Una terapia física y emocional

Usuarios de Proyecto Hombre Granada completan la peregrinación a Santiago

(Juan A. Martínez– Fotos: Álvaro Pérez) La práctica física, y más si es en compañía y con un objetivo común, puede convertirse en una buena terapia para quienes desean liberarse del esclavizante mundo de las drogas y adquirir nuevos hábitos. Así piensan y actúan los responsables de Proyecto Hombre Granada, que acaban de realizar el Camino de Santiago con siete drogodependientes y tres reclusos del Centro Penitenciario de Albolote.

En total fueron 18 personas, entre voluntarios y terapeutas, los que, del 16 al 23 de mayo recorrieron a pie los más de 100 kilómetros que separan la localidad de O Cebreiro de Santiago de Compostela, a través de la Ruta francesa. “Se ha hecho duro y cansado, especialmente el penúltimo día, cuando llegamos al Monte del Gozo bajo una pertinaz lluvia. Pero a su vez fue muy gozoso, sobre todo la entrada a Santiago y a la Plaza del Obradoiro”, relata José María Tortosa, director de Proyecto Hombre Granada. Después de recibir la ‘compostelana’, abrazar al Apóstol y celebrar la Misa del Peregrino, todos los integrantes de la expedición acudieron a Finisterre para quemar la ropa utilizada en el camino y cuantos objetos simbólicos les imposibilitaban llevar una vida libre, alejada de las drogas. “Hemos dejado atrás muchas cosas, todo lo malo. En Finisterre lo he quemado todo, hasta la ropa interior”, señala Sara, una de las peregrinas, cuyas palabras atestiguan el valor educativo y terapéutico de este tipo de actividades.

“A quien está en rehabilitación, peregrinar a Santiago le abre un nuevo horizonte. Además de convertirse en una ocasión extraordinaria para encontrarse consigo mismo y con otros en un contexto libre y sano, también ofrece la oportunidad de acabar con algo que se empieza, pues muchos de nuestros usuarios tienen la sensación de que en su vida han comenzado muchas cosas, pero que no han sido capaces de terminarlas. Eso sin contar la mejoría que supone para el tono físico de los peregrinos”, indica Tortosa.

Certifica la efectividad de estos métodos las palabras de los reclusos y drogodependientes que participaron en la peregrinación. Sus testimonios desprenden gratitud y alegría. David no duda en afirmar que “una experiencia así te cambia la vida. Desde que estoy en prisión no he vuelto a tocar las drogas, y ahora, al salir, valoras muchas cosas”. “Esta experiencia me ha superado en muchos aspectos. Las satisfacciones que he logrado encontrar estos ­días son mucho mayores de lo que me imaginaba. Aquí se expande el corazón. Sientes cosas que es imposible apreciar día a día, pues la vida va demasiado deprisa. Aquí he visto llenarse mis anhelos e ilusiones”, refrenda Encarnación.

Han sido unas jornadas de convivencia para compartir, pero también para que cada uno se conozca mejor a sí mismo: “Después de mucho tiempo he conseguido la paz conmigo mismo, dándole vueltas a la cabeza y pensando en lo que más quiero. Hacía bastante tiempo que no sentía tanta serenidad. Me ha ayudado a analizar mis errores”, comenta Juan Antonio. De este cambio da fe José, educador de la prisión, que los acompañaba: “Los he visto emocionados y han respondido bien. Se les nota la alegría, se les cambia hasta el carácter, están más relajados y les sirve como preparación para la vida fuera”. José se refiere a los tres reclusos de Albolote, pero sus palabras se pueden extrapolar también a los siete usuarios de Proyecto Hombre.

La convivencia como reto

En cuanto a la convivencia, esta experiencia es importante para personas a las que, por su entorno, les es difícil confiar en los demás. “Sin contar los roces propios del cansancio y las incomodidades, ha sido buena. Al final de la jornada nos reuníamos en pequeños grupos de trabajo y reflexión, y a su vez los usuarios mantenían algunos grupos terapéuticos para ir dando salida a lo que nos iba aconteciendo”, comenta Tortosa, para quien “convivir con personas que no nos conocíamos mucho o que llevábamos métodos diferentes de trabajo era un reto que se ha superado bastante bien”.

La peregrinación a Compostela no ha sido una acción aislada, sino que se enmarca en un taller de senderismo que Proyecto Hombre Granada desarrolla todo el año. “Recorremos al menos una treintena de rutas diferentes por entornos de interés cultural y paisajístico”, declara José María Tortosa.

Este taller, que está abierto a la participación de las personas que realizan el Programa de rehabilitación y reinserción socio-laboral Proyecto Hombre, a sus familias, a los terapeutas que les acompañan y a los voluntarios, ha demostrado sobradamente su eficacia: “Tanto nuestra propia experiencia en el campo de las drogas y adicciones como otras rigurosas investigaciones avalan la tesis de que el tiempo de ocio es el que provoca el mayor porcentaje de recaídas en los drogodependientes. Por ello, entendemos que hay que fomentar ciertas actividades como talleres culturales, deportivos, de senderismo… para que ayuden a descubrir formas nuevas y sanas en las que gastar el tiempo libre, de modo que puedan adquirir un estilo de vida saludable”, afirma el director de Proyecto Hombre Granada.

El Camino de Santiago tan sólo ha sido un paso más en la costosa peregrinación que supone reedificar la vida. De vuelta, cada uno sigue con su proceso de rehabilitación. “Grupos de autoayuda, entrevistas individuales, talleres formativos e informativos, etc. configuran todo un programa de tratamiento que va dirigido al crecimiento personal y abandono de las drogas y del mundo que las rodea”, señala Tortosa, quien insiste en que el objetivo “es pasar de la dependencia a la autonomía y llegar a descubrir que el problema no es la droga, la sustancia, sino la propia persona que las consume y hace un mal uso de ellas”.

Voluntarios: el cimiento de la acción

El drogodependiente es el protagonista y el fin de todo el trabajo que se realiza desde Proyecto Hombre. En él se vuelca un completo equipo multidisciplinar de educadores, psicólogos, monitores de tiempo libre, trabajadores sociales, ex toxicómanos con formación específica, abogados, médicos y pedagogos. “La profesionalidad es una exigencia. Quien entra a trabajar en el Proyecto debe realizar un riguroso período teórico-práctico supervisado por la Escuela de Formación de la asociación”, explica el director de Proyecto Hombre Granada, José María Tortosa, quien además precisa que se requiere “una vocación por la solidaridad que se manifieste en la disponibilidad y el servicio”. El voluntariado “no sólo normaliza y enriquece enormemente el Proyecto, sino que en cierta forma lo fundamenta. Personas como Álvaro, Pepe, José Luis, Miguel Ángel, Alberto y otros más roban horas a su tiempo libre para mejorar la vida de los otros”.

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