíritu nos ­orienta hacia Jesucristo. Hay una frase atribuida a san Agustín: ‘Si quieres permanecer joven, busca a Cristo’. En Él encontramos las respuestas que buscamos, encontramos las metas por las cuales vale la pena vivir, encontramos la fuerza para continuar el camino con el que hacer nacer un mundo mejor”.

UNA IGLESIA QUE QUIERE “DESPERTAR” EN UN PAÍS SECULARIZADO

(M. Gómez) En el programa de actividades de Benedicto XVI para éste su noveno viaje apostólico se anotaron diversos encuentros con autoridades civiles y religiosas. Al Papa le preocupa especialmente la creciente secularización del país, tal y como expresaba, de camino a la JMJ, a los periodistas que le acompañaban en el avión: “Australia comparte los éxitos y los problemas del mundo occidental”, un mundo en el que “la religión, la fe cristiana, está en cierto sentido en crisis”. Es una preocupación patente ya en la exhortación apostólica Ecclesia in Oceania, de 2001, en la que Juan Pablo II escribió que “la nueva evangelización es una prioridad” para el continente. El Pontífice alemán ha elegido Australia como sede de esta JMJ, y la Iglesia local espera de este acontecimiento una inyección de ánimo y vitalidad, “despertarse”, en expresión del cardenal George Pell. La católica es la confesión cristiana más numerosa del país: 5,7 millones de católicos en una población total de 20,7 millones de habitantes, es decir, el 27,6% (según los últimos datos, de 2006). De ellos, el 13% son practicantes regulares, y apenas el 6% tiene entre 15 y 29 años. Entre 1993 y 2003 el número de bautizos descendió en un 18%, mientras que el número de matrimonios civiles aumentó en otro 18% con respecto al total de uniones. Los observadores ven como factores positivos la alta presencia de católicos en el ámbito educativo y asistencial (la Iglesia gestiona 2.252 centros de enseñanza desde Primaria hasta la universidad y más de 1.300 centros hospitalarios, para discapacitados, para ancianos, de reinserción, etc.) y en el hecho de que, en la sociedad más multicultural del planeta (se cuentan 200 nacionalidades), la mayoría de los aborígenes es católica. Pero aún duelen los escándalos de pederastia de los años 80 y 90, que identifican a esta Iglesia en todo el mundo y ante los que el Papa no se ha callado.

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