La vida contemplativa, una alternativa al vacío existencial

La Jornada ‘Pro Orantibus’ reconoce la labor espiritual de los monasterios

(Marina de Miguel) La vida contemplativa en el momento actual es una alternativa al vacío existencial de los hombres y mujeres de hoy”. Como afirma María José Sotorrío, superiora del Monasterio de Suesa (Cantabria), los monjes y monjas de vida contemplativa deben estar muy presentes en el siglo XXI, y atender, por tanto, “a la sed y el anhelo de Dios que se palpa y respira en la sociedad actual”. La celebración, el 18 de mayo (Solemnidad de la Santísima Trinidad), de la Jornada ‘Pro Orantibus’, que este año tiene como lema La palabra en el silencio, es un gesto de reconocimiento y gratitud por lo que representan y por el rico patrimonio espiritual que desarrollan sus institutos en la ­Iglesia.

“Siempre ha sido un movimiento espiritual y, hoy también, los monasterios están llamados a ser focos de luz, despertadores de espiritualidad y lugares de encuentros vivos con Dios, donde el buscador y la buscadora encuentren de forma sencilla y cercana cómo toparse con el Dios de la vida, que es bondad, ternura, acogida con entrañas de madre. En definitiva, es Amor”, explica a Vida Nueva la religiosa trinitaria.

A pesar de la crisis religiosa que padece la época actual y la pérdida de valores en pro de un desmedido afán consumista, el proyecto contemplativo realiza un servicio imprescindible.“Si los monjes y las monjas viven el amor que experimentan, si reflejan en su comunidad y su mirada el amor de Dios, entonces desempeñarán un gran papel”, apostilla a este semanario Isidoro Anguita, abad del Monasterio cisterciense de Santa María de Huerta (Soria), para quien “todos estamos llamados a ser contemplativos, por lo que los monasterios pueden ser una referencia de gran ayuda”.

“El siglo XXI tiene derecho a ser contemplativo y la gente lo demanda. Desplazarse en burro o en avión, tener que escribir en pergamino o poder hacerlo en el ordenador, nada quita o añade a la vida contemplativa”, añade.

De igual modo lo refleja el obispo de Huesca y de Jaca, Jesús Sanz Montes, OFM, en su mensaje para esta jornada como presidente de la Comisión Episcopal para la Vida Consagrada: “Precisamente, en un mundo de tanto ruido y tanta prisa, estos hermanos y hermanas nos recuerdan eso único necesario que es preciso no olvidar jamás, cuando a los pies del Maestro divino escuchan su hablar llenando de sentido un silencio que se hace elocuente para ellos y para toda la Iglesia”.

Sin embargo, este “ejemplo y modelo de valoración de los bienes sobrenaturales y de la trascendencia”, según apunta en su carta pastoral José Sánchez González, obispo de Sigüenza-Guadalajara, es a menudo desconocido por la sociedad. “Hay demasiado desconocimiento, incluso por los que creen conocerla. Hay demasiado cliché, demasiada teoría, demasiado ideal que se olvida del propio proceso personal y plenamente humano, demasiada imagen que ofrecer”, reconoce Isidoro Anguita. Por eso, recuerda que lo “verdaderamente hermoso es hacer de Dios nuestro centro y proclamar –aún en silencio– sus obras grandes”, aunque para ello es preciso reconocer nuestra “pequeñez real, no disfrazada de ‘perfecta’ humildad”. “No hacerlo nos pone en peligro de ser poco humanos, alejados de lo humano, cuando la vida contemplativa debiera ser un canto a la humanidad vivificada por el Espíritu de Dios”, advierte el abad de Santa María de Huerta.

Desde hace unos años, la comunidad de trinitarias de Suesa apuesta por mostrar su forma de “vivir, entender y ‘saborear’ a Dios” mediante una Escuela de Oración, cuyo objetivo es, “ayudar a descubrir a la gente joven el camino de la oración y que descubran que Dios también está enamorado de ellos”.

“La identidad del cristiano no es la cruz, sino el amor. Puede que sea éste el dinamismo que nosotras tenemos que manifestar: un Dios lleno de vida, que es alegre y que está enamorado de todos nosotros”, puntualiza María José Sotorrío invitando a consultar la página web del monasterio (www.montrinisuesa.net).

Vocaciones

Según los últimos datos de la Comisión Episcopal para la Vida Consagrada, en 2007 se contaban en España 902 monasterios, de los cuales 38 eran masculinos y 864 femeninos. En términos aproximativos, vienen a ser unos mil monjes y más de 13.000 monjas.

Las vocaciones, según reconoce Isidoro Anguita, preocupan mucho: “Ojala sea más fruto de la tristeza que nos produce el no poder compartir con otros el regalo que hemos recibido, la experiencia que hemos tenido, que no la angustia por un futuro incierto”. Ante esto, apuesta por estar atentos a las peculiaridades de los jóvenes y su tiempo, sin dejar de “potenciar el amor y las relaciones fraternas en las comunidades, trabajar por la humanización real en nuestros monasterios y vivir un profundo espíritu de oración y sencillez, no consumismo”.

“No creo que sea bueno la demasiada preocupación ni el idear modos para entretener a los jóvenes; el camino interior es gozoso, pero exigente. Nuestro ­camino confiado por el actual desierto puede ser una gran enseñanza para ellos”, añade.

Transparencia, autenticidad y testigos creíbles son los tres tesoros que para la monja trinitaria encuentran los jóvenes en los monasterios. “La vida contemplativa, si ha de trabajar algo, es su autenticidad, para que nuestra oración sea auténtica, igual que nuestra liturgia, comunidad o silencio. Todo eso enamora y atrae”, puntualiza haciendo suyo el dicho “las ideas movilizan y los testimonios arrastran”.

Como todos los años, la jornada ‘Pro Orantibus’ puede ser una invitación a mirar al futuro, que es percibido por la priora como “un reto y una vuelta a la­ ­esencia y autenticidad de lo que verdaderamente somos como buscadores y buscadoras de un Dios que da pleno sentido a nuestras vidas y por el que tenemos la necesidad de ser testigos creíbles no sólo por nuestra palabra, sino también con nuestras acciones”.

El mismo espíritu optimista comparte el abad cisterciense ya que, como señala, “la vida contemplativa toca la raíz de la vida humana, la semilla que tenemos adormecida esperando que eclosione”.

“Muchas cosas nos ofrece nuestro tiempo –concluye–, pero no siempre tenemos la sabiduría para ver bien y vivir desde nuestro ser”. Frente a ello, la vida contemplativa “está a la escucha y deja que la vida brote en el propio interior”.

MANTENER LA ESENCIA

Al estar incardinados en el mundo, el paso del tiempo, que parece tan vertiginoso en la actualidad, también afecta al proyecto de vida contemplativa, pero, como adelanta Isidoro Anguita, sólo en las formas, no en la esencia. “Obsesionarse por los cambios, levanta sospechas. Cerrarse a los cambios, produce tristeza. Descubrir lo esencial y saberlo compartir, requiere experiencia, confianza y amor”. No obstante, como asume el abad, no siempre se ha sabido mantener este equilibro, “ya sea por miedo, desconocimiento o estar ya incapacitados muy a su pesar”. De todos modos, confía en que “la perseverancia humilde dará su fruto, pues el Espíritu es más que nuestras estrategias”.

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