“En este barrio se puede hablar de Dios en cualquier parte”

El religioso Jesús Mª Lusarreta sostiene un proyecto evangelizador en La Habana

(Texto y fotos: Araceli Cantero) Al llegar a Cuba, el sacerdote paúl Jesús María Lusarreta comprobó la existencia de ‘comités de la revolución’ en cada cuadra y se propuso ofrecer una alternativa. En cada cuadra de su parroquia tiene ya una casa de misión.

El arzobispo de La Habana, el cardenal Jaime Ortega, pensó que sería imposible mantener la obra, pero el proyecto ha cumplido 14 años. El religioso español señala que él está haciendo en Cuba lo que ha recomendado la Conferencia de Aparecida. “Esto es la parroquia en el barrio -dice orgulloso-, el templo es el lugar para las celebraciones dominicales”.

Quien se acerca a la parroquia de la Milagrosa de los Padres Paúles, en el barrio habanero de Santos Suárez, “tiene que ponerse en camino de conversión, ser un cristiano coherente. Y si no obran en cristiano, que se vayan,” explica con firmeza el sacerdote, cuya congregación está presente en Cuba desde 1863, y en el barrio desde 1927.

Dice que en Cuba la gente “vive para r­esolver la subsistencia, pero también busca a Dios”. Y esto, a pesar de que “Cuba ha vivido 50 años de desierto, más fuerte que el de Polonia, porque han atacado indirectamente”. Está conven­cido de que ahora es el momento de ­evangelizar en Cuba porque que “si no lo hacemos ­pronto, no se dará una Iglesia capaz de transformar la sociedad”. E insiste en la urgencia: “Si no actua­mos ahora, cuando haya más medios de transporte la gente se irá a la playa, y cuando Cuba tenga libertad, será todo más competitivo”.

Con su trabajo de estos 14 años, junto a otro sacerdote y un diácono, ha logrado crear “un clima en el barrio en el que se puede hablar de Dios en cualquier parte y la gente se ­ayuda”. Unas 160 parejas acaban de pedir el sacramento del matrimonio: “Después de tres matrimonios, es el tercero el que regularizan”. La parroquia tiene 5.800 familias, un 70% está bautizado, pero sólo un 5% ha hecho la Primera Comunión. Hay 140 comunidades, han creado una casa de niños “y son ya 700, pero necesitamos personas porque la gente se nos cansa”.

Como en la Iglesia primitiva

El párroco ha comprobado que la devoción a la Virgen está muy metida en la cultura. De hecho, tiene una urna con la imagen de la Milagrosa para cada cuadra. Son en total 130 imágenes que recorren el barrio y visitan a los enfermos. Y cuando el Gobierno autoriza una procesión, las calles se llenan con más de 2.000 personas. Lusarreta dice que “vivimos como en la iglesia primitiva. La gente se identifica: soy de la comunidad”.

A los enfermos “les atendemos hasta el cementerio”, subraya. Asisten a 200, y diariamente 160 comen en el centro parroquial, convertido en ‘residencia de día’, que es casi un pueblo: allí les lavan la ropa, les hacen la peluquería, hay costureras, oftalmólogos, dentista y fisioterapeuta, acuden psicólogos y psiquiatras cada 15 días, y también atienden a jóvenes con síndrome de Down.

Con ayuda externa, en 2001 Lusarreta consiguió una guagüita, es decir, un minibús (en realidad, fueron dos, pero una la regaló a Salud Pública). También consiguió dos ambulancias, y una la donó igualmente. Pero si alguien tiene una emergencia y no acuden, es la parroquia la que lleva al enfermo al hospital.

En su trabajo pastoral en Cuba, el padre Lusarreta ha comprobado que lo mas difícil “ha sido quitarle a la gente el miedo”, pero asegura: “La visita del Papa en enero de 1998 hizo en esto una buena labor”. Y no es que los cambios en su parroquia empezaran entonces.

Durante el verano de 1994, aprovechando la estancia temporal de dos jóvenes españoles de las Juventudes Marianas Vicencianas (JMV), organizaron una misión popular, puerta por puerta, invitando a formar casas de oración y pidiendo a los vecinos que les prestaran su hogar para ello. “Lo jóvenes rompieron el muro del miedo y lo lograron”, recuerda el sacerdote navarro. Desde entonces, se han llevado a cabo 16 misiones populares a través de las cuales se ha llegado a todo el barrio.

Pero en las visitas encontraron “ancianos ­solos con muchas necesidades”. Y ante esta realidad nació la idea de promover la labor de Cáritas. Primero fue un trabajo en sus domicilios, y en 1995 empezaron a invitarles al salón de la parroquia para pasar el día, conocerse y almorzar. Se inició con dos días a la semana, después de lunes a viernes. Para 1997 tenían 80 ancianos. Resultaba imposible hacerlo con recursos propios, por lo que el padre Lusarreta escribió al mismo Fidel Castro. “La carta llegó al Comandante, pero antes, llegó al trono de María”, dice convencido el misionero. El 15 de agosto de 1997, festividad de la Virgen de la Asunción, Fidel Castro aprobó la obra en sus tres puntos, sin corrección alguna. El Gobierno cubano tuvo que aprobar los Estatutos, y la Cámara de Alimentación proporcionaba algunos alimentos: “Llamábamos a las puertas en nombre de Dios y de los pobres… y las puertas se fueron abriendo”.

Cada día, la camioneta de la parroquia recoge a los ancianos más impedidos en sus casas y los acercan. La residencia tiene como objetivo no sólo darles de comer, sino quitarles su soledad, y por ello “no queremos aumentar la ‘cantinas’ o las entregas de comidas a domi­cilio. Nuestros objetivos son otros”, asegura el sacerdote.

Entran a las 8 de la mañana, que es la hora de la misa parroquial. “Casi todos vienen a misa, algunos llegan un poquito tarde, pero le dicen al Señor ‘buenos días'”. Y porque “nos preocupa su vida espiritual, a diario tenemos una pequeña catequesis y nuestro dialogo espiritual es constante”. A los mayores se les admite si cumplen los cuatro puntos de los Estatutos: han de ser ancianos, que vivan solos, con bajos recursos y que no reciban ayuda del extranjero. Las prioridades están claras para el párroco: “No les preguntamos ideología, pero les decimos que tienen que respetar nuestra misión. Somos católicos y es una obra de Cáritas subvencionada por el Gobierno, pero mejorada por la Iglesia”. Durante estos años muchas personas han encontrado a Dios en este proyecto, y el párroco afirma que todos mueren con sacramentos, o al menos, con un gran acercamiento a la Iglesia.

Para lograr sus objetivos, la obra de Lusarreta cuenta, en lo económico, con ayuda desde fuera de Cuba, pero sabe que si cambian las cosas “no nos va a ayudar y no podremos mantener lo que tenemos. Y cuando nos llenemos de otras cosas materiales… Ya hemos visto lo ocurrido en Polonia y en España”. Por eso comenta que, a pesar de las dificultades y del sistema de gobierno, “una parroquia así no la puedo llevar en España. El enfrentamiento allí me resulta más duro”. “No me planteo dejar esto ni salgo de aquí”, dice, pensando en el futuro. “El que tenga hacienda, que la cuide”.

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