Las Iglesias latinoamericanas llaman a trabajar por la paz

Colombia zanja en la Cumbre de Río celebrada en Santo Domingo su crisis con Ecuador, Venezuela y Nicaragua

(Pablo Romo Cedano) Todo apunta a que la crisis andina desencadenada el 1 de marzo, tras la ruptura de relaciones de Ecuador y Venezuela con Colombia, a raíz del asesinato a manos del Ejército colombiano del número dos de la guerrilla de las FARC, Raúl Reyes, en territorio ecuatoriano (VN, nº 2.604), pertenece por fortuna al pasado. Sin embargo, hasta que se produjo la esperada reconciliación (ver recuadro), han sido muchos los esfuerzos y llamamientos a la calma y a la concordia, no ya por parte de la Organización de Estados Americanos (OEA), sino también desde distintas instancias de la Iglesia católica.

El martes 4, era la Conferencia Episcopal Ecuatoriana quien –a través de un breve comunicado titulado Ecuador, país para la paz y la solidaridad–, tras lamentar lo ocurrido y rechazar “la violación de las fronteras ecuatorianas”, llamaba “a deponer la agresividad y a emprender un diálogo sincero”. Al día siguiente, desde Caracas, el Episcopado venezolano sentía la situación creada entre “nuestras Repúblicas hermanas” y exhortaba a los gobiernos de estos países a buscar la paz, porque “nada positivo y duradero se construye con la violencia, el odio y la guerra; ni dentro de nuestro país ni frente a los pueblos vecinos y hermanos”. A estas peticiones se sumaba, el viernes 7, la invitación del arzobispo de Bogotá, cardenal Pedro Rubiano, a rezar al mediodía un Padrenuestro por la paz.

Y sería precisamente en la capital colombiana donde los presidentes de las Conferencias Episcopales de los países de América Latina y El Caribe, convocados por el Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM), emitieron ese mismo día una declaración conjunta en la que ponen de manifiesto la “fraternidad de nuestros pueblos a lo largo de su historia” y acompañan “con preocupación la situación de angustia y tensión, que a ­raíz de los acontecimientos conocidos, están viviendo los países de Colombia, ­Ecuador, Venezuela y Nicaragua y que han origina­do la suspensión de relaciones diplomáticas, la restricción de los intercambios y, por parte de los gobernantes, un clima de confrontación y de enemistad”.

Cabe recordar que, tras el ataque contra las FARC en Ecuador, el presidente de este país, Rafael Correa, rompió relaciones con su homólogo colombiano, Álvaro Uribe. Poco después, el venezolano Hugo Chávez anunció la movilización de tropas hacia la frontera y la suspensión de cualquier contacto con sus vecinos. Una medida a la que sumaría más tarde la Nicaragua de Daniel Ortega.

Concordia y respeto

El documento episcopal hace un llamamiento a los jefes de Estado para que “renuncien a opciones violentas y expresiones verbales que hieren y dividen” y exhortan a los gobernantes a buscar “soluciones que favorezcan la paz y la concordia”, para enfrentar “la situación de angustia y tensión” de los citados países. Si bien los prelados no condenan de lleno la invasión colombiana, reconocen que la paz pasa por “el respeto de la soberanía territorial” y la “no injerencia en los asuntos propios de cada Estado”. A continuación, los pastores defienden “el cumplimiento pleno de los acuerdos y tratados” internacionales, en referencia no explícita al respeto a las declaraciones de derechos humanos y los documentos que garantizan la vida de los civiles en conflictos armados. Asimismo, instan a todos a actuar desde sus capacidades en la construcción de la paz, reconociendo la urgencia de una mayor integración y la aplicación de una justicia social. 

El texto –firmado el 7 de marzo por Raymundo Damasceno Assis, Andrés Stanovnik y Víctor Sánchez Espinosa, presidente, vicepresidente y secretario general del CELAM, y los presidentes de 14 Conferencias Episcopales– se inscribe en el contexto de otras acciones de presión ejercidas durante las últimas fechas para que los presidentes reunidos en Santo Domingo con motivo de la XX Cumbre del Grupo de Río (primera ocasión tras los polémicos sucesos en que se veían las caras los actores implicados en la crisis) llegaran a acuerdos negociados y no a la confrontación armada.

LA FOTO DE LA RECONCILIACIÓN

Casi al mismo tiempo en que los episcopados de todo el continente difundían su declaración reclamando una búsqueda negociada de soluciones al conflicto entre Colombia, Ecuador, Venezuela y Nicaragua, los presidentes de estos países parecían sellar su crisis diplomática con un apretón de manos en Santo Domingo. Allí, reunidos para celebrar la XX Cumbre del Grupo de Río, el colombiano Álvaro Uribe y el venezolano Hugo Chávez zanjaban con este gesto sus diferencias en presencia de Leonel Fernández, presidente de la República Dominicana, país anfitrión del encuentro. Mientras, el ecuatoriano Rafael Correa, que quedó fuera de la foto, aceptaba con cierta renuencia la mano extendida de un Uribe que se había acercado hasta su asiento.

Chávez, cuya reacción inicial a la incursión colombiana en territorio de Ecuador fue incluso más desmedida que la del propio país agraviado, se mostró ahora receptivo con su vecino Uribe, quien con este arreglo logra desactivar la presión militar que Venezuela había estado imponiendo en la frontera y reabre la vía negociadora para que siga fluyendo el comercio entre ambos países. Bien es cierto que no parece haber alcanzado compromiso alguno por parte de los gobiernos a los que horas antes acusaba de “amigos del terrorismo” para que moderen o retiren ese supuesto apoyo a las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC). Lo que sí ha visto ratificada el mandatario colombiano es la condena continental de la Organización de Estados Americanos (OEA) a su operativo en territorio ecuatoriano y su pretensión de adoptar una política de “ataques defensivos” como estrategia militar para la región. Ecuador, por su parte, sigue recibiendo gestos de solidaridad del resto del continente por la agresión sufrida.

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