Benedicto XVI: “El hambre es inaceptable en este mundo”

La Santa Sede aprovecha la cumbre de la FAO en Roma para apuntalar sus relaciones diplomáticas

(Antonio Pelayo– Roma) El cardenal Tarcisio Bertone es un secretario de Estado tous azimuts, como decía el general De Gaulle cuando quería definir su política internacional a todo campo. Es decir, el primer colaborador de Benedicto XVI desarrolla una intensa actividad en todas las direcciones, y lo mismo consagra a un nuevo obispo, que pronuncia una conferencia sobre la Doctrina Social, que emprende viaje a un lejano país (por ejemplo, visitará Bielorrusia del 18 al 22 de junio), que inaugura una nueva sede de la Librería Vaticana en el corazón de Roma.

Esta actividad incansable complementa y se compagina a la perfección con el estilo de un Papa que ama más bien la lectura reposada o la lenta preparación de documentos y libros.

El martes 3 de junio, el cardenal Bertone fue uno de los primeros, entre los 43 jefes de Estado o de Gobierno, que acudieron a la sede romana de la FAO para participar en la ‘Conferencia de Alto ­Nivel sobre la seguridad alimentaria mundial: los desafíos del cambio climático y la bioenergía’. El secretario de Estado de la Santa Sede ocupaba un puesto destacado en el estrado, junto al presidente de la República Italiana, Giorgio Napolitano; el secretario general de las Naciones Unidas, Ban Ki-moon; el primer ministro italiano, Silvio Berlusconi, y el director general de la FAO, el senegalés Jacques Diouf. En la amplia sala de conferencias habían tomado asiento representantes de 181 países, entre los que destacaban el presidente francés Nicolas Sarkozy, el brasileño Luiz Inácio ‘Lula’ da Silva, el iraní Mahmoud Ahmadinejad -que llegó ya comenzada la sesión- y el infame dictador de Zimbabwe, Robert Mugabe.

El cardenal Tarcisio Bertone fue uno de los primeros en tomar la palabra para leer el Mensaje que Benedicto XVI había enviado a la Conferencia, en cuyo primer párrafo ya se afirmaba que “el hambre y la malnutrición son inaceptables en un mundo que en realidad dispone de niveles de producción, de recursos, de conocimientos suficientes para poner fin a tales dramas y a sus consecuencias. El gran reto hoy es globalizar no sólo los intereses económicos y comerciales, sino también las expectativas de solidaridad en el respeto y la valorización de todo componente humano”.

Después de recalcar que “la pobreza y la malnutrición no son una mera fatalidad provocada por situaciones ambientales adversas o desastrosas calamidades naturales”, el Papa reafirmaba -como había hecho en la misma sede su predecesor, Juan Pablo II– que “el derecho primario a la alimentación está intrínsecamente vinculado a la tutela y defensa de la vida humana, roca sólida e inviolable sobre la que se funda todo el edificio de los derechos humanos”. Como es lógico, el mensaje pontificio no podía entrar en consideraciones técnicas sobre las necesarias reformas estructurales del comercio agrícola mundial, o sobre la discutida cuestión de los biocombustibles, y se limitaba a subrayar que “el aumento global de la producción agrícola podrá ser eficaz, sólo si va acompañada por la efectiva distribución de tal producción y si es destinada primariamente a satisfacer las necesidades esenciales”. En ese sentido, resaltaba el papel que debe tener la “familia rural”, que no es sólo la transmisora de padres a hijos de sistemas de cultivo, sino sobre todo “modelo de vida, de educación, de cultura y de religiosidad”.

Más allá de las modernas tecnologías en la visión de la Iglesia, “sólo la tutela de la persona permite combatir la causa principal del hambre, es decir, la cerrazón del ser humano frente a sus semejantes que disuelve la solidaridad, justifica los modelos de vida consumistas y desintegra el tejido social, manteniendo e incluso haciendo más profundo el surco de injustos equilibrios y dando de lado las más profundas exigencias del bien”. Finalmente, el mensaje recordaba la frase del famoso Decreto de Graciano: “Da de comer al que está moribundo por el hambre, porque si no le das de comer le habrás matado”.

Muchos de los jefes de Estado y de Gobierno presentes en Roma esos días hubieran deseado ser recibidos por el Papa, pero -como afirmaba una nota de la Sala de Prensa de la Santa Sede- éste es el primero en lamentar “la imposibilidad, en esta ocasión, de encontrarles personalmente y reafirma su disponibilidad para recibirles en una próxima ocasión”. Una de las que más había insistido en la petición de una audiencia había sido la presidenta de la República Argentina, la señora Cristina Fernández de Kirchner, con la que el cardenal Bertone mantuvo en la misma sede de la FAO un “cordial coloquio” sobre “varios temas bilaterales de interés común”, como subrayaba el comunicado vaticano.

El secretario de Estado también mantuvo, en la mañana del día 3, un encuentro con el vicepresidente cubano, José Ramón Machado Ventura, que presidía la delegación de su Gobierno en la Cumbre de la FAO. El cardenal, que realizó una fructuosa visita a Cuba el pasado mes de enero, insistió ante su interlocutor en la necesidad de abrir a la Iglesia en su ­país nuevos espacios de presencia.

Con Berlusconi

El viernes 6 de junio tuvo lugar la visita de Silvio Berlusconi al Papa, a la que, como es lógico, los medios de comunicación de este país han dado un realce extraordinario. El hábil político había concedido el día anterior a L’Osservatore Romano y a Radio Vaticano una entrevista donde afirmaba: “Estoy convencido de que, por su milenaria experiencia, por su contacto con todas las franjas sociales, comenzando por las más débiles, la Iglesia representa una riqueza para el Estado. El Estado, queriendo ser y permanecer laico, debe huir del peligro de convertirse en ideológico, en sectario y al final incluso en totalitario; por eso el diálogo que precede la relación entre Estado e Iglesia como organismos jurídicos es un diálogo absolutamente positivo que reside en la naturaleza misma de la sociedad y demuestra su libertad y pluralidad”.

Acompañado por el subsecretario de la Presidencia, Gianni Letta, experto en temas y ambientes vaticanos, ­Berlusconi estuvo en la Biblioteca del Pontífice más de media hora, en la que -según la habitual nota vaticana- “se trataron temas que afectan a la situación italiana y a la contribución de la Iglesia católica a la vida del país”. Se ha hecho notar por diversos observadores que la colaboración entre las dos realidades que sólo físicamente separa el río Tíber puede haber entrado en una fase positiva, si Berlusconi modera a su aliado Umberto Bossi en temas como la emigración.

Con relativa celeridad el Papa ha procedido a nombrar al sucesor del fallecido cardenal Alfonso López Trujillo al frente del Pontificio Consejo para la Familia. Lo presidirá el cardenal Ennio Antonelli, que abandona, no sin dolor, la archidiócesis de Florencia, a la que dedicaba todas sus energías desde marzo de 2001. Como ya hemos señalado en alguna ocasión, la renovación de la Curia romana se hace a paso lento -media docena de cardenales prefectos o presidentes ya han superado la edad reglamentaria- y parece haber naufragado el primer proyecto de aligerarla de algunos organismos menos necesarios. Entre los que se dan como “salientes” figuran el portugués José Saraiva y el nigeriano Francis Arinze, y los candidatos a sucederles en las congregaciones para las Causas de los Santos y el Culto, respectivamente, son varios, pero con una nota común: son todos italianos, como el citado Antonelli. La universalidad de la Iglesia no sale muy bien parada con esta “italianización” de su gobierno central, a mi juicio por supuesto.

EL ENCUENTRO DE BERTONE Y ZAPATERO

Al margen de los contactos de Tarcisio Bertone con la presidenta de Argentina y el vicepresidente cubano, nada se ha dicho de otros encuentros no menos importantes que mantuvo el secretario de Estado con algunos dignatarios extranjeros en la Cumbre de la FAO. Destaca el que se produjo con el presidente del Gobierno español, José Luis Rodríguez Zapatero, del que las fuentes del Palacio de la Moncloa no han filtrado a los medios de comunicación ni una palabra. Según nuestras noticias, el breve encuentro había sido previamente programado en los días anteriores, y en el curso de la mañana del día 3 se vio la posibilidad concreta y la conveniencia de celebrarlo, y así fue introducido en la apretada agenda del político español, que esa misma mañana también se entrevistó con Berlusconi. El cardenal Bertone y el presidente Zapatero se confirmaron mutuamente el deseo de mantener unas relaciones de respeto basadas en la legítima separación entre Iglesia y Estado, buscando la colaboración en todos los campos donde ésta sea posible. El diálogo entre el Vaticano y el Gobierno socialista conocerá una nueva fase después de la visita a Roma, que se iniciaba el día 11, de la subsecretaria de Asuntos Exteriores y Cooperación, María Jesús Figa López-Palop, durante la cual mantendrá contactos de alto nivel con sus interlocutores de la Santa Sede, es decir, monseñor Mamberti, secretario para las Relaciones con los Estados.

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