Sor Ignacia: “La gente pobre siempre está sufriendo”

La única misionera española en Myanmar describe las carencias de un país en crisis

(María Gómez) Al otro lado del teléfono habla sor Ignacia Arambura, única misionera española en Myanmar, antigua Birmania; tiene 88 años, y lleva allí 60: “Se ha destrozado todo. Han muerto muchos. Se han caído los árboles y las casas. Nuestra casa es de cemento, pero el viento se ha llevado las tejas. Hemos estado sin teléfono dos días. Pero ha muerto mucha gente. Se han hundido más de 100 barcos con viajeros birmanos. Ayer [8 de mayo] encontraron a una mujer flotando con su niño agarrado al pecho. Ella nadaba para salvar al niño. Los encontraron a los dos, están vivos, pero se han ahogado muchos”.

Apenas 15 días después del ciclón Nargis, que ha arrasado Myanmar tras su paso por el delta del río Irrawaddy los días 2 y 3 de mayo, el panorama no puede ser peor. Al cierre de este reportaje, los datos oficiales confirmaban 23.458 muertos y 33.416 desaparecidos. Pero quién se fía de esas cifras.

Según Washington, el Nargis ha matado a 100.000 personas; según la ONU, hay entre 63.000 y 102.000 muertos, 220.000 en paradero desconocido y casi dos millones sin vivienda, número que previsiblemente se incrementará, ya que en la zona devastada residían entre 23 y 24 millones de personas.

“La ayuda internacional es muy importante”, asegura sor Ignacia, religiosa de las Franciscanas Misioneras de María, congregación que se ocupa allí, entre otras tareas, de la leprosería. “Si los países pudieran entenderse con el Gobierno…”, añade desde el asilo para religiosas en el que reside. Tras muchas presiones, la Junta Militar que gobierna el país desde hace décadas finalmente aceptaba la ayuda internacional, pero gestionada a través de los ciudadanos y funcionarios locales, rechazando a los cooperantes extranjeros. Distintas voces coinciden en que se están dando muchas circunstancias para que la actual situación derive en una auténtica catástrofe sanitaria si no se actúa pronto. Mientras, el Gobierno se dedicaba a su referéndum sobre la nueva Constitución, celebrado el 10 de mayo (ver recuadro). “¿Crees que la gente está pendiente de las elecciones?”, señala sor Ignacia. “Éste es un tema muy delicado, porque hay mucho miedo. Ahora tenemos que esperar, a ver qué hace el Gobierno”.

Siempre sufriendo

“La gente pobre siempre está sufriendo. El problema más grande ahora es que no hay comida, y además hay que reconstruir todo desde el principio. Pero nunca hay comida. Aquí hay mucha hambre”, lamenta sor Ignacia, religiosa nacida en San Sebastián pero que asegura que se siente “como en casa”. “No puedo decir que soy de fuera. Amo a los pobres, y ellos también me quieren mucho. Mi familia en España ha muerto ya, pero tengo muchos sobrinos en San Sebastián y una sobrina en Madrid que algunas veces vienen a verme. Aquí soy la única misionera española, otra que había se fue por problemas de salud. Yo me quedo porque estoy contenta con mi vida aquí”.

“Si hay algo que te puedo decir es que la gente es muy fuerte, muy dura, y saldrán adelante porque tienen mucho ánimo. Aunque no están preparados, porque necesitan manos que les empujen y les ayuden”. La voz de Mariqui Dueñas, coordinadora de proyectos del ­Sudeste asiático de Manos Unidas, suena nerviosa, intranquila y hasta indignada. “Siento rabia e impotencia”, confiesa. Ella conoce bien Myanmar y le duelen las consecuencias que se pueden producir en las próximas semanas.

“Cuando el tsunami –recuerda Mariqui a propósito de la trágica catástrofe que en 2004 arrasó varios países del Sur de Asia–, se pudo intervenir con mucha rapidez, y eso facilitó mucho las cosas”. Manos Unidas, que ha apoyado más de 30 proyectos en Myanmar, ha logrado enviar ahora dos partidas de ayuda de emergencia de 60.000 euros en total para las necesidades básicas de unas 60.000 familias en tres de las diócesis más afectadas por el Nargis: Rangún, Mawlamyine y Pathein. Trabajan única y exclusivamente con la Iglesia católica de Myanmar, una “minoría tolerada”, apunta Dueñas, a través de CIDSE: “Es una alianza de 15 ONG de Desarrollo católicas de Europa y Norteamérica, y Manos Unidas pertenece a ella. El grupo de trabajado de CIDSE Myanmar está integrado por personal de Misereor, Trócaire, Cáritas y Cafod, que ha formado inmediatamente equipos de trabajo para visitar todas las zonas afectadas”.

Por su parte, la red internacional de Cáritas ha creado un equipo de expertos para la gestión de la crisis en el que participan representantes de Cáritas Asia y Cáritas Bangladesh, junto con otros miembros de diversas Cáritas donantes. Desde España se ha ofrecido una partida inicial de 50.000 euros de los fondos especiales de emergencia.

En una conversación telefónica difundida por esta organización, el coordinador de Emergencias de Cáritas Tailandia, Ben Mendoza, describía:“La situación se está haciendo cada vez más desesperada. Han pasado siete días desde el embate del ciclón y la ayuda sigue sin llegar a la mayoría del millón y medio de damnificados, abandonados a su suerte en las áreas más castigadas por el desastre”.

Por su parte, la Iglesia católica birmana clama, a través de un comunicado: “En estos momentos sombríos, nos llenan de ánimo las muestras de apoyo de nuestros hermanos del exterior, a quienes agradecemos vuestra cercanía y solidaridad”.

En este sentido, destacan las palabras de Benedicto XVI, quien envió un mensaje al presidente del Episcopado, Paul Zinghtung Grawng, en el que le aseguraba estar “espiritualmente cerca” de los afectados. Y las del cardenal Óscar Rodríguez Maradiaga, presidente de Cáritas Internacional y arzobispo de Tegucigalpa: “Que los birmanos sepan que estamos haciendo todo lo posible para asegurar que los esfuerzos de ayuda internacional lleguen a buen fin”. “Esperemos –añade– que organizaciones no gubernamentales como la nuestra tengan acceso a las zonas damnificadas”.

Sor Ignacia se despide “hasta otra” con un mensaje de esperanza: “A pesar de todo, de que son muy pobres, la gente aquí sonríe siempre, y la sonrisa hace mucho. Si se les ayuda, podrán salir de esto”.

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Una dictadura de más de 40 años

La actual Unión de Myanmar, compuesta por 14 estados y con más de 51 millones de habitantes, es una dictadura, desde el golpe dado por los militares en 1962. En 1988, el deterioro de la situación económica (su Índice de Desarrollo Humano es de 0,57, ocupando el puesto 128 de una lista de 176 países) prendió la mecha de las protestas en las universidades, que se avivaron tras la dimisión del general Ne Win y la designación de su sucesor, dando lugar a una violenta represión contra los manifestantes en las calles de Rangún, la capital. Posteriormente, la Junta Militar celebró unas elecciones legislativas libres. La Liga Nacional por la Democracia (NLD) logró el respaldo del 80% de la población, pero el régimen obvió el resultado, y los diputados electos del NLD constituyeron un Gobierno en el exilio. La líder de la oposición, Aung San Suu Kyi, hija de un héroe nacional de la independencia birmana, permanece bajo arresto domiciliario desde 1989, con breves períodos de liberación. En 1991, Suu Kyi recibió el Nobel de la Paz.

El pasado mes de septiembre, a raíz de la subida del precio del petróleo, decenas de miles de monjes budistas del país encabezaron una serie de manifestaciones en la calle reclamando la democracia; las protestas fueron brutalmente respondidas por los militares.

El sábado 10 de mayo, el régimen celebró un referéndum sobre su proyecto constitucional, haciendo oídos sordos a los llamamientos de la comunidad internacional. Los militares se congratulan de lo que entienden como una aplastante aprobación del proyecto por parte de la población, pero la oposición en el exilio ha denunciado un fraude masivo en las votaciones. En las zonas más afectadas por el ‘Nargis’, la votación será el 24 de mayo.

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